Anales de la RANM

37 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O An RANM. 2025;142(01).supl01: 35 - 40 NECROLÓGICA EN MEMORIA DE ENRIQUE CASADO DE FRÍAS Manuel Díaz-Rubio De la pediatría que cogió a la que dejó hubo un mundo de diferencias. Baste recordar que a princi- pios del siglo XX la mortalidad infantil en España fue de cerca de 16.000 niños menores de 4 años y en el año 2000 de 41. Las infecciones, tanto respiratorias como digestivas, y las alteraciones nutricionales eran aterradoras. Enrique Casado fue un defensor y estimulador de la creación de unidades neonatológicas que comenzaron a emerger en los años 60. Cabe destacar que la unidad sobre estos cuidados en el Hospital Clínico San Carlos fue sin duda una de las pioneras con resultados formidables, aunque ello le generaría decepciones importantes y roces con colabora- dores a los que admiraba, debido a la autonomía de la que gozaba dicha unidad, cuando él arribó a la cátedra. Con todo su prestigio fue un difusor de la necesidad de prevenir infecciones, tanto respirato- rias como digestivas, y además profundizó en otro de los aspectos menos contemplados por entonces como era el de la prevención de accidentes en los niños. Su liderazgo a alto nivel fue fundamental para la concienciación no solo de los pediatras sino también de todos los médicos que tuvieron relación directa o indirecta con él. Digno también de alta consideración, en años en los que apenas se hablaba de ello, fue su llamada de atención sobre la obesidad en los niños y como los cambios sociales estaban incidiendo en nuevas patologías que desencadenaban grandes problemas. Desde su posición y responsabilidades que asumió, clamó sobre la imposibilidad de abarcar toda la pediatría y preconizó las especialidades pediátricas de la misma forma que había ocurrido con la medicina interna. De la pediatría que el conoció cuando se inició en sus estudios a la que dejó cuando se jubiló parecía, como el mismo decía, que había pasado más que un mundo. La Cátedra y Servicio bajo su dirección, que unía la Universidad con el Sistema Sanitario, fue un ejemplo de buen hacer y referencia nacional por su organización y aportación a la pediatría. Sus áreas de interés en la especialidad fueron las referidas fundamentalmente a la inmunología, malnutri- ción, endocrinología y crecimiento, campos a los que dedicó buena parte de su vida, como lo demuestra sus más de 150 publicaciones sobre estos aspectos en revistas nacionales e internacio- nales de alto índice de impacto. Intervino activa- mente en el programa de detección del hipoti- roidismo congénito y formó parte del Consejo Nacional de Prevención de la subnormalidad. Sus publicaciones científicas lo fueron en revistas de categoría contrastada y por supuesto en los Anales Españoles de Pediatría, la publicación oficial de la Asociación Española de Pediatría, así como en revistas internacionales. A todo ello se unieron sus libros, entre los que destacan Lecciones de Pediatría en dos volúmenes (Zaragoza, 1975, Madrid, 1979) con tres ediciones y posteriormente en 1991 el gran tratado de Pediatría junto a Ángel Nogales Espert con cuatro ediciones. Además, otras monografías como Lactancia natural (Madrid, 1983), encargada por el Ministerio de Sanidad, con M.ª Carmen Arrabal o Tumores abdominales junto a Alberto Valls y Manuel Gutiérrez Guijarro, alcanzaron gran relevancia en la especialidad. A todo ello hay que unir multitud de capítulos en libros nacionales e internacionales. Su labor científica queda expresada en un hecho de gran importancia y alcance como fue la dirección de 37 tesis doctorales y 86 tesinas de licenciatura. Su empeño en que todos aquellos que le rodeaban alcanzaran el grado de doctor o se iniciaran en los principios de la investigación alcanzó su frutos y buena prueba de ello son tales datos. LA ACADEMIA Para el profesor Casado ingresar como académico de número en la Real Academia Nacional de Medicina fue como una ilusión hecha realidad. Lo hizo en 1992 con el discurso El crecimiento y sus trastornos (1992) que fue contestado por el siempre recordado maestro Hipólito Durán Sacristán. Un gran discurso lleno de reflexiones basado en su gran experiencia e investigaciones en esta materia a lo largo de su vida. Para él, la Real Academia fue como una continuidad excepcional de cuanto había soñado en su vida. Su asistencia a todo tipo de sesiones se convirtió en la norma, manifestando, siempre que podía, el gran nivel de todos los académicos. Su respeto hacia ellos fue manifiesto, de la misma forma que asumió cuantos encargos le fueron asignados por la Junta Directiva. Siendo el que les habla Presidente de la Institución, la Junta Directiva, le nombró miembro de la Comisión que redactó los Estatutos y posteriormente responsable de la Comisión del nuevo Reglamento. Además de ello, formó parte durante muchos años de la comisión del Museo Infanta Margarita, al que donaría su colección de fotografías pediátricas, de la misma forma que participó muy activamente en la redacción del Diccionario de Términos Médicos. En el año 2009 dictó la lección inaugural 2009 Desafíos de la Pediatría y en el año 2018 fue distinguido con la placa de Antigüedad académica. Digno de mencionar, sin entrar en el detalle de ellas, es el número de conferencias que dio durante sus años de vida académica, concre- tamente veintidós. En los últimos años, a pesar de sus limitaciones, acudía a cuantas sesiones podía. Salvo los últimos meses, no perdí nunca el contacto con él, o bien me llamaba por teléfono o lo hacía yo, y siempre que lo hacíamos me preguntaba por la academia, como estaban los académicos y como se iban desarrollando los diferentes proyectos. Debo decir que durante mi mandato como Presidente de la Academia fue uno de los apoyos fundamen- tales de los que gocé, ofreciéndose siempre a cualquier tipo de trabajo que hubiera que hacer. Nunca olvidaré su entrega, afecto y disposición a colaborar con los proyectos que pusimos en marcha.

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