Anales de la RANM
39 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O An RANM. 2025;142(01).supl01: 35 - 40 NECROLÓGICA EN MEMORIA DE ENRIQUE CASADO DE FRÍAS Manuel Díaz-Rubio Todo ello lo valoraba altamente y no pocas veces trasmitió en esta Academia el recuerdo y el sufrimiento que le producían algunos niños que en su día no pudo tratar correctamente y que veinte años después, gracias a las innovaciones diagnósticas y terapéuticas, sus problemas habrían sido resueltos. El profesor Casado fue un excelente clínico, forjado en una medicina muy dura, exigente y sacrificada, con escasos recursos diagnósticos y terapéuticos. Era tremendamente meticuloso en el interrogatorio y la exploración clínica, insistiendo en que esta nunca se acaba, y que incluso un nuevo interroga- torio y una segunda exploración permitían profun- dizar de tal forma que llevaba al diagnóstico en los pacientes más complejos. Para él la historia clínica y la exploración nunca estaban agotadas. Gracias a ello sus aciertos diagnósticos y terapéuticos fueron siempre muy llamativos y su opinión recabada en el día a día de su actividad clínica. Con todo ese bagaje de conocimientos se explica como alcanzó las más altas cotas de prestigio en la profesión, llegando a ser el pediatra consultor de altas personalidades tanto nacionales como internacionales. Cuando uno cuenta a las nuevas promociones como era la medicina en esa primera etapa de la vida como médico del profesor Casado muestran gran sorpresa, tanto que llegan a creer que esos esfuerzos clínicos están sacados de algún libro de historia antigua o de ficción. Los cambios que él vivió y que revolucionó nuestra medicina, están a la vista de todos. Pero, además, señalaba siempre que tenía la oportu- nidad, que en un futuro se produciría transforma- ciones que llegarían incluso a abandonar, aspectos y principios esenciales de la medicina. A princi- pios de 2018 impartí una conferencia en esta Real Academia sobre “ El paciente en la medicina actual ” y finalizaba con una reflexión de Pedro Laín a otra de Jean Rostand en su libro de 1961, Homo biologicus . Rostand proponía el siguiente futurible “ He nacido de una semilla bien seleccio- nada e irradiada con neutrones; se eligió mi sexo, y he sido incubado por una madre que no era la mía; en el curso de mi desarrollo, he recibido inyecciones de hormonas y de ADN; se me ha sometido a un tratamiento activador del córtex; después de mi nacimiento, algunos injertos hísticos han favore- cido mi desarrollo intelectual; y actualmente me someten cada año a una cura de sostenimiento para mantener mi mente en plena forma y mis instintos en óptimo tono”. Y finalizaba: “No puedo quejarme de mi cuerpo, de mi sexo, de mi vida. Pero ¿qué soy yo, en realidad? ”. A ello, Laín contestó: “ Eres, por lo pronto, un ente que puede enfermar y que un día u otro estará enfermo. Y entonces, desde el fondo mismo de tu ser, sentirás la necesidad de que te atienda y ayude un hombre dotado de saberes técnicos especiales y dispuesto a conducirse como amigo tuyo. Con menos palabras, un buen médico ”. Y finalizaba: “ Los progresos de la técnica, ¿traerán consigo la posibilidad de una medicina en la cual sea inútil la relación directa entre el médico y el enfermo? No lo creo. Mientras haya hombres, habrá enfermedades y habrá médicos” A propósito de esto y los vertiginosos adelantos, un día en el salón amarillo el profesor Casado me manifestó: ¡Qué verán las nuevas generaciones! Nada será imposible e incluso los médicos podemos llegar a sucumbir. Desde luego lo que vendrá no nos cabría en nuestras cabezas, aunque en ella ya hemos metido algo tan revolucionario como la inteligencia artificial. Algunos ejemplos, como consecuencia de ella son: La Unión Europea ha puesto en marcha una iniciativa para el desarrollo de gemelos humanos virtuales que permitirán diagnósticos y propuestas terapéuticas sin recurrir a riesgo alguno con los humanos reales. En ella trabaja ya el CNIO y el Barcelona Supercompu- ting Center, y pronto comenzaremos a ver resultados increíbles. Por otra parte, se habla de futuras cabinas en las calles, como aquellas del fotomatón, que harían diagnósticos instantáneos de todo tipo de enferme- dades, refiriendo al sujeto a centros terapéuticos en los que nuevas cabinas decidirían el tratamiento adecuado, sin intervención de médico alguno, ni incluso en la cirugía que sería totalmente roboti- zada. En Argentina ya existen en lugares restringidos las llamadas Estaciones diagnósticas, aunque con objetivos muy limitados. Nada imaginable está tan lejos como pensaba el profesor Casado. EL MAESTRO Y SU ESCUELA El profesor Casado de Frías, formado en una medicina universitaria basada en la Cátedra, fue capaz de asumir cuantos cambios, algunos con gran sentimiento, se produjeron en las estructuras universi- tarias y sanitarias. Siempre pensó que eso hacía daño a las escuelas clásicas, pero, como hombre de ley, aceptó el reto de convivir con los llamados universitarios puros y los que creían tan solo en la asistencia sanitaria. Gracias a su prestigio y sus dotes personales creó un grupo de trabajo de un altísimo nivel mezclando a todo tipo de profesores con aquellos médicos en los que su aspiración era tan solo asistencial. A todos, a los que respetaba profundamente, los consideraba sus compañeros, con independencia de que unos se consideraran y fueran sus auténticos discípulos en el sentido clásico, y otros colabora- dores o simplemente subordinados en la estructura sanitaria. En cualquier caso, sentía pasión por todos ellos, lo que significaban, el trabajo que realizaban y la unión que percibía en la Cátedra y el Servicio. Entre tantos de los que se rodeó no quiero dejar de citar, aunque alguno puede olvidárseme a: Ricardo Escribano, Fernando de Juan, Pilar Flores, Francisca López Such, Serafin Málaga en Salamanca, José Luis Olivares, Jesús Garagorri, Valero Pérez Chóliz, Aurora Lázaro, Alejandro Gasca en Zaragoza y en Madrid Ángel Nogales Espert, Manuel Moro Serrano, Pedro Herrera Andújar, M.ª Carmen Arrabal Terán, Francisco Valverde Moreno, Domingo Nieto Balmaseda, Sabino Angulo, Jaime Campos Castelló, José Arizcun Pineda, Francisco Reverte Blanco, Florencio Balboa de Paz, José Chicote de Paz, Carlos Maluenda y José Luis Ruibal.
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