Anales de la RANM

40 A N A L E S R A N M R E V I S T A F U N D A D A E N 1 8 7 9 S U P L E M E N T O An RANM. 2025;142(01).supl01: 35 -40 NECROLÓGICA EN MEMORIA DE ENRIQUE CASADO DE FRÍAS Manuel Díaz-Rubio EL HOMBRE. SUS AFICIONES Los que hemos conocido al profesor Enrique Casado sabemos cómo era. Un castellano serio, compro- metido con su palabra y entregado a los demás, empezando por su familia. Hipólito Durán decía de él en su discurso de ingreso “Tiene una apariencia secante y seria, pero eso es por fuera; por dentro es un hombre entrañable, cariñoso y generoso, que no se vende por nada, aunque es capaz de regalarse por amistad y amor” . Yo doy fe de ello, Enrique Casado era de esas personas que cuando uno las conoce en la cercanía queda atrapado por sus principios y genero- sidad. Impregnado de la cultura del esfuerzo, junto a una gran inteligencia y enorme memoria, unía una sencillez y claridad expositiva determinante. Su nobleza, lealtad, tolerancia, espíritu de sacrificio y sentido de la amistad se percibía rápidamente. Ya hemos dicho las importantes raíces castellanas, de Soria en concreto, de Enrique Casado de Frías. Las llevaba en lo más profundo de su ser y su vida no hubiera tenido sentido sin vivirla tan profun- damente como lo hizo. Sentía pasión por la que consideraba su tierra. En más de una ocasión le oí repetir una frase de Antonio Machado que se aplicaba a sí mismo: “ Si la felicidad es algo posible y real, yo la identifico mentalmente con los años de mi vida en Soria y con el amor de mi mujer ”. Juan Manuel Ruiz Liso, un médico y escritor impres- cindible en la vida de Soria, ha dicho recordando a Enrique Casado que “Soria no es una tierra de paso, sino una tierra para contemplarla, para sentirla y para vivirla. Quien así lo hace se impregna de su esencia y, su carácter, queda marcado por la seriedad, la sobriedad y por la capacidad para distinguir entre lo superfluo y lo necesario” . Si en todo ser humano hay un algo más que su profesión, aficiones, en Casado de Frías encontramos la pasión que sentía por Soria y su provincia, a cuyo conocimiento más profundo dedicó muchas de sus horas de asueto y descanso. El propio Ruiz Liso me comentaba que le encantaba recorrer cada pueblo soriano, conocer su historia y el arte que allí encontraba. Poco conocido es su dedicación a la fotografía y en este sentido fotografió cientos y cientos casas rurales, ermitas, fuentes, calles, esquinas, y todo aquello que imprimía carácter a cada pueblo. Su intención era publicar una guía de todo ello con información detallada de cada una de ella. Sin embargo, alguien le tomó ventaja y publicó algo similar. Tal situación le desilusionó y acabó renunciado a seguir con este cometido. Según me consta, en su archivo familiar descansa todo cuanto realizó en este sentido. Su afición a la arqueología, al arte y la historia le llevó a seguir las huellas de Garci Fernández, que fue conde de Castilla entre los años 970 y 995 y en concreto en la búsqueda en Langa de Duero del paraje conocido como peña sigilata o piedra sellada donde, al parecer, el conde perdió la vida en su última batalla. El profesor Enrique Casado, con su generosidad característica, mostró el hallazgo a Clemente Sáenz y Emilio Ruiz los cuales divulgaría este hecho histórico. No ocultaba nada, cuanto sabía lo compartía y cuanto descubría lo ofrecía a los demás mostrando un espíritu de gran genero- sidad, la misma que ponía de manifiesto con sus discípulos. LA FAMILIA En la familia tenía el eje de su vida, todo cuanto le alimentaba y le daba fuerzas para progresar, para vivir. Su mujer, Conchita, como la llamaba, era todo para él. La admiraba y se dejaba guiar por ella en los asuntos más transcendentales de sus vidas. Siempre estaban juntos y simplemente con ello demostraban lo que significaban el uno para el otro en su vida y en la de sus cinco hijos y once nietos. Por sus hijos sentía algo más que amor paternal. Mucha pasión y admiración, a la vez que sufría por ellos cuando las cosas no venían por los caminos placenteros de la vida. Yo le vi sufrir terriblemente en algunos momentos de su vida que superaba con su enorme fe religiosa y la ayuda de esa inmensa familia. Finalizo mostrando nuevamente mi pesar y el de la Real Academia por su pérdida. Su espíritu estará siempre presente en todos nosotros y ese sillón que hoy luce el lazo negro permanecerá impregnado eternamente de cuanto aportó, sintió y entregó a la Academia y a todos nosotros. Nuestro abrazo a toda la familia, a su mujer, Conchita, y a todos sus hijos, a Enrique, prestigioso oncólogo, así como a Blanca, María, Beatriz y Lucía, y a sus 11 nietos, trasmitiéndoles los sentimientos más profundos de respeto y admiración a su figura y lo que representó, asegurándoles que nunca será olvidado. Unas palabras más con una petición. Les ruego a todos los presentes que eviten aplaudir al que les habla al finalizar esta intervención y en su lugar mantengan silencio, un silencio que llenarán con el recuerdo imperecedero de lo fue el profesor Enrique Casado de Frías para todos, para cada uno de nosotros y para esta Real Academia. He dicho. Si desea citar nuestro artículo: Díaz-Rubio M. Sesión necrológica en memoria del Prof. Enrique Casado de Frías. An RANM. 2025;142(01).supl01: 35– 40. DOI: 10.32440/ar.2025.142.01.supl01. art07

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