Año 2018 · número 135 (01)

Enviado: 23.01.18
Revisado: 30.01.18
Aceptado: 27.02.18

Anastasio Chinchilla, Historiador de la Medicina, en el 150 aniversario de su muerte

Anastasio Chinchilla, Historian of Medicine, on the 150th Anniversary of his death

DOI: 10.32440/ar.2018.135.01.rev01

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Resumen

El 15 de marzo de 2017 se cumplió un siglo y medio de la muerte de uno de los clásicos españoles historiadores de la medicina que también ostentó, en su dilatado currículo, el título de Académico de la Real Academia Nacional de Medicina y cuyo retrato, acaso el más elegante, puede contemplarse en la pinacoteca del llamado “Salón amarillo” de esta corporación. El fin de este trabajo es la revisión de su obra historiográfica y la indagación de su pervivencia.

Abstract

On March 15, 2017, one and a half years have passed since the death of one of the classic Spanish historians of medicine who also held the title of Academician of the Royal National Academy of Medicine in his long curriculum and whose portrait, perhaps the most elegant, can be seen in the gallery of the so-called “Salón amarillo” of this corporation. The purpose of this work is the revision of his historiographical work and the investigation of its survival.

Palabras clave: Historia; Medicina; Historiografía; Anastasio Chinchilla; España.

Keywords: History; Medicine; Historiography; Anastasio Chinchilla; Spain.


Introducción

I – Biografía
En el seno de una familia acomodada, Anastasio Chinchilla y Piqueras nació en la villa valenciana de Ayora el 27 de abril de 1801 (1).

Entre 1810 y 1813 acudió a una cátedra de Gramática latina en su pueblo. Realizó estudios eclesiásticos en Orihuela desde 1815, cursando tres años de Filosofía y cuatro de Teología y aún llegó a desempeñar la cátedra de Lógica y Metafísica en el Seminario, durante nueve meses. Hizo oposiciones al curato de Crevillente y las aprobó, concediéndole el Obispo de Orihuela el título de Maestro de Ceremonias y Examinador de los Ordenantes, cargo que desempeñó solamente durante dos meses. El 12 de febrero de 1819, en el mismo Colegio-seminario, logró el bachillerato en Artes liberales.

Carente de la necesaria vocación religiosa, abandonó al fin esta carrera y se matriculó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia en el curso 1820-21. El 20 de abril de 1823 abandonó la Facultad. Chinchilla se alistó en el Ejército al mando de Rafael Sempere y obtuvo una plaza de practicante en el Hospital militar, puesto que desempeñó por espacio de diez meses. Decidido a continuar sus estudios, escribió al vicerrector del San Carlos, con fecha 4 de octubre de 1824, para que le convalidara el tercer curso y le permitiera matricularse del siguiente en Cirugía, lo cual consiguió y cursó el quinto curso entre 1825-26, recibiendo el 24 de julio de este año el título de Bachiller en Cirugía Médica. Chinchilla regresó a filas durante nueve meses más como practicante y sumados todos los días de servicio le daba derecho a obtener una gracia que le conmutara la realización de un sexto curso (1826-27). La obtención del grado de bachiller en medicina quedaba a un paso; tras realizar el examen correspondiente lo obtuvo el 18 de diciembre de 1827. La licenciatura en medicina la logró en febrero de 1829 y, finalmente, la culminación académica con el grado de doctor tendría lugar sino en 1846, favorecido por la publicación de sus “Anales de la Medicina”.

Con el título de licenciado en medicina y cirugía en su poder, firmó las oposiciones anunciadas en la Gaceta del 1 de enero de 1829 para proveer las plazas vacantes de algunos balnearios. Ese mismo año se presentó a la plaza de médico titular de Cebreros del Rey (Ávila) que desempeñó hasta agosto del año siguiente, dejando escrito un texto –que incluye un cuadro sinóptico y un plano de la villa- sobre el lugar titulado Disertación histórico-físico-médica de la villa de Cebreros, que presentó a la Real Academia de Medicina para optar al título de socio corresponsal si bien no consiguió su propósito.

Intentó establecerse en Madrid y firmó en 1831 oposiciones vacantes en el Cuerpo de Sanidad Militar, ganando una por oposición, en 1832 ganó otra vacante, de cirujano, en la Real Familia y Sitios Reales, si bien durante este sexenio los inconvenientes serían notorios. El 13 de julio de este año fue nombrado “Ayudante de profesor del Hospital militar de la Plaza de Ceuta”, cargo del que no llegó a tomar posesión pues por R.O. de 11 de septiembre fue promovido a Tercer profesor médico cirujano, pasando el 29 de abril siguiente a Segundo profesor, con destino en el segundo batallón del Regimiento de Infantería de Borbón, incorporándose en Santiago de Compostela y asistiendo después a las guerrillas castellanas contra las tropas partidarias de Isabel II. El 15 de enero de 1835 fue promovido a Primer profesor, con destino en el Primer batallón del Regimiento de Infantería de Castilla. Agotado por los servicios en tantas refriegas obtuvo licencia para recuperarse en Madrid, concedida el 20 de diciembre de 1835. El 23 de marzo siguiente fue destinado al Hospital militar de Madrid como Primer ayudante de Cirugía hasta que fuera nombrado en 1840 Jefe facultativo de Cirugía, con destino en la división que habría de operar en las provincias de Cuenca, Guadalajara y Albacete, disuelta la cual regresó a Madrid en espera de destino, que fue el de la Inspección de Cirugía en el Hospital militar de Madrid y al mes siguiente, octubre, en el de Valencia. Aquí estaba cuando iniciada la sublevación por O’Donnell, Narváez, Serrano, Prim y Concha contra la Regencia de Espartero, solicitó en 1843 formar parte de la expedición a Andalucía a las órdenes del último, quien acabaría agraciándole como Viceconsultor supernumerario, regresando finalmente a Valencia. No cesaría en su participación militar en el campo de batalla, llegando a Viceconsultor efectivo de Medicina. En 1847 fue nombrado Consultor efectivo, con las consideraciones de Teniente Coronel de Infantería, teniendo no poco que ver la publicación de sus Anales históricos de la Medicina. El Capitán General de Cataluña, Manuel de la Concha, lo reclamó y se presentó en el cuartel general de Granollers y en 1848 era destinado a la Capitanía general de las Vascongadas como Jefe de Sanidad Militar, donde permaneció unos meses antes de regresar a Cataluña ese mismo año, después a Extremadura aunque no se llegó a incorporar aquí pues se dispuso que quedase agregado como vocal de la Junta Consultiva del Cuerpo con la comisión de escribir una memoria sobre Higiene militar, permaneciendo en este encargo hasta 1853 en que se dispuso su pase a Badajoz pero por motivos de salud fue trasladado a Valladolid, donde permanecería durante un trienio, hasta que permutara su cargo de Subinspector en Andalucía, siendo jubilado en 1857. En 1864 solicitó el reingreso en Sanidad Militar y le fue concedido, como Inspector médico supernumerario, causando baja en 1865 por razones de edad.

Fue enorme su dedicación a la sanidad militar, pero no fue todo. Mientras residió en Madrid desempeñó en el Ateneo científico y literario la cátedra de Historia de la Medicina española, nombrado por la junta directiva en 1837. Asimismo fue catedrático de Zoología en 1837 (en 1836 y 37 estudió dos cursos de Zoología, siguiendo estudios que le permitieran obtener el título de Licenciado en Ciencias Naturales, que se le expidió en 1851.) En 1841 explicó en El Liceo Valenciano, del que fue uno de sus fundadores, la asignatura de Medicina legal y forense.

Participó activamente en la epidemia de cólera de 1855 en Ayora, su localidad, donde en tal fecha se hallaba disfrutando licencia por enfermo.

Fue médico-director del balneario de Villatoya (Albacete), y de Elorrio durante cuatro temporadas.

Residía en Madrid en 1866, con su esposa e hijos pequeños, recomendándole sus compañeros médicos se trasladara a Sevilla a causa de sus molestias crónicas. Siguió el consejo pero se agravaron las dolencias y otorgó testamento el 26 de enero de 1867, falleciendo en la ciudad de Sevilla a las doce de la noche del 15 de marzo de este año, habiendo cumplido sesenta y cinco años. Recibió sepultura en el cementerio de San Fernando al día siguiente. La Real Academia de Medicina de Madrid, en sesión de 26 de dicho mes daba cuenta del suceso, dedicando su presidente, Marqués de Toca, laudatorias palabras en su memoria.

Salcedo y Ginestal inicia de este tono el capítulo VIII, dedicado a su personalidad: Tarea difícil la del presente capítulo, por tratarse en él del carácter del Dr. Chinchilla y de su conducta moral que ha sido puesta en tela de juicio en distintos periodos de su vida. A los testimonios documentales consultados por Salcedo hay que añadir los personales, transmitidos oralmente por quienes convivieron con Chinchilla incluso en su niñez, no obstante biógrafo y biografiado fueron coetáneos durante casi dos años, en los cuales a buen seguro siguió su rastro incluso sin esfuerzo pues la presencia pública de Chinchilla, más allá de lo propiamente sanitario o militar, fue notoria.

Fueron sus enfrentamientos con el mando militar recurrentes y hasta clamorosos tanto como frecuentes, probablemente debidos a su carácter indómito y si no causó baja en el Ejército, a buen seguro fue más por asegurarse un sueldo que por vocación castrense, la cual queda en entredicho en varios pasajes de su carrera. Incluso sufrió episodios como el del 18 de agosto de 1847, cuando yendo a pasar consulta al Hospital militar de San Pío V, en Valencia, sufrió al amanecer una puñalada en la espalda que frenó la escápula izquierda, comentándose que este atentado se cometió “por encargo”.

Chinchilla, Académico

Quiso Chinchilla relacionarse con lo más granado de la medicina madrileña y presentó sus méritos en la Real Academia de Medicina. Para ello aprovechó su estancia como médico de partido para redactar su Disertación histórico-físico-médica de la villa de Cebreros, memoria de 98 páginas que presentó a esta corporación para ser admitido como socio corresponsal, propósito que logró (2). Se trata de una de tantas topografías médicas locales, tan frecuentes en el siglo XIX.

Aspiró a la plaza de Académico de número en la sección de “Cirugía” y presentó para ello un trabajo titulado Investigaciones físico-médicas de los meses de Mayo, Junio, Julio y Agosto de 1830, no logrando su objetivo si bien corporación le distinguió con el título de supernumerario (3). Pero no cejó en su empeño y dos meses después, en noviembre, ahora en latín, envió la memoria Disertatio chimico-medica de lacte; de ajusdem speciebus, pro alimento et medicamento sumptis; et de illius praestantia, sive praejuditiis in medicina, logrando esta vez su propósito al alcanzar dicha plaza de Socio de número en la sección de Cirugía (2).

En 1831, a 8 de diciembre, la Academia comunicaba que habían quedado vacantes las plazas de Socio de nº que ocupaban D. Juan Luque y D. Anastasio Chinchilla, por muerte del primero y ausencia del ultimo.

En 1832 hacía dejación del cargo y, con fecha 12 de diciembre, desde su destino en Ceuta como Médico-Cirujano del Tercer Batallón del Segundo Regimiento de Línea, renunciaba a la plaza de Académico, así como a su nombramiento de socio secretario de correspondencias extranjeras.

Recuerda Matilla en su Historia de la Real Academia Nacional de Medicina (4) el llamado “caso Chinchilla” al referirse a la intervención del Gobierno en los asuntos de la Academia, pese a la independencia y autogobierno promulgados en el Reglamento aprobado el 28 de abril de 1861. Pues bien, habiendo conseguido Chinchilla una cátedra en el Real Colegio de San Carlos solicitó que se le considerara Académico nato, conforme al anterior sistema de provisión de vacantes que adjudicaba un sillón al nuevo catedrático, de forma automática. La corporación desestimó la solicitud por antirreglamentaria y le aconsejó seguir el cauce normal pues, además, habida cuenta de sus méritos y circunstancias lograría su propósito sin mayor dificultad.

No fue así. En la sesión celebrada el 3 de julio de 1862 los académicos se vieron sorprendidos durante la lectura de una comunicación gubernamental que trasladaba una Real Orden en la que S.M. Isabel II disponía que fuese nombrado Académico de número al concurrir en su persona méritos sobrados. Acatada esta disposición, el 11 de octubre siguiente se sentaba Chinchilla entre sus nuevos compañeros si bien, continúa Matilla, no volvió a pisar la Academia, pretextando, primero, que estaba constantemente en el extranjero y después, sin pretexto alguno. Reapareció en la sesión de 9 de octubre de 1865, concurriendo con alguna frecuencia aunque siempre en actitud pasiva o indiferente (4).

II – La obra de Anastasio Chinchilla

Habiendo sido un prolífico autor, de temas muy diversos (5, 6, 7), unos de contenido exclusivamente teórico, entre ellos alguno de opinión profesional, y otros de su propia experiencia, Anastasio Chinchilla ha pasado a ser conocido muy principalmente por su obra histórico-médica (8), incluso como uno de los pioneros de la disciplina en España. Conviene, al menos someramente, recordar que la historiografía médica española, si bien con antecedentes previos que han llegado a remontarse hasta San Isidoro de Sevilla, se fija definitivamente a comienzos del siglo XIX con las figuras de Joaquín Villalba (1752-1807), Antonio Hernández-Morejón y Anastasio Chinchilla.

II.1 – Chinchilla historiador

En 1837 comenzó a publicar artículos de tema histórico en el “Boletín de la Medicina, Farmacia y Cirugía”, donde ya queda patente la reivindicación de médicos españoles (El garrotillo, Arnau de Vilanova…) así como en el “Boletín del Instituto Médico Valenciano”, del que fue su primer director.

Anastasio Chinchilla dio, además de su obra de referencia, sobre la que volveremos, otras de tema histórico, como son Historia particular de las operaciones quirúrgicas, (Valencia, López y Cía, 1841); Vademecum histórico bibliográfico de la Anatomía, Fisiología, Higiene y Terapéutica, (Valencia, J. Mateu y Cervera, 1844) o Triunfo de la medicina española. Ó sea descubrimiento de la circulación de la sangre en el hombre, por los médicos españoles, (Sevilla, Imprenta y Librería de Enrique de Rojas, 1861). Esta obra fue criticada de inmediato por algunos médicos españoles, entre ellos José Garófalo, pues destaca la figura de un improbable, quizá inexistente, Francisco Matías Martí, a quien atribuye en 1616 la prioridad en el conocimiento de la circulación mayor.

Recién llegado a su destino militar en Valencia comenzó la edición de su obra Anales históricos de la Medicina en general y biográfico-bibliográficos de la española en particular, cuyos seis volúmenes verían la luz entre los años de 1841 y 1846. Los dos primeros tratan de la historia de la medicina general (8), y los siguientes se reparten así: el primer volumen abarca hasta el siglo XVI, el segundo los siglos XVI y XVII y el tercero y cuarto los siglos XVIII y lo que había corrido el XIX. Más que otra cosa es un repertorio bio-bibliográfico con ordenación cronológica, de tal manera que se ordenan las biografías correspondientes según la fecha de publicación de los libros consultados. Asimismo, se intercalan artículos originales de las diferentes etapas de la medicina española.

Los cuatro volúmenes de la Historia de la Medicina española suman más de dos mil páginas, en folio (8).

II.2 – El asunto “Morejón-Chinchilla”

El inevitable cotejo de los repertorios de estos historiadores ha levantado ciertas sospechas que apuntan, por lo general, al plagio del segundo, conocedor del proyecto de su profesor Morejón, el cual se vio acelerado por la publicación anticipada del en su día discípulo. Ello, junto con algún otro matiz en el que no podemos entrar por falta de espacio, provocó la reprobación del yerno de Morejón, Juan Gualberto Avilés, a lo cual el médico valenciano respondió en un opúsculo de significativo título: Donde las dan las toman. En estas hojas Chinchilla confiesa el contacto con su profesor Morejón en 1828 (Empecé á tratar al señor Morejon en el mes de Junio de 1828, á consecuencia de la oposicion que hice en el “Colejio” de San Cárlos al premio de los alumnos médico-cirujanos) y cómo éste, sorprendido por su dominio del latín, le invitó a su casa donde se inició como amanuense prometiéndole incluso alguna regalía que no llegó, si bien la relación se vería obstaculizada por Avilés, desistiendo de acudir definitivamente.

La edición de la obra de Antonio Hernández Morejón (1773-1836), Historia bibliográfica de la medicina española fue póstuma, apareciendo seis años después de su muerte, en 1842, el primer volumen, como los demás incluido en la Biblioteca “escojida” de Medicina y “Cirujía”, tirada en Madrid, que dirigían en ese momento G. Usera, M. Nieto y Serrano, S. Escolar y Morales, F. Méndez Álvaro, F. Alonso, y A. Codorniu.

Particularmente nos caben algunas dudas con poca esperanza de hallar respuestas concluyentes. Respecto a la vocación historiográfica de Chinchilla, ¿de no haberse producido este encuentro con Hernández Morejón, se hubiera inclinado tan activamente al cultivo de la historia de la medicina? En segundo lugar, una vez iniciada esta relación, ¿su investigación debía seguir otro camino diferente al historiográfico, vedando este coto para el que fuera su profesor? Al parecer no, pues, si hemos de hacer caso a lo que Chinchilla comenta, cuando se inicia con Morejón éste había escrito tan sólo ciento veinte ó ciento treinta biografías de médicos españoles, y en lo sucesivo no pocas serían de su autoría: Desde las once y media hasta las dos, que me iba a comer a mi casa, me ocupaba en escribir biografías ó cualquiera otra cosa que me mandaba. La obra de Morejón, pues, no parecía definitiva cuando su discípulo accede a colaborar con él según testimonio propio en el que refleja las razones que le movieron de una vez a continuar el trabajo: 1ª, conocer que le quedaba muchísima madeja por hilar, aunque me había dicho muchas veces, tener concluida la historia de la medicina española, y solo le faltaba dar la última mano. 2ª haberme convencido, que ella era digna, de que un hombre se dedicara exclusivamente a su estudio. 3ª Estar viendo que el señor Morejon no podía hacerlo por si, atendiendo á su cortedad de vista y á sus ocupaciones; que se tenia que valer de otro, quien, si no se tomaba mucho interés en ello, siempre lo haría a medias. Esta fue la causa de dedicarme yo con tanta intensidad á escribir por mi mismo la historia. En estas circunstancias, ocupado con la docencia, la atención a sus enfermos, corto de vista además, ¿habría completado su trabajo? Si hemos de creer el testimonio de Chinchilla, en el resto de las biografías de la obra de Morejón cuentan muchas horas suyas, con el apoyo de una propia biblioteca de mas de mil y doscientos volúmenes de medicina, selectos… entre ellos… mas de seiscientas obras de médicos españoles… una coleccion de todas las mejores que se han publicado en Europa hasta 1837 sobre la historia general de la medicina (8).

Ítem más, ¿estaba seguro de la publicación de la obra del vallisoletano? No obstante al término de sus días no era sino un manuscrito desordenado viéndose su yerno, Avilés, en la necesidad de llamar a Chinchilla para que pusiera orden y continuidad. Estamos de acuerdo con Salcedo en que puede atribuirse á los Anales del Dr. Chinchilla el mérito de haber sido causa ocasional de la publicación de los escritos del Dr. Hernández Morejón (1).

Es su apartado historiográfico, el que consideramos prioritario y honramos en el 150 aniversario de su fallecimiento, el más relevante de su legado. Respaldado por una importante biblioteca, Chinchilla se instruyó al menos para compendiar lo que a su juicio había de ser la formación de una historia de la medicina española que se echaba en falta no ya en nuestro país sino por parte de los grandes médicos europeos contemporáneos, desconocedores de los logros de los protagonistas de la medicina española de todos los tiempos. Su propósito, como el de Villalba y Morejón, era el de ofrecer un completo catálogo de médicos, la inmensa mayoría conocidos por su autoría científica, de desigualdad valor. Incurrió no pocas veces en la exaltación de los mismos, al uso de la corriente romántica de la época, identificándose con orgullo con su país, dicho de un grueso trazo, con la historia de su país antes que con la propia historia.

Anastasio Chinchilla, por último, ha sido merecedor de las siguientes valoraciones: Luis Comenge califica a Morejón de “inmortal” y a Chinchilla de “diligente” después de cotejar sus obras, cortadas por un mismo patrón y con análogos defectos y preocupaciones, si bien Morejón es más reposado y sereno, más filósofo, con un sello de la madurez y el dominio de la materia, al tiempo que considera inaceptable considerar la voluminosa obra de Chinchilla producto de furtivas copias; para López Piñero su obra está escrita con la intención, típicamente romántica, de reivindicar la importancia de nuestra tradición médica nacional. Bujosa está de acuerdo –y repite para Hernández Morejón idéntica tasación- y remacha que Esta característica fue el denominador común de toda la producción de Chinchilla. Para Aguirre Marco sigue siendo la obra de Chinchilla, así como las de Morejón y Villalba, de obligada consulta para cualquier historiador que aborde el estudio de la medicina española. Por nuestra parte, estamos de acuerdo en esta última valoración, al menos como punto de partida de cualquier investigación bio-bibliográfica sobre la medicina española hasta los confines de su acotación, añadiendo que debe advertirse de los límites de la propia historiografía, teniéndola por lo que es, un valioso repertorio, como los de Villalba y Morejón -a buen seguro vigilados los previos por los posteriores- de la primera mitad del siglo XIX, cuando se consolidaba una seria historiografía médica española.

Conclusiones

  1. 150 años después del fallecimiento del historiador de la medicina Anastasio Chinchilla, que en absoluto ejerció esta tarea en exclusividad, su obra sigue siendo de obligada consulta como primera aproximación a los estudios histórico médicos de la medicina española.
  2. En lo que se refiere a la indagación biográfica y bibliográfica de la Medicina española, Anastasio Chinchilla, junto con Joaquín Villalba y Antonio Hernández Morejón se constituyen en la primera promoción solvente, de producción suficientemente amplia.

Bibliografía

  1. Salcedo y Ginestal E. El Dr. Chinchilla. Estudio biográfico, bibliográfico y crítico. Tip. Ángel B. Velasco. Madrid 1904.
  2. Fresquet Febrer JL. Una aproximación a la biografía de Anastasio Chinchilla y Piqueras (1801-1865). En Cuadernos valencianos de la historia de la Medicina y de la Ciencia. Aguirre Marco CP, Fresquett Febrer JL, López Terrada ML. Valencia 2008, pp 49-119.
  3. Archivo de la Real Academia Nacional de la Medicina Española (ARANME). Leg. 40, doc. 2161.
  4. Matilla Gómez V. Historia de la Real Academia Nacional de Medicina (Narrativa testimonial). Real Academia Nacional de Medicina. Madrid; 1984, pp 85-86.
  5. Chinchilla y Piqueras A. Memoria histórica-filosófica sobre las ventajas de la reunión de la medicina y “cirujía”, en un solo individuo especialmente en el ejército. Salvador Albert. Madrid 1839.
  6. Chinchilla y Piqueras A. Refutación de las reflexiones llamadas histórico-filosóficas sobre la región de la Medicina y la “cirujía”. Fuentenebro. Madrid 1939.
  7. Chinchilla y Piqueras A. Reflexiones sobre el plan de estudios médicos del 10 de Octubre de 1843. José Mateu Cervera. Valencia 1843.
  8. Chinchilla y Piqueras A. Anales históricos de la Medicina en general y biográfico-blibliográfico de la española en particular. Vol. I. Valencia. López y Compañía. Valencia 1844. Vol II. José Mateu Cervera. Valencia 1843. Vol III y IV. José Mateu Cervera. Valencia. 1845, 1846.

Si desea ver la conferencia “Anastasio Chinchilla, Historiador de la Medicina, en el 150 aniversario de su muerte” pronunciada por su autor puede hacerlo a través de ranm tv en el siguiente enlace ranm tv
Autor para la correspondencia
Javier Sanz Serrulla
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Anales RANM
Año 2018 · número 135 (01) · páginas 8 a 12
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