Año 2018 · número 135 (01)

Enviado: 13.03.18
Revisado: 20.03.18
Aceptado: 20.04.18

Marañón, como investigador del perfil de Don Juan Tenorio y como pionero de la psicohistoria

Marañón, as researcher about Juan Tenorio's profile And as pioneer of psychohistory

DOI: 10.32440/ar.2018.135.01.rev12

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Resumen

Marañón identifica a Don Juan Tenorio como el gran burlador de mujeres, un arquetipo de presencia universal, generado por una inmadurez biopsicosexual. La conducta donjuanesca no busca sexo sino el placer ocasionado por el sentimiento de autoafirmación gracias a la humillación femenina.

Marañón, autor de un grupo de psicobiografias de personajes históricos nacionales o internacionales, a mediados del siglo XX, es presentado en mi libro MANUAL DE PSICOHISTORIA como un notable pionero de la psicohistoria, una ciencia moderna en sentido académico.

Abstract

According to Marañón, Don Juan Tenorio is the great mocker of women, a present universal archetype which has its origin in a biopsycosexual immaturity. The objective of donjuanesca behavior is not sexual but the pleasure of having a feeling for the selfsufficiency thanks to the feminine humiliation.

Marañón is author of a group of psychobiographies about national or international historical protagonists, in the middle of 20th century. In my book MANUAL DE PSICOHISTORIA Marañón is introduced as one remarkable pioneer of the psychohistory, a modern science in the academical meaning.

Palabras clave: Marañón; Don Juan Tenorio; Sexualidad; Adicción; Psicohistoria; Pasiones.

Keywords: Marañón; Don Juan Tenorio; Sexuality; Addiction; Psychohistory; Passions.


Introducción

La primera parte se dedica a estudiar el perfil biopsicosexual de D. Juan Tenorio visto por Marañón, en relación con el criterio actual.

El tema de la segunda parte versa sobre la contribución de Marañón al desarrollo de la psicohistoria.

I

El indiscutible maestro de la Medicina y de la Historia profesor Gregorio Marañón se entregó durante una temporada a la investigación del perfil de don Juan Tenorio en su doble vertiente: como una entidad historicocultural y como un individuo biopsicosexual. Se ajustaba este doble perfil del Tenorio sociohistórico y biológico a la desdoblada actividad profesional del maestro, quien con su proverbial sencillez solía presentarse como médico y como historiador.

El talón identitario del Tenorio adoptado por Marañón lo resumía él mismo en dos palabras: “El gran burlador de mujeres”. De esta suerte se mantenía Marañón fiel al autorretrato enunciado por don Juan con tanto descaro como ignominia, en las páginas de la obra de Tirso de Molina: (1)

“El mayor gusto que en mí puede haber
Es burlar a una mujer y dejarla sin honor”.

Marañón afronta el estudio de don Juan considerándolo como una especie de anarquista del amor (la apreciación es mía), sin dejar nunca de abarcar su doble frente, como ser historicocultural y como personalidad biopsicosexual.

Es importante resaltar que la figura de don Juan hace su primera aparición pública como imagen literaria en la pieza escénica El Burlador de Sevilla y Convidado de piedra, obra escrita en 1630 por el fraile mercedario Gabriel Téllez, que firmaba con el pseudónimo Tirso de Molina. Esta pieza teatral, publicada en el siglo XVII ,constituye una auténtica crónica clínica del personaje, rematada con un final ultraterreno, tal vez agregado para complacer el espíritu teológico de la Contrarreforma no dejando sin castigar el escarnio de los valores o de la moral de que hace gala el Tenorio. Famosos médicos clínicos se han apresurado a mostrar el carácter realista del personaje moliniano, en contra de más de tres mil escritores y músicos inclinados a considerar a don Juan como una figura simbólica.

En el seno de las opiniones emitidas sobre la fuente utilizada por el fraile mercedario para redactar la obra, se establece una pugna entre los criterios mantenidos por el maestro de la psiquiatría española Gonzalo Rodríguez Lafora y nuestro homenajeado Gregorio Marañón.

En tanto Lafora se inclinaba por localizar la fuente de la vida de don Juan descrita por el fraile mercedario en las confidencias autobiográficas emitidas durante la confesión por uno o varios penitentes anónimos, Marañón identificaba la descripción del fraile como la biografía, tal vez novelada, de don Juan de Tassis, el famoso conde de Villamediana, insigne poeta, admirado por sus sonetos. (2)

Con todo, el Conde de Villamediana se dio a conocer más por sus aventuras eróticas y sus destierros que por sus sonetos. Su fama se acrecentó al haber despertado con su conducta los celos eróticos del Austria español menor Felipe IV con relación a su primera esposa, Isabel de Borbón, tal como se refiere con detalle en mi monografía sobre los Austrias españoles. (3)

El Conde de Villamediana arrastraba una vida muy azarosa y aventurera, salpicada de destierros, entregada sin medida al juego (como su amigo Góngora) y a los lances amorosos de diverso troquel. Su impulso erótico, por lo visto, no pudo contenerse ante el corazón de la reina, lo que pudo costarle la vida en 1622. Se viene interpretando el detonante de su misterioso asesinato como el impacto de los celos eróticos que atormentaban al monarca, a su vez afectado por la adicción sexual promiscua. El asesinato del conde se envuelve en un velo de misterio que se aproxima al del crimen que segó la vida del general Prim: ambos asaltados por un individuo desconocido esgrimiendo un arma mortal cuando la víctima se encontraba aposentada tranquilamente en su carruaje. Sendas muertes impregnadas de enigma histórico y oscurecidas con el eco de la leyenda popular.

Desde México, Pérez-Rincón atribuye en parte la aureola romántica del Conde a la falta de documentos iconográficos sobre el personaje. (4)

Apuntaba Marañon en 1942 que Villamediana, lo mismo que el Burlador de Tirso, sufrió destierros dictados por el rey, vivió algún tiempo en Andalucía, era un apasionado por el juego y para colmo también se llamaba Juan. Coincidencia plena que parece avalar el criterio de Marañón. Sin embargo, otros autores españoles y extranjeros vinculan la leyenda de don Juan a la vida del marqués sevillano don Miguel de Mañara.

Por mi parte comentaba cómo este gentilhombre, a pesar de que doblaba en edad a la reina, la asediaba con homenajes de estimación amorosa nada recatados, cuando ella tenía diecinueve años recién cumplidos.

El mentidero de Madrid acusó del crimen al rey valiéndose de una afortunada décima escrita por el famoso poeta Luís de Góngora, gran amigo del Conde. La décima comenzaba así:“Mentidero de Madrid,

Decidnos quién mató al Conde”,
Y concluía con estos dos versos:
“El matador fue Bellido
y el impulso soberano”.

El último verso era como una puñalada asestada al rey, cuya letra tuvo que modificar con presteza el propio Góngora.

El epitafio de don Juan de Tassis nos lo proporciona Lope de vega en un cuarteto:

“Aquí con hado fatal
yace un poeta gentil,murió casi juvenil
por ser tanto juvenal”

Es de justicia subrayar cómo Marañon, coronaba su enfoque de la vertiente historicocultural del Tenorio con cuatro notables aciertos: (5)

  • Primer acierto: considerar a la conducta donjuanesca como un “tema esencialmente hispánico”, al estilo de Maeztu y otros, por varias razones (surgimiento literario español, figura de don Juan acogida en España con división apasionada entre opiniones extremas entre encumbrarlo como un héroe o condenarle como un pecador irredento, o tal vez como decía Stendhal por ser España la tierra del amor), razones que aquí no analizamos, al tiempo le niega el carácter de fenómeno específico hispánico.
  • Segundo acierto: conceptuar la presentación del Tenorio como una realidad social en contra de la opinión de una pleyade de escritores que lo enfocaban como una figura simbólica o imaginaria.
  • Tercer acierto: definir la figura de don Juan como un arquetipo real de extensión universal.
  • Cuarto acierto (una predicción sorprendente): pronosticar el porvenir de don Juan afirmando “Yo creo en la muerte próxima de don Juan”. Predice Marañón de esta suerte así el traslado próximo de don Juan de la sociología al panteón de la arqueología (6).Este presagio lo basaba Marañón en que tal ocurrirá al “progresar el alma femenina”. Pues bien: en toda su magnitud se cumple el vaticinio de Marañón a partir de los años 60 del pasado siglo. Hasta entonces se había proporcionado a toda niña una educación patriarcal severa con el propósito inconfesable de hacerla incapaz para llevar una vida independiente. El resultado era una mujer encorsetada por dentro y enjaulada por fuera, una persona mojigata, que requería por sistema para moverse en la vida una tutela masculina.

A partir de los años 60, en que se establece el control de la natalidad gracias al advenimiento de la píldora contraceptiva, sobreviene la entrega masiva de la mujer a los estudios universitarios y al trabajo extradoméstico, con lo que hace irrupción un tipo de mujer totalmente distinto: una mujer emprendedora, emancipada, desencorsetada y desenjaulada, nada que ver con la mujer inhibida y mojigata propia de épocas anteriores. Se produce así el ocaso definitivo de don Juan al no encontrar su comportamiento una respuesta femenina adecuada en forma de entrega y complicidad; desaparecida doña Inés, desaparece don Juan.

El maltrato machista de la mujer por la burla y el deshonor tipo don Juan deja paso al maltrato por la violencia tipo Otelo. El vaticinio sociocultural de Marañón sobre la extinción de don Juan se cumple en toda su extensión, pero sin que él hiciera alusión a la aparición de la pandemia de lo que hoy se llama violencia de género, comportamiento mejor definido como síndrome de Otelo. (7)

El perfil biopsicosexual del Tenorio lo presenta Marañón en forma de un adulto inmaduro, o sea un desarrollo biosexual débil, reflejado en una conducta de escasa virilidad. En esta línea, el Tenorio abandona a la mujer seducida y se complace en mortificarla espoleado por una aleación de resentimiento y debilidad. Una actitud que refleja el poeta y dramaturgo José Zorrilla como nadie en su popular drama romántico (8), escenificado en 1844, obra muy influida por el drama de Tirso.

La inmadurez de don Juan se remonta según el psiquiatra antropólogo alemán Gebsattel (9) a la fijación a la madre. Marañón va más allá y atribuye lo que el llama “biología donjuanesca”, o mejor expresado el tipo genuino de don Juan, a una marca congénita. Según Marañón, el don Juan genuino o clásico nace “marcado enérgicamente con este signo y lo será por encima de todos los obstáculos”. Esta tendencia congénita marcaría a don Juan como un fatal predestinado.

La presentación marañoniana del don Juan genuino como un fatal predestinado incurre sin duda en un punto de exageración, exceso que se justifica porque en aquél tiempo todavía no había nacido la epigenética. El propio Marañón, sin embargo, postula: “En gran número de otros hombres su porvenir amatorio dependerá de las circunstancias ambientales”.

La descripción del Tenorio genuino o prototípico por Marañón como un ser de flaca virilidad le acarreó un diluvio de críticas, en las que se combinaba la indignación popular con los malos entendidos. A menudo se tomó la interpretación de Marañón como si estuviera presentando a don Juan como un ser afeminado. En este punto sobresale el retrato al óleo del don Juan visto por Marañon, obra del pintor Elías Salaverría (figura adjunta), en forma de una figura en actitud afeminada (“mírame y no me toques”) envuelta en tules o tafetanes. El propio Marañón se sintió molesto entendiendo que esta no era su imagen de don Juan, y con arreglo a su estilo prudente se limitó a comentar, al contemplar el retrato, “parece salpicado de un polvillo impalpable de feminidad”.

Por aquel tiempo un dramaturgo hace una obra teatral en la que aparece resucitado don Juan, quien con una espada en mano busca por doquier al doctor que le ha identificado como un inmaduro sexual, con objeto de reivindicar su honor.

Estalló entonces una aspera polémica entre Marañon y Rodríguez Lafora (10). Lafora se sintió indignado porque admiraba la conducta de don Juan interpretándola como una manifestación de hipervirilidad abocada a la búsqueda perpetua de emociones sexuales nuevas, movido por su hipererotismo. Fue Lafora quien se mostró irritado a causa de la imagen del Tenorio mantenida por Marañón y le hizo una violenta escena en el mismo Hospital Provincial, incidente recogido por el neurólogo Moya. (11)

Fig 1. Óleo por el pintor Elías Salaverría, que representa a don Juan Tenorio

El Tenorio anciano adopta, según Marañón, uno de estos tres caminos: el matrimonio, la religión o la perseveración en su conducta al estilo de “un viejo verde”: “Marido, viejo verde o fraile, he aquí su final”.

Tendríamos que agregar hoy a las salidas del don Juan decadente mencionadas por Marañón la caída frecuente en un trastorno mental de carácter depresivo o paranoide.

Marañón se comprometió personalmente tanto en el estudio de don Juan que en varias partes de sus comentarios, no dudó en presentarse como la contrafigura personal de don Juan, o sea como un ferviente Antitenorio, entregado a la monogamia y a la discriminación sexual.

Marañón no dejó de expresar su rechazo a la conducta recidivante de don Juan Tenorio, sintiéndose un monógamo nato. No sólo practicaba con rigor, que se sepa, la monogamia, sino que era un acendrado defensor psicobiológico de esta conducta, encumbrándola como la expresión del ideal de virilidad masculino. En distintas ocasiones concluía: “Los grandes hombres suelen ser hombres monógamos”.

(Algunos hechos biológicos parecen darle la razón a Marañón: así tenemos que mientras hasta una fecha reciente los pingüinos eran la única especie animal con ejercicio monógamo reconocido, se han descubierto en los últimos años nuevas especies monógamas de aves o mamíferos).

Marañon extendía su censura moral y biológica a la falta de discriminación sexual en estos términos: “Mientras que el hombre de instinto sexual indiferenciado tipo don Juan se siente atraído por cualquier mujer, a medida que el instinto se diferencia el hombre es atraído por un grupo de mujeres de determinadas condiciones físicas y psíquicas que se van concretando hasta constituir un tipo individual, cuyo hallazgo constituye el ideal de amor monogámico”.

Por mi parte vengo tipificando la conducta donjuanesca como una modalidad de adicción sexual, una adicción a la seducción de la mujer, una modalidad de adicción sexual con muy poco sexo, porque lo que busca el Tenorio con la humillación de la mujer es satisfacer su rencor antifemenino, evidentemente misógino, y al tiempo sobre todo sentirse autoafirmado y poderoso. (12)

La entrega a la seducción no movida por el amor modelo Romeo, ni por el deseo modelo Casanova, representa a primera vista un trabajo estéril o improductivo, una pérdida de tiempo. Por ello el escritor Albert Camus (13) identifica a don Juan como el hermano gemelo de Sísifo, el arquetipo mitológico del trabajo inútil. La actividad de don Juan en apariencia absurda o inútil encuentra su clave comprensiva propia por fuera del ámbito erótico: don Juan seduce y humilla a la mujer para autoafirmarse y sentirse poderoso. Don Juan se vale de la mujer seducida para lavar la herida narcisista infligida por ella y sobre todo para autoasegurarse.

En mi libro Nuevas adicciones queda constatado cómo el donjuanismo y el casanovismo son conductas contrapuestas en el aspecto sexual y en otros. La distinción entre ambas conductas es básica y múltiple. Cada aventura de Giacomo Casanova (1725-1798), como lo acreditan sus memorias, publicadas en el siglo XVIII en más de cuatro mil páginas, se gratifica con la orgía de una feliz noche, dato ausente en la conducta del Tenorio.

El perseguidor donjuanesco de la mujer en la primera fase, abandona su presa sin entregarse a la fiesta erótica que ella le brinda. Es en esta etapa final de la relación con la mujer cuando hace crisis el regocijo del burlador, dato ya presente en la obra de Tirso de Molina.

Recordar a día de hoy, para finalizar, cómo en mi citado libro sobre las adicciones, siguiendo la línea de Marañón, se contraponen las figuras de don Juan y Casanova: mujer-objeto para don Juan y mujer-hembra para Casanova; seducción depredadora la de don Juan y seducción erótica la de Casanova; en tanto don Juan era un patricio o un gentil hombre, como postulaba Marañón, de una talla burguesa, Casanova era un astuto pícaro que no pasaba del rango de plebeyo. Ya Marañón destacaba “la gran frecuencia con que el don Juan es aristocrático y heredero de pingüe fortuna”.

II

Marañon hace nuevamente gala de su doble condición de médico e historiador al acreditarse como un pionero de la psicohistoria, esa ciencia híbrido entre ciencia psíquica y ciencia histórica, dedicada al estudio de la personalidad del protagonista de la historia. Es la psicohistoria una ciencia a la vez híbrido, unitaria y empírica.

Si bien el origen real de la psicohistoria se remonta al siglo II de nuestra era, momento señalado por el estudio del historiador romano Plutarco (45-120) sobre la vida de Alejandro Magno, el nacimiento oficial, obtenido con el reconocimiento como una ciencia independiente, título otorgado por los círculos académicos, no acontece hasta el año 1976 en que se crea la Asociación Psicohistórica Internacional.

El largo intervalo entre el nacimiento real y el oficial se cubre con la publicación de una serie de psicobiografías, entre las que destaca un lote de libros de Marañón dedicados al estudio de personajes históricos. No todas la psicobiografías publicadas pueden considerarse como estudios psicohistóricos sino sólo aquellas que no sucumben en el parloteo pseudocientífico o diletante ni se contaminan con fantasías propias de la novela histórica. En ninguna de ambas trampas se deja apresar la obra de Marañon, por lo que nuestro médico humanista merece con creces el galardón de pionero de la psicohistoria, como se le proclama en mi libro Manual de Psicohistoria. (14)

Fig 2. Portada del libro “Manual de psicohistoria”, del profesor Francisco Alonso Fernández

En mi citado libro se destaca cómo Marañón se instala en el pasado para dedicarse al estudio de la vida humana. En su monografía sobre Tiberio llega a reconocer que vida e historia son la misma cosa.

Su serie de psicobiografías se distribuye entre figuras históricas internacionales, como Tiberio y Amiel, y personajes públicos nacionales, como el Conde-Duque de Olivares, Enrique IV de Castilla o Antonio Pérez.

La obra psicohistórica pionera de Marañón se inicia en 1930, cumplida la edad de 42 años, con la publicación del estudio patográfico sobre el rey de Castilla Enrique IV, para alejarse a continuación de los elementos biopatológicos manteniéndose con continuidad en la rigurosa línea psicohistórica descriptiva estricta: en 1932 publica Amiel y en 1936 El Conde-Duque de Olivares, su primera biografía histórica no patográfica, o sea, no basada en la patología del personaje.

La obra psicobiográfica de Marañón se vuelca sobre el estudio de las pasiones humanas, entre las que sobresalen la pasión de mandar en la biografía del Conde-Duque, la fuerza emocional distorsionante del resentimiento en la biografía de Tiberio y la conducta dictada por la timidez en Amiel.

Concluyo: ha sido un privilegio para España contar con un médico historiador de la talla de Marañón, con la dedicación de un importante trayecto de su vida a las investigaciones sobre la personalidad de personajes históricos. Sus brillantes publicaciones psicobiográficas lo acreditan con méritos indiscutibles como uno de los pioneros más sobresalientes de esta ciencia académica moderna que es la psicohistoria.

Conclusiones

  1. La figura de Don Juan Tenorio constituye una realidad social de incidencia universal
  2. El perfil del Tenorio corresponde al de un adicto a la seducción femenina que trata de humillar a la mujer para autoafirmar su ego
  3. El comportamiento sexual del Tenorio se contrapone al de Casanova
  4. La monogamia del hombre es para Marañón una clave de virilidad
  5. La incidencia del Tenorio se ha hundido en los últimos 50 años a causa de la emancipación de la mujer
  6. Marañón no es sólo un pionero de la psicohistoria sino el fundador de la rama de esta ciencia dedicada al estudio de las pasiones de los grandes personajes históricos.

Bibliografía

  1. Tirso de Molina: El Burlador de Sevilla y Convidado de piedra. Madrid, Ediciones Cátedra. 1977
  2. Tassis, Juan de: Obra completa. Montes, Barcelona, 1967 (Introducción biográfica por Juan Manuel de Pozas)
  3. Alonso-Fernández, F.: Historia personal de los Austrias españoles. México/Madrid, 3ª edición, Fondo de Cultura Económica, 2012, pp. 237-239.
  4. Pérez-Rincón, H.: Una hipótesis sobre la iconografía de Villamediana. Anales del Instituto de Investigaciones y Estéticas. 1988, 15,59:2015-216.
  5. Marañon, G.: Don Juan. Madrid, Espasa-Calpe, 4 edición, 1947
  6. Marañon, G.: Obras completas. Tomo I: Prólogos. Madrid, Espasa-Calpe, 1966, pp. 437-444.
  7. Alonso-Fernández, F.: La violencia de género entendida como síndrome de Otelo (en curso de publicación).
  8. Zorrilla, José,: Don Juan Tenorio. Cisne. Madrid, s.f.
  9. Gebsattel, VE von: Süchtiges Verhalten in Gebiete sexueller Perversionen. Mschr Psychiat, 1932; 82:113-177.
  10. Rodríguez Lafora, G.: “La psicología de don Juan”. En Lafora (editor): Don Juan, los milagros y otros ensayos. Madrid. Alianza Editorial, 1975. pp. 7-45.
  11. Moya, G.: Gonzalo R. Lafora. Universidad Autónoma, Madrid 1986 (don Gonzalo, don Gregorio y don Juan) pp. 260-261.
  12. Alonso-Fernández, F.: Nuevas adicciones. TEA Ediciones, Madrid, 2003.
  13. Camus, A,: Der Mithos des Sisyphos. Hamburgo, 1961
  14. Alonso Fernández, F.: Manual de Psicohistoria. Madrid. Hoja del monte. 2014. pp 36 y 42 a 53.

Si desea ver la conferencia “Marañón, como investigador del perfil de Don Juan Tenorio y como pionero de la psicohistoria” pronunciada por su autor puede hacerlo a través de ranm tv en el siguiente enlace ranm tv
Autor para la correspondencia
Francisco Alonso-Fernández
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Anales RANM
Año 2018 · número 135 (01) · páginas 72 a 76
Enviado*: 13.03.18
Revisado: 20.03.18
Aceptado: 20.04.18
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