Anales de la RANM
38 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O An RANM. 2025;142(01).supl01: 35 -40 NECROLÓGICA EN MEMORIA DE ENRIQUE CASADO DE FRÍAS Manuel Díaz-Rubio Hoy las Reales Academias, y por supuesto la de Medicina, debaten sobre los cambios sociales que han tenido lugar en los últimos años y como encajarlos con la irrenunciable exigencia de independencia, competencia y excelencia que siempre las caracte- rizó. El profesor Enrique Casado, desde la diferencia, siempre fue muy disciplinado en el cumplimiento de sus obligaciones y la ley, pero no renunciaba a manifestar sus pensamientos. Me hubiera gustado conocer su posición con respecto a la incorporación de la mujer según la reciente ley de paridad actual y los futuros proyectos legislativos, aunque estoy conven- cido que, con independencia de su pensamiento, se entregaría a la observancia legislativa. Él tuvo que asumir importantes cambios a lo largo de su vida, y aunque le creaban sinsabores y disgustos, siempre los superaba por su fuerte compromiso con las instituciones a las que pertenecía. Pero insisto, en el caso de la Real Academia Nacional de Medicina de España nunca renunciaría con la responsabi- lidad de su voto a la exigencia de independencia, competencia y excelencia señalada. Ello era así porque el profesor Casado se sentía académico en la acepción más profunda de la palabra. Hace años presidiendo un acto de entrega de medallas de Académicos correspondientes realicé una pequeña reflexión sobre las diferen- cias entre ser, estar y sentirse académico: Dije: “ Ser Académico, es simplemente recibir el título que da fe de vuestro nombramiento en un acto como el que hoy celebramos. Uno es Académico a partir de ese momento, lo apunta en su curriculum vitae, enmarca el título, lo cuelga en su despacho, exterioriza su nombramiento, acude a algunas actividades de la Real Academia y pronto se olvida de su condición y de las obligaciones contraídas. En el día de hoy sois sin duda Académicos. Una segunda sería, estar de Académico, es decir cumplir con vuestras obliga- ciones académicas en la asistencia a las sesiones y otras labores encomendadas. En este caso se sería por tanto Académico solo cuando se está en la Academia o se realiza alguna labor para ella. La tercera, y la mas transcendente, es sentirse Académico. Podríamos decir que es la sublimación de nuestro ser académico. Se trata, pues, de un sentimiento superior, donde uno interioriza su compromiso y responsabilidad, y siente el mundo de la Academia como suyo. En este caso uno es Académico las veinticuatro horas del día, y por tanto toda la vida, con independencia de la carga que conlleve. Eso esperamos de vosotros.”. Que hay mucha confusión sobre lo que es la Academia es una realidad, y ya por entonces señalé: “ La Real Academia no es la Universidad, ni los Hospitales, ni Institutos, ni Centros de Investigación, ni Sociedades Científicas, ni Colegios Profesionales, etc, donde sus objetivos son muy específicos, como pueden ser la enseñanza, la asistencia, la investiga- ción o la defensa de los intereses profesionales, por ejemplo. La Real Academia en un lugar de encuentro y debate, en la que desde la libertad personal, no condicionada por nada ni por nadie, afrontamos desde la serenidad un discurso de pensamiento. Aquí no hay escuelas, grupos, presiones, intereses o condicionamientos de ningún tipo, que puedan impedir expresar cuanto llevamos dentro ”. Recuerdo que el profesor Casado celebró mucho mis palabras y en más de una ocasión me las recordó. Él fue un académico ejemplar que era, estaba y se sentía académico las veinticuatro horas del día. Como Federico II el Grande, máximo defensor de las Academias pensaba que “ conocimientos puede tenerlos cualquiera, pero el arte de pensar es el regalo más escaso de la naturaleza ”. RECONOCIMIENTOS El profesor Enrique Casado de Frías recibió un sinfín de reconocimientos, tanto de sociedades de pediatría españolas como de países iberoame- ricanos, que no enumeraré, de los que nunca presumió. Sin embargo, algunos de ellos los llevaba en el corazón por cuanto significaban en su vida. Uno la Gran Cruz Alfonso X El Sabio (1990) expresión de su dedicación a la Universidad y otra su nombramiento como Presidente de Honor de la Asociación Española de Pediatría, especialidad a la que dedicó toda su vida como médico, y de la cual fue su Presidente entre 1985 y 1988. De la larga nómina de reconocimientos y distin- ciones, quisiera destacar, por lo que para él significaban, su nombramiento de Soriano saludable, Colegiado de Honor del Colegio de Médicos de Soria y Patrono de la Fundación Científica Caja Rural de Soria. Igualmente, no quiero dejar de mencionar su pertenencia como patrono de la Fundación Belén, un gran honor como siempre decía. EL MÉDICO El profesor Enrique Casado fue un gran médico en el sentido más profundo de su significado. Gran vocacional, se volcó con los enfermos, niños, con una fuerza y renuncia fuera de lo común. Desde muy joven, sus horas de dedicación a la medicina fueron en aumento, de la misma forma que aquellas que destinaba al estudio, no solo para preparar oposiciones o clases, sino para saber más, estar al día y poder entender y solucionar, en su caso, a aquellos niños con patología complejas, sin acceso, la mayoría de las veces, a alternativas terapéuticas. No es momento de analizar, ni de forma superfi- cial o en profundidad, los grandes cambios de la Pediatría a lo largo del siglo XX y el actual. Sí señala- remos que el profesor Casado vivió dos medicinas muy diferentes, una medicina fundamentalmente clínica y otra medicina muy tecnológica desarro- llada en las dos últimas décadas del siglo XX. Junto a ello, disfrutó también de recursos terapéu- ticos que no pudieron disponer aquellos niños que trataba al comienzo de su vida como médico. La explosión terapéutica de la que hemos disfrutado hubiera salvado tantas vidas de niños que hubiera sido el colmo de su felicidad.
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