Anales de la RANM

36 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O An RANM. 2025;142(01).supl01: 35 -40 NECROLÓGICA EN MEMORIA DE ENRIQUE CASADO DE FRÍAS Manuel Díaz-Rubio SU FORMACIÓN La carrera universitaria del profesor Enrique Casado de Frías fue impecable. Imbuido de una fuerte vocación por la medicina y una enorme capacidad de trabajo, fue desarrollando, lleno de humildad las líneas que le trazó su maestro, el profesor y recordado académico Ciriaco Laguna Serrano. Su tesón, capacidad de trabajo y empuje llama la atención desde su época de estudiante en la que fue alumno interno por oposición con el número 1 de la Beneficencia Provincial de Madrid en el Instituto Provincial de Puericultura en el que estaría durante los cursos clínicos, entre 1949 y 1952, junto a Alonso Muñoyerro. Por entonces, el profesor Laguna Serrano, se fijó especialmente en él y le incitó a hacer carrera universitaria. Licenciado en 1952, en 1953 logra plaza de Médico Interno por oposición, también con el numero 1, y un año más tarde la de Médico Puericultor del Estado, de gran prestigio en España en esos años, siendo el más joven que nunca la había obtenido. Allí trabajó en el Hospital de la Cruz Roja al lado de Carlos Sainz de los Terreros. Imbuido por el deseo de ampliar conocimientos fuera de España, en los años 1954 y 1955 completó su formación en pediatría en la Universidad de París en el Centre de Reserches Claude Bernard con Lelong y Rossier, en la Lastenklinikka de la Univer- sidad de Helsinki con Arvo Ylppo y junto a Maurice Lust, del que guardaba un gran recuerdo, en el Centre de Pediatrie War Memorial de Bruselas. En esos años profundizó en el manejo de perfusiones, exsanguino transfusiones, los problemas neonatales, la prematuridad, así como en el campo de la endocrinología. De nuevo en España, en 1956 obtuvo el título de doctor con la tesis La resistencia capilar en el niño . Entregado al trabajo y al estudio, en 1958, obtiene por oposición la plaza de Profesor Adjunto de Pediatría de la por entonces Universidad Central, hoy Complutense. Además, compaginó dicho desempeño con el de Profesor Auxiliar de la Escuela Nacional de Puericultura donde profundizó en aspectos novedosos de la atención pediátrica como la Pediatría Preventiva y Social. Por entonces ya era un pediatra muy recono- cido en toda España por sus publicaciones y asistencias muy activas a los Congresos de la especialidad, vislumbrándose que a pesar de su edad pronto sería catedrático. Y así fue. En 1966, con 37 años, obtuvo por oposición la Cátedra de Pediatría de la Facultad de Medicina de Salamanca, haciéndose cargo de la Escuela Profesional de Pediatría. En 1970, por concurso, se trasladó a la Universidad de Zaragoza, quizás buscando la cercanía a su querida Soria. Su paso por Zaragoza estuvo lleno de asunción de respon- sabilidades dirigiendo la Escuela Profesional de Pediatría y la jefatura de Departamento de Pediatría de la Residencia Sanitaria José Antonio, por concurso nacional, hoy Hospital Universitario Miguel Ser vet. Su felicidad era absoluta y además cerca de su Soria. Cinco años después, en 1975, con un prestigio incuestionable, obtuvo la plaza de Catedrático de Pediatría y Puericultura de la Facultad de Medicina de Madrid. Allí continuó, con pleno acierto y dedicación, hasta su jubilación en 1999. Su amor y entrega a la Universidad fue total, sufriendo, como otros muchos, años tremendos de críticas y falta de reconocimiento a grandes maestros en seno de la Universidad. En la introducción de su discurso de ingreso en esta Real Academia, hace ya 32 años, señaló: “ Me perdonarán ustedes que diga que lo mejor que me ocurrió en la vida ha sido pertenecer íntegramente a la Universidad. Y pido disculpas porque resulta muy heterodoxo en nuestro país agradecer nada a la Universidad. A una Universidad denostada, vejada, vilipen- diada y muchas cosas más por quienes solo han sido capaces de criticarla sin ayudarla, de intentar destruirla sin sustituirla por algo mejor, por quienes, en una palabra, no la amaron nunca y, tal vez, solo buscaron en ella satisfacer torpes e inútiles ambiciones personales ”. Con estas tremendas, pero valientes, palabras del profesor Casado, cuando muchos callaban, demostraba muchas cosas y es un ejemplo, en el que reflejarnos, para hablar y decir aquello que personas auténticamente univer- sitarias, nunca deben silenciar. SU LABOR La labor del profesor Enrique Casado de Frías en Salamanca, Zaragoza y Madrid, fue inmensa a lo largo de su dilatada vida. Y allá donde estuvo lo hizo como médico, como docente, como maestro y como jefe. Como médico , un sabio ante el niño enfermo, profundamente humano, entrañable y cercano al sufrimiento que todos los padres padecen ante la enfermedad de uno de sus hijos. Como docente , un gran catedrático, luz y guía para los estudiantes que veían en él a ese profesor que todos querían tener en la carrera. Como maestro , un lujo para todos aquellos que decidían dejarse llevar por los planteamientos que les ofrecía, basados en el estudio, el cambio, el compromiso, la renuncia y el respeto máximo al paciente, la familia y sus compañeros. Como jefe , firme en la dirección del Servicio, trataba de que no hubiera subordinados, sino que todos se consideraran, compañeros, discípulos o colaboradores. Permítanme que le diga que aunar estas cuatro condiciones, médico, docente, maestro y jefe, asumiendo las responsa- bilidades que ello conlleva, no es fácil ni está a la altura de cualquiera. Sus aportaciones en el campo de la pediatría fueron manifiestas dejando cambios importantes tanto en el Cátedra como en Servicio de Pediatría del Hospital Clínico San Carlos de la misma manera que lo hizo en todas las sociedades científicas que dirigió.

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