Año 2020 · Número 137 (01) · Supl. 01

Enviado: 05.11.19

Sesión Necrológica del Excmo. Sr. D. Francisco López Timoneda

Excmo. Sr. D. Francisco López Timoneda, in memoriam

DOI: 10.32440/ar.2020.137.01.supl01.art03

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Las sesiones necrológicas en esta Academia se constituyen siempre como una especie de oración fúnebre en la se trata de recordar al compañero, rememorar sus virtudes, ponderar su legado y reconfortar a su familia y amigos.

Hoy en este acto además y a través de nuestro archivo quedará anclado para siempre en la memoria de la Institución el Dr. López Timoneda, como el primer Académico de Número especialista en Anestesia, Reanimación y terapéutica del dolor.

De todas formas, qué triste honor, qué triste encargo despedir aquí al amigo entrañable, dando sólo algunos apuntes biográficos que ojalá puedan reflejar su personalidad. En realidad esto no se consigue nunca de forma plena, porque el enigma humano en su plenitud es prácticamente insondable y los hechos, lo dicho y lo escrito, aunque sean imprescindibles, no reflejan cabalmente lo vivido.

Por eso, el relato inicial siempre parece parcial e incompleto para los que le conocieron, injusto incluso en algún sentido, pero cuando en la memoria comienzan a perderse los matices, cuando los rasgos se difuminan, entonces el relato, lo escrito deja de ser un báculo de la memoria y se convierte en un sustituto integral de la misma , nos encontramos con un texto canónico, invariable ya, que sustituye a lo que en su día fue un ser humano espléndido. En cierto sentido la biografía se apodera del personaje.

Por ello, por respeto a la Academia y a sus deudos debería yo ser hoy particularmente cuidadoso, para transmitir la imagen de una vida más que la de sus acontecimientos. Se trata pues más de interpretar que de narrar.

Dejó escrito el Conde de Buffón que el hombre es el estilo. Esto viene a significar que cada ser humano tiene una especie de centro de gravedad o centro tonal, y dar con ese centro, identificar el estilo es el quid de la cuestión para guardar en nuestros archivos y en nuestra memoria, un relato que contenga, aunque solo sea de forma parcial el auténtico latido de la vida de Francisco López Timoneda.

Debo advertir sin embargo y antes de seguir, que todo lo que pueda decir sobre López Timoneda estará siempre teñido por un sesgo de observador, porque su vida sólo la puedo narrar e interpretar desde el afecto, el cariño y la amistad. Por lo tanto, la objetividad únicamente se podrá encontrar en los datos, no en la interpretación de los mismos. De esta forma quedaré en paz con su historia y a gusto conmigo mismo. Por eso no me importa afirmar aquí, sin que sea conclusión sino premisa, que raramente he conocido a ningún otro ser humano más ajeno a la malevolencia, a la vanidad o la falsedad, ni tampoco más proclive a la bondad de corazón y a la fortaleza de espíritu.

Los datos más relevantes de su biografía los he recogido del propio CV que entregó a la RANME cuando ingresó en la misma en 2013, del discurso de contestación de Exmo. Sr. D. Enrique Moreno, de los obituarios de Calatayud, Abengoechea, de los recuerdos de su esposa, la Profesora Dña. Carmen Gaseo y en menor medida de los míos propios.

Francisco López Timoneda nació el 1 de abril de 1945 en una familia de 7 hermanos. Nace en su casa, como se hacía entonces. En un pueblo de la provincia de Toledo, San Román de los Montes, al que confiesa que “ama entrañablemente”. En realidad, para el extraño es un pueblo agrícola y ganadero, como tantos, cuyas tierras llevan sobre sus espaldas más de mil cosechas y que hoy se siguen trabajando con el amor y la resignación de siempre. Pero lo que para un extraño es un pueblo más, para para López Timoneda es su microcosmos matricial y lo llevará siempre en su corazón. Su pueblo lo hará Hijo Predilecto y le dedica una calle. Esto refleja una relación especular muy especial y es casi un signo distintivo de su vida. Él ofrece su amistad y a cambio recibe también amistad, cariño y reconocimiento de sus más próximos, de los que en cierto sentido le conocen de siempre y que en cierta medida se sienten representados por él.

En el pueblo recibe la educación primaria que sería más o menos parecida a la que recibíamos todos los de su quinta. Cierta rigidez en las formas, lecto-escritura eficaz y educación de la memoria. Recuerda el nombre de su maestro, D. Diógenes, esto les pasa a muchas personas, con la cabeza bien formada, porque aprender a leer y en menor medida a escribir es la aventura intelectual más importante de nuestras vidas, en tanto y cuanto nadie se acuerda de cuando empezó a hablar.

El bachillerato lo cursa en Madrid. Empezábamos entonces a los 10-11 años y fue, desde luego para él, pasar de la vida semiasilvestrada de un pueblo, donde todos los vecinos se constituyen en cuidadores, a la rutina de un internado con los Agustinos de Madrid. Aquello debió representar si no un trauma, que sería mucho decir, si por lo menos una sorpresa. Es el momento en que se descubre que la vida no es un juego y que la fiesta parece haber concluido. De aquellos años recuerda a profesores excelentes, amigos entrañables y también expresado por él mismo a Enrique Moreno, experimenta por primera vez, el sentimiento de la soledad.

La habitual disciplina del internado pudiera haber contribuido a moldear la enorme fortaleza de carácter que puso de manifiesto en muchas ocasiones y también al final cuando las cosas no vinieron tan bien dadas.

Durante las vacaciones volvía a su pueblo y allí, durante el verano, medio en serio medio en broma, colaboraba con las labores agrarias propias de la estación y participaba en las innumerables fiestas del verano. A las fiestas de su pueblo quedó vinculado para siempre y siguió acudiendo toda su vida.

Creo que en estos veranos de contacto con la tierra y con su gente se va fraguando una de las más destacadas características de su personalidad, como lo fue su inmensa sociabilidad. Esta no deja de ser una característica antropológica de nuestra especie y es posible que en la misma tengan su origen los sentimientos morales, pero cuando esta característica está sublimada se convierte en una virtud y no de las menores, fruto de ella serían los innumerables amigos que fue atesorando a lo largo de su vida. Con él he conocido a muchas personas y tengo grandes amigos a los que quiero porque en ellos se reflejan sus virtudes.

Al terminar el bachillerato comienza sus estudios de Medicina en la Universidad de Madrid. Allí había un elenco de profesores excelentes, muchos de ellos Académicos de esta casa. Yo recuerdo y él también lo hacía a Orts Llorca, A. Gallego, D. F. de Castro, Díaz Rubio, Jiménez Díaz, Vara López … pero de la misma forma que era una enseñanza muy exigente, era también extraordinariamente abierta y liberal, de tal forma que era posible disfrutar de una enseñanza práctica de calidad como alumno interno, bien en el Clínico o en otro hospital. Paco eligió esta segunda opción y fue alumno interno del hospital de la beneficencia del Estado, hoy hospital de la Princesa, donde había también un espléndido plantel de jefes de servicio. En el hospital de la Beneficencia debió aprender la medicina necesaria para sacar adelante la carrera con notas muy buenas, pero sobre todo allí conoció a Carmen Gaseo, parece ser que durante una autopsia. Aunque el lugar pueda parecer exótico y el medio relativamente hostil, el matrimonio que formaron en 1972 fue de los de toda la vida, hijos incluidos, Enrique, Ricardo y Patricia, que hoy son ejemplo de inteligencia, laboriosidad y buenos sentimientos.

Cuando existe afinidad física, emocional, moral e intelectual, lo de casarse con una colega tiene sus ventajas porque tienes en casa una consejera leal con conocimiento de causa sobre tu propio negociado. La Profesora Gaseo fue siempre en este sentido una guía profesional valiosísima. Carmen fue una parte indivisible de la vida de Paco López Timoneda y esto lo digo, no como un juicio de valor, sino como un hecho imprescindible para poder entenderle.

En estas cosas del amor es posible que exista un cierto factor de suerte, pero es mucho más importante la “entrega incondicional11 a su familia, como él mismo escribe en su discurso de ingreso, al tiempo que les expresa su agradecimiento, porque sabe que ha recibido lo mismo de su parte

En las relaciones con su familia se manifiesta el hombre entrañable, cálido y próximo que todos hemos conocido.

Antes de seguir por los vericuetos de la vida de mi amigo, me tomo la licencia de exponer muy brevemente el escenario en que discurrió su carrera profesional.

Aun siendo la anestesia la base a partir de la cual se desarrolla la cirugía moderna, su devenir en la historia de la medicina es mucho más gris. A mediados del siglo XIX hay Cátedras de Cirugía General en toda Europa y a comienzos del XX se crean las primeras cátedras de especialidades quirúrgicas y en una época tan tardía como 1940 todavía había hospitales que preferían contratar enfermeros anestesistas antes que a médicos. La anestesia y reanimación se reconoció como especialidad médica en España en el año 1955 y la primera Cátedra es la de la Universidad de Madrid que ocupó el Prof. Elío en 1968. Aun así la especialidad, por su complejidad y sus raíces, está en áreas de conocimiento distintas dependiendo de las Facultades: Farmacología, Medicina o Cirugía.

La asignatura se impartió inicialmente en los cursos de doctorado y no se incorporó al Grado de Medicina hasta 1991, pero para entonces la especialidad y la asignatura ya habían cambiado de nombre. Entonces ya era Anestesia, Reanimación y terapéutica del dolor. Para ambos hechos, el trabajo y la influencia de López Timoneda fueron decisivos.

Si me he desviado un poco es para poner de manifiesto que en semejantes condiciones de inseguridad administrativa, el desarrollo de una carrera docente e investigadora tiene un plus importante de dificultad, porque a lo largo de toda tu carrera te ves obligado a ser el primero o segundo de casi todo. Si no puede decirse que esté todo por hacer, sí que es verdad que no existe un camino ni fácil ni trillado por donde circular.

Terminada su carrera duda unos meses entre la cirugía general y la anestesia, decantándose finalmente por esta última. Por consejo de Carmen va al Clínico por dos razones fundamentales: allí hay una Cátedra de Anestesia que regenta el Prof. Elío desde 1968 y además acababa de incorporarse al Servicio de anestesia Miguel Ángel Na Ida Felipe/ que tenía ya gran prestigio.

Cuando Na Ida gana al poco tiempo la Cátedra de Salamanca López Timoneda1 quema en cierto sentido sus naves y de acuerdo con Carmen que se queda en Madrid1 se va con quien será su maestro, mentor y amigo. En Salamanca es Ayudante de clases prácticas en el Departamento de Farmacología, Profesor Adjunto contratado y también jefe adjunto del Servicio de Anestesia. En Salamanca trabaja, como escribe Enrique Moreno “mañana1 tarde y noche11 y termina convirtiéndose en un anestesista sólido1 experto en cualquier disciplina quirúrgica y bragado en todo tipo de problemas.

Hay un momento en el que su hijo mayor1 Enrique1 llora como hay que llorar cuando un desconocido llega a tu casa de visita. Por esta y otras razones familiares decide volver a Madrid. Regresa al Clínico muy joven y seguirá en él hasta su jubilación1 en el Clínico y en la Facultad pasa por todos los puestos asistenciales y docentes. Durante muchos años tras su regreso desarrolla una actividad clínica muy intensa. Pasó prácticamente por todos los servicios quirúrgicos, sobre todo cuando se trataba de solucionar problemas o introducir nuevas técnicas anestésicas1 era sin duda el mejor anestesista del que disponía el Profesor Elío y hasta cierto punto era lógico ese trasiego permanente de destinos. Por su trabajo incansable con disponibilidad absoluta a cualquier hora y por su extraordinaria competencia1 todos los jefes de cirugía del hospital acabaron teniendo una extraordinaria confianza en el joven Timoneda.

En 1981 es el primer Profesor Adjunto numerario de su especialidad y en el 85 gana la Cátedra de Anestesia de la Complutense y se convierte de esta forma en el segundo Catedrático de anestesia de nuestra Universidad al tiempo que sucede al Prof. Elío en la jefatura de servicio de Anestesiología.

El Currículum vitae del Profesor López Timoneda es muy amplio y está recogido y guardado en nuestros archivos. Se compone de más de 100 trabajos como primer o último autor, 72 capítulos de libro, más de 20 tesis doctorales y 300 comunicaciones a Congresos, de las que por lo menos 70 son internacionales.

Sólo con esto sería suficiente para dejar un recuerdo importante en la memoria colectiva de su especialidad, pero López Timoneda hizo muchas más cosas y dejó huella profunda allí donde estuvo o allí por donde pasó.

Voy a desgranar alguno de los aspectos de su trabajo que creo que son importantes para comprender su perfil médico y humano,

En sus publicaciones el dolor forma un núcleo sustancial de las mismas y en su práctica clínica es una de sus preocupaciones constantes.

En el año 1983 es nombrado jefe del sector del tratamiento del dolor para el área asistencial del hospital Clínico. Cuando es Catedrático, su Cátedra y su servicio, además de la anestesia y la reanimación, comprende el término de terapéutica del dolor y establece por lo tanto en su servicio una Unidad específica.

Es absurdo pensar que López Timoneda fuera el inventor de la terapia del dolor como actividad específicamente médica, pero lo que sí se le debe reconocer es que contribuye de una forma sustancial y decisiva a la introducción de estas unidades en el panorama hospitalario español y algo, que hoy por consolidado nos parece natural, en aquellos 80 no lo era en modo alguno. Su preocupación en este área le llevó a la creación de las unidades de asistencia domiciliaria, inicialmente para el paciente oncológico avanzado en el que no se puede hacer mucho más que el tratamiento sintomático. Esta idea se la reconoce la Administración en 1991 cuando por orden de 13 de Mayo se crea una unidad de asistencia domiciliaria vinculada a su servicio. Estas primeras unidades son el germen del enorme desarrollo que ha tenido luego la asistencia a domicilio. Creo que es de justicia resaltar aquí la enorme influencia que tuvo López Timoneda para la creación de las mismas. Desde el punto de vista de la Docencia, estuvo formando médicos en el área del dolor casi toda su vida. Impartió 28 cursos monográficos de doctorado y muchas conferencias en diferentes foros. Fue también director durante más de 15 años del Diploma de la UCM sobre bases diagnósticas y terapéuticas del dolor.

Seguramente la Sociedad Española tiene una gran deuda de gratitud con el Profesor López Timoneda por su contribución absolutamente decisiva para el tratamiento del dolor en nuestro país.

Ejerció varios cargos importantes a través de los cuales dejó una impronta profunda en el devenir y reconocimiento de su especialidad. Me voy a referir a los que a mí siempre me han parecido más relevantes:

Desde 1993 a 2006, es decir, durante 13 años fue presidente de la Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del dolor. Se trata de una magnitud temporal asombrosa porque exige que durante mucho tiempo exista un nivel de adhesión de todos los socios y de las sucesivas juntas directivas lo que con un carácter menos integrador que el suyo y una menor autoridad científica y moral hubiera sido muy difícil de mantener.

Todos los que estamos aquí sabemos que las sociedades científicas no son siempre remansos de paz. A veces las aguas bajan revueltas y otras veces estallan polémicas, algunas históricas como la V. Bergman con Gluck en la Alemania del siglo XIX. Por ello entiendo que una presidencia tan larga tiene algo de excepcional. Existen muchas claves que pudieran explicarlo, pero las más importantes son cualidades de carácter como la generosidad y también por supuesto una gran inteligencia.

López Timoneda era una persona muy generosa, de tal forma que no patrimonializó la Sociedad, sino que se convirtió en patrimonio de la misma, con una dedicación permanente. A lo largo de los años, nunca pensó que la Sociedad fuera una criatura suya ni siquiera su obra. Creyó que estaba allí para servirla y lo hizo a su manera, con absoluta naturalidad y entrega.

Tuve la oportunidad de hablar con López Timoneda sobre estos asuntos y con una visión muy clara me explicó los diversos objetivos que se había marcado y que creo que durante su presidencia se alcanzaron con éxito:

a) Definición clara de la especialidad con atribuciones y competencias bien establecidas

b) Convertir a la Sociedad en un lugar de encuentro científico regular y de alto nivel

c) Promoción de líneas de desarrollo e investigación tanto desde un punto de vista instrumental como farmacológico.

Al mismo tiempo el sustento económico que necesitan estas organizaciones fue una preocupación constante y no debió tener mala fortuna en este aspecto porque fue capaz de dotar de una nueva sede a la SEDART.

Esta forma de enfocar los problemas con un análisis de la situación y una proyección de objetivos muy bien establecidos, ponen de manifiesto a un hombre muy inteligente. Inteligencia, quiero añadir, que puso al servicio de un proyecto intelectual bien estructurado y en el que su enorme sociabilidad fue el complemento emocional indispensable.

Entre 1990 y 2005 fue además Presidente de la Comisión Nacional de la Especialidad. Era un terreno que conocía bien porque había entrado en la misma unos años antes.

Por aquellos años se planteaban diversos problemas que debían resolver las comisiones: la convalidación de títulos y otros muchos asuntos menores, pero había un negocio de gran importancia que además quedaba casi al arbitrio único de cada comisión, me refiero a la elaboración del famoso libro amarillo, en el que junto con el temario que ya de por si era suficiente declaración de intenciones, en el preámbulo se establecía la definición genérica de la especialidad en cuestión.

De esta forma y en este sentido la presidencia de la Sociedad y la de la Comisión fueron complementarias para su propósito de fijar el campo de acción de la Anestesiología, reanimación y terapéutica del dolor.

Al respecto quiero señalar su gran realismo, nunca entró en guerras perdidas de antemano ni perdió el tiempo con polémicas inútiles con especialidades de vecindad.

Solo pensando en lo que representan estos dos cargos y lo que hizo con ellos nos damos cuenta que durante muchos años López Timoneda se convirtió en el anestesista más influyente de nuestro país. También hay que decir, para hacerle justicia, que ejerció esa influencia con mesura, nunca en beneficio propio y siempre en beneficio de la rama de la Medicina que ejerció.

Hay un tercer cargo, el de Director Médico, que quizás sea menos importante para el interés general, pero de suma trascendencia para todos los que fuimos sus compañeros en el Hospital Clínico San Carlos.

Cada hospital tiene sus propias dinámicas, su historia, sus costumbres y también su escala de valores. En el Clínico la adscripción universitaria de más de 300 años es capital. Por lo tanto, la docencia y la investigación podrían haber producido un cierto desequilibrio sobre la asistencia, si no fuera porque se enseña e investiga asistiendo.

Pero hay que reconocer que determinadas cuantificaciones de la asistencia, como listas de espera, estancias medias, etc. no se encontraban en el núcleo duro de nuestra cultura y esto es algo que era imprescindible adquirir si queríamos ser competitivos. Paco contribuyó de forma muy importante en esta tarea. Fue nombrado Director en 1998 y los servicios quirúrgicos lo recibimos como si alguien hubiera abierto la ventana. Para un internista o para cualquier especialista no quirúrgico, cuando hay que pasar de las terapias medicas a la cirugía, su libro les dice escuetamente “se realizará tratamiento quirúrgico”. Con 4 palabras se resumen años de entrenamiento, de afrontar el riesgo y asumir el fracaso de una forma tan manual como tangible y aunque la comprensión cognitiva se acaba imponiendo, se hable con quien se hable, el cirujano siempre que se encuentra con alguien del equipo, percibe una comprensión previa, una comprensión emocional que hace del dialogo algo más espontaneo, más fluido y más resolutivo.

Hasta su cese voluntario en 2002 el Hospital sufrió una transformación profunda primero con Equiza y luego con Soto como gerentes. Se confeccionó un Plan Estratégico, la Fase I del Plan Director, se creó la Fundación de Investigación, el Instituto Cardiovascular, las unidades de corta estancia y muchas más cosas en las que derrochó trabajo, inteligencia e ilusión. No fue un Director corriente. Yo lo recuerdo como uno de los mejores. Ayer mismo, su hospital le rindió homenaje poniendo su nombre a una de las aulas del Pabellón Docente, que se construyó durante su etapa como Director.

Hemos visto hasta aquí al Timoneda afable, comprensivo, gran organizador, pero era también hombre de principios que defendía con fortaleza cuando era necesario. Lo demostró en diversas ocasiones. Una de ellas muy sonada, por cierto a raíz de unas sedaciones irregulares en un hospital de Madrid, no doblegó su opinión frente a las presiones de todo tipo que tuvo que sufrir, y así como fue un gran defensor de los cuidados paliativos, sus opiniones sobre la eutanasia se expresaron con contundencia en dos artículos del 2007 y 2008.

La relación de López Timoneda con la Academia viene de largo. Ingresó como Académico correspondiente honorario en 1996 con un discurso titulado “Magnitud del Dolor en la Sociedad actual”, donde hizo un repaso sobre el estado de la cuestión y se abordan aspectos muy prácticos sobre lo que es una clínica de dolor, asistencia domiciliaria y docencia sobre el tema, desde esa fecha acudía con regularidad a todas las sesiones y se convirtió por así decirlo en el Anestesista de la Casa

Ingresó como Académico de Número el 17 de Febrero de 2015 con un discurso que es un repaso enciclopédico sobre la historia, desarrollo y estado actual de su especialidad. En cierto sentido es una síntesis acertada y exacta de su concepto global de la especialidad tras muchos años de experiencia. Poco después fue elegido bibliotecario ya a pesar del corto periodo en el que estuvo en el cargo se hizo con la situación de forma inmediata y capto subvenciones importantes para la Biblioteca y Archivo.

Después de estas líneas, mi conclusión es que tras la apariencia de un hombre corriente se encontraba un ser humano excepcional, una persona que creo cosas importantes, definió otras con da ridad y modernizó muchas más. Entre lo que había cuando empezó y lo que queda después de su partida la diferencia es tan notable que se puede hablar de un antes y un después de su andadura, esto es muy raro que se pueda decir de nadie y por eso insisto en su excepcionalidad.

Tuvo un gran número de amigos y además de muy diversa condición, lo cual deja entrever una actitud abierta hacia todo saber. Eso se manifestaba como una transigente comprensión y tolerancia ante cualquier ideología, opinión o conducta que no repugnase a los más elementales sentimientos humanos. Profesó la religión de su patria con sinceridad pero sin dislates de santería, amó a la ciencia sin delirios de conocimiento universal y mantuvo durante muchos años un respetuoso idilio con el mar, donde nos encontrábamos con frecuencia.

Comentando a Terencio, Michel D’Equiem, escribe que nadie está libre de decir necedades, lo malo, añade el Sr. de Montaigne, es decirlas con esmero.

Es más que probable que hoy haya caído en ambos pecados pero estoy tranquilo, porque estoy seguro que si él estuviera aquí me hubiera perdonado, porque con todo lo que hemos pasado juntos esto de hoy iba a ser lo de menos. De este modo y siguiendo su ejemplo, perdono yo de antemano al compañero que en ocasión parecida tenga que hacer plática semejante sobre mi propia persona.

Voy acabando y no lo puedo hacer sin palabras específicas de consuelo para su querida familia y sus muchos amigos.

Tomo prestadas palabras, con casi 2000 años de antigüedad de un viejo sacerdote del culto de Apolo en el Santuario de Delfos.

Estando de viaje se entera de la muerte de su hija de 2 años. Se trataba de una niña que el matrimonio había deseado de forma muy especial después de 4 hijos varones. Escribe a su esposa una carta muy hermosa que derrama humanidad y termina con una reflexión. Dice a su mujer que “las situaciones de turbulencia exigen un dominio que combata no contra la afectividad como algunos piensan, sino contra la disciplina del alma”. Entiendo que Plutarco se refiere aquí a una afectividad que nos humaniza y a una disciplina que nos confiere dignidad y nos coloca en la senda del consuelo.

El Excmo. Sr. D. Francisco López Timoneda, un hombre sobrio y fuerte, generoso, cristalino, decente hasta la médula merece ser recordado con cariño infinito pero también con una gran serenidad.

DECLARACIÓN DE TRANSPARENCIA

El autor/a de este artículo declara no tener ningún tipo de conflicto de intereses respecto a lo expuesto en el presente manuscrito.

Autor para la correspondencia
Joaquín Poch Broto
Real Academia Nacional de Medicina de España
C/ Arrieta, 12 · 28013 Madrid
Tlf.: +34 91 159 47 34 | Email de correspondencia
Anales RANM
Año 2020 · 137 (01) · Supl.01 · páginas 34 a 38
Enviado*: 05.11.19
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