Año 2018 · número 135 (03)

Fecha de Lectura: 25.09.18

Sesión Necrológica en memoria del Excmo. Sr. D. Manuel Domínguez Carmona

Excmo. Sr. D. Manuel Domínguez Carmona: In Memoriam

DOI: 10.32440/ar.2018.135.03.dle01

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Los mongoles, en su saludo de despedida cuando alguien se va, dicen sólo una palabra, “Manzou”, que significa “dejadnos, sólo si ello es preciso”. Y él nos ha dejado, por imperiosa necesidad de la naturaleza, pero entrando en su concepto de emergencia, diluyéndose en el espacio. El profesor Domínguez Carmona se nos ha ido. Se ha ido un hombre bueno, y mi corazón se enternece al recordarle. Pero debo de hacerlo, porque la Academia me ha encomendado dicho honor.

Siempre pensé que el ser humano se sabe perecedero, pero aspira a la inmortalidad y, en el fondo, aún a los creyentes, cuesta un gran trabajo considerar la separación del alma y el cuerpo, ya que, en último extremo, como hombres, sólo nos sentimos tales en la integración carnal. E incluso es probable, que el alma tema más su propia muerte, que la del cuerpo.

Según Zubiri, la historia es la entrega de modos de estar en la realidad. El profesor Domínguez Carmona estuvo en dicha realidad, pero su vida se basó siempre en sus épocas primigenias. En general, la dote que nos entregan al nacer las generaciones anteriores, es la base sobre la que tenemos que edificar nuestra vida, y engrandecerla o hacerla más pequeña, incluso envilecerla. Igualmente, Ortega afirma que la vida es un continuo proceso de innovación, que cada uno tiene que hacer a partir de todo lo recibido, siendo esto el punto de partida.

En nuestro caso, la vida del profesor Domínguez Carmona se basó en estos principios, y describirla, en su totalidad, resulta extraordinariamente difícil. Por ello, la hemos dividido en diferentes apartados, según las épocas de su vida y según su trabajo, aunque ya de entrada, aseguramos que todos ellos confluyeron en el espacio y, sobre todo, los profesionales, en el tiempo.

Orígenes

Nació en Cartagena, Murcia, en un ambiente familiar médico, circunstancia que le marcó una impronta y una vocación. Su padre fue Médico del Cuerpo de Sanidad Nacional y Jefe Provincial de Sanidad de Murcia durante muchos años, y por ello, creció en un ambiente totalmente sanitario, escuchando, pensando y actuando en temas sanitarios de forma totalmente útil, provechosa y real.

Formó parte siempre de ese gran árbol que fue la Microbiología y lo que entonces se llamaba Higiene y Sanidad, iniciado al comienzo por dos grandes personalidades, el profesor Matilla (cuyo sillón ocupo actualmente y que constituye mi principal honor académico), y el profesor Piédrola Gil con el que además de conocimientos y afinidades científicas, tuvo una entrañable amistad. De dicho árbol surgieron numerosas ramas, y cito aquí, entre otros muchos, al profesor Gestal Otero, catedrático de Medicina Preventiva de Santiago, que ha querido venir hoy para rendir homenaje a su querido y admirado maestro y compañero. Todos ellos con una savia en común de respeto, cariño y, por supuesto, dedicación absoluta a la Ciencia, que podríamos llamar, sanitaria. En el caso del profesor Domínguez Carmona con una humildad y sencillez (conseguida a veces de forma difícil), sin la menor concesión al mundo circundante, donde siempre floreció el oportunismo, la pseudosanidad, e incluso la vacuidad.

Obtuvo el Título de Bachiller en el Instituto Alfonso X el Sabio de la capital murciana, e inmediatamente comenzó los estudios de Licenciatura en Madrid en la Universidad Central, donde concluyó en el año 1949. Más tarde, el Título de Doctor con la máxima nota, con una Tesis titulada “Epidemiología y bases patogénicas de la ateroesclerosis”, tema que, como vemos, sigue siendo de gran actualidad.

Mantuvo siempre su mirada abierta a todo lo que le rodeaba, por lo que decidió que su formación debía ser amplia. Por ello, dicha formación se realizó no sólo en España, sino que trabajó en el Instituto Bernart Noch de Hamburgo, mejorando sus conocimientos sobre rickettsias y virus; en Bruselas sobre virus de las hepatitis y virus rábico, toxinas y antitoxinas; en el Instituto Cantacuzino de Bucarest sobre enterobacterias; en Suiza sobre sueros y vacunas; en el Instituto Federal de Higiene Pública de Berna y en el Centre International de l’Enfance en París, etc, Todas estas líneas de investigación y trabajo le llevaron a mejorar sus conceptos de prevención de diversas patologías infecciosas.

Una vida examinada es la única que merece ser vivida. Creo que para trabajar bien, con excelencia, hay que saber qué se quiere, cómo se debe de hacer, programarse, establecer prioridades, y, al mismo tiempo estar impregnado de un sentido moral, “el exemplus” de los clásicos. Pues bien, eso ha sido conseguido en el currículum del profesor Domínguez Carmona.

A continuación, voy a tratar de describir las actividades del citado currículum, pero, a fuer de saber que pueda resultar reiterativa, quiero volver a insistir en que, aunque las describa de forma separada, muchas de ellas se desarrollaron de forma conjunta. Y que el profesor Domínguez Carmona trabajó siempre, y se sintió siempre por encima de todo, sanitario, militar, docente, investigador y, por supuesto, Académico.

Sanitario

Como consecuencia del ambiente familiar, comenzó desde el principio su formación en diversos ámbitos, obteniendo siempre excelentes resultados: trabajó en la Sección de Bacteriología del Instituto Provincial de Sanidad de Murcia, obtuvo las oposiciones del Cuerpo de Sanidad Militar (del cual luego hablaremos), fue Diplomado en Sanidad y Oficial Sanitario con la máxima calificación y, por fin, el máximo título de Médico del Cuerpo de Sanidad Nacional, también por oposición, Al mismo tiempo, realizaba cursos de especialización en muy diferentes ramas, siempre sanitarias pero con amplios conocimientos de Microbiología, tales como poliomielitis, paludismo, tuberculosis, cólera, etc, Conocimientos que siempre llevó a la práctica diaria.

De hecho, todavía estudiante, en 1947, intervino en la lucha contra el tifus exantemático, cuando en España, tras la guerra civil, se desencadenó una epidemia. Después participó en la segunda gran campaña antipalúdica realizada para erradicar la malaria. Igualmente es de destacar su labor en la epidemia de viruela de Madrid de 1961, donde se encargó de la vacunación de varios miles de personas en el barrio de Vallecas, y tuvo que vigilar personalmente más de 500 contactos, sin que entre ellos se produjera ningún caso de enfermedad. Y todos sabemos la importancia del control de los contactos en patología infecciosa. O en las campañas de cólera, con foco en Galicia en 1971 y 1975, precisamente en un Año Compostelano. También en tierras gallegas elaboró y ejecutó campañas sanitarias, en este caso de procesos no infecciosos, contra el bocio endémico, caries dental, etc. Y todo esto, lo hacía incluso fuera de los horarios de trabajo. Como cuentan sus hijos, que nunca descansaba, pues incluso los domingos, cuando iban a comer fuera de Santiago, en todos los pueblos donde paraban, llenaba botellitas del agua de la fuente para controlar, más tarde, su salubridad. Eso es tener un verdadero espíritu sanitario.

Estos aspectos, denominados “sanitarios”, han sido siempre el objetivo y fin del estudio de todos aquellos que, de alguna manera, nos hemos considerado responsables de la salud. Pero hoy en día, existen toda otra serie de ellos, a los cuales el profesor Domínguez Carmona dedicó mucho de su tiempo, y de los que por sintetizar, comentaremos sólo dos conceptos. La importancia de la Ecología y de la Economía Sanitaria.

La palabra Ecología viene del griego Oikos, cuya traducción es casa, morada o ámbito vital. Entendiendo por tal lo que los griegos antiguos llamaban Physis. El hombre es también naturaleza, lo que Heidegger definió como in-der-walt-seim, es decir, ser en el mundo.

Que significa una relación del sujeto con el ambiente, con nosotros, y consigo mismo. Al fin y al cabo, el ser vivo más importante del planeta es el hombre. Y siguiendo nuevamente a Heidegger, el hombre es la morada del ser y el Universo. Esa amplísima morada del hombre, tal y como pensaron los estoicos (el kosmos), y se anunció en el Génesis bíblico. Por lo tanto debemos cuidarlo. A ello, el profesor Domínguez Carmona se dedicó con entusiasmo.

En cuanto al concepto de Economía Sanitaria, siempre oí, en boca de muchas de esas ramas del árbol que comentaba al principio, y por supuesto del profesor Domínguez Carmona, que “la Sanidad era el arte de lo posible y de lo rentable”. Pues bien, en este momento, ese concepto es quizá el reto más importante que se plantea todo buen sanitario. Es decir, la conciencia de que se trata de gastar menos, no mediante recortes, sino con actividades de promoción de salud y prevención de enfermedades, así como gastar mejor aumentando la eficiencia. Eficiencia, palabra mágica, que según el profesor Félix Lobo, catedrático de economía aplicada del Departamento de Economía de la Universidad Carlos III, debe ser una obsesión, porque permite proporcionar mejores cuidados de salud a más pacientes, absorbiendo menos recursos, sin comprometer la viabilidad del sistema.

Militar

Otra parte importante en la vida del profesor Domínguez Carmona fue su participación, como médico militar en las Fuerzas Armadas de nuestro país.

Realizó un Curso sobre Higiene y Bacteriología en el Instituto de Higiene Militar, más tarde llamado Instituto de Medicina Preventiva Capitán Médico Santiago Ramón y Cajal, de dos años de duración, con la finalidad de obtener el Diploma de la especialidad. Dicho Título fue conseguido el 5 de noviembre de 1957. Así mismo llevó a cabo otros cursos sobre formación en Guerra Atómica, Biológica y Química en la Escuela de Aplicación de Sanidad Militar.

Fue miembro de las Comisiones para estudiar un brote de legionelosis en Zaragoza, y el problema de las hepatitis en las Fuerzas Armadas. Pero quizá sus últimas misiones en las guerras de Irán-Irak, Angola y Riad, con ocasión de la Guerra del Golfo en el Oriente Medio, hayan sido las más notables.

Desde 1984 visitó ocho veces, como Experto de las Naciones Unidas, ambos frentes en la citada guerra entre Irán e Irak, con el fin de definir el uso de agresivos químicos. Por ello, mereció la expresa felicitación del Secretario General de la ONU, el señor Pérez de Cuellar. La Comisión de dichos expertos, conocedores de la guerra química, estaba formada por dos militares, un químico y un médico. Este era el profesor Domínguez Carmona, que en la misma zona de combate, como señala en una de sus publicaciones, pudo comprobar el uso de gases lacrimógenos en Susangerd y de iperita en Pivansharr y Panjivu. Tras el informe de los cuatro expertos, en 1986 se reunió con urgencia el Consejo de Seguridad de la ONU condenando a Irak por el empleo de armas químicas.

Manolo se sintió siempre orgulloso de ser militar, llegando al rango de coronel médico. Pensó que debía a esa condición, el espíritu de disciplina en todos los órdenes de la vida, la responsabilidad compartida, el compañerismo, el sentido del deber y del honor, caracteres de aquél que pertenece a las Fuerzas Armadas.

Fruto de esas actuaciones y de los servicios prestados a las diferentes Instituciones recibió varias condecoraciones, como la Cruz y Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, Encomienda con Placa de la Orden Civil de Sanidad, Cruz de la Orden del Mérito Militar de Primera Clase con distintivo blanco, y Medalla de Servicios prestados a la Universidad Complutense de Madrid.

Docente

El profesor Domínguez Carmona siempre defendió, como el profesor Llombart Bosch, la necesidad de unir la Universidad con la Sociedad, pero no como una idea abstracta, filosófica, tan propia de muchos docentes encerrados en su propio despacho, en su propio ideario, sino realizándola en sus gentes, ya que el universitario culto (un universitario debe ser siempre culto) está obligado a sembrar luz en el ambiente que le rodea. Es decir, el profesor no sólo debe pensar y orientar, sino también ser el brazo activo realizador de sus propias ideas. Siempre defendió que la institución universitaria era creadora y depositaria del pensamiento, así como de sus aplicaciones en la práctica de la vida.

Para poder conseguir estos ideales, estudió y se formó en lo que, en aquel momento, era el embrión de la actual Medicina Preventiva y Social. Tuvo su primer cargo docente en la Cátedra de Higiene y Sanidad de la Universidad Central madrileña en 1954, siendo catedrático el profesor Palanca, antiguo Presidente de esta Real Academia desde 1953 hasta 1966, y ocupando el sillón número 17 durante 44 años.

En 1959 es nombrado Profesor Adjunto interino, obteniendo en 1962 dicha plaza por oposición, y siendo ya Catedrático el profesor Piédrola Gil, bajo cuyas ideas y dirección permaneció siempre. La fidelidad y el cariño que hubo entre ambos es digno de especial mención y admiración.

En 1968 obtuvo la Cátedra de Higiene y Sanidad de la Universidad de Santiago de Compostela, encargándose de la enseñanza de dicha materia en las Facultades de Medicina y de Farmacia.

Fue entonces cuando le conocí, dos días antes de presentarse a dichas oposiciones, ya que fuimos de visita para ayudarle en el duro trance. En aquél momento yo era mucho más joven y el profesor Domínguez Carmona, era eso, el profesor Domínguez Carmona, porque lo consideraba una de esas ramas inaccesibles, que causaba una gran admiración, y en la cual me gustaba reflejarme. En una casa en la cual no vivía, que estaba vacía de personas, pero absolutamente llena de libros por todas partes (desde el suelo al techo), y de papeles diseminados. Si tengo una imagen en mi memoria, es la de él, envuelto en papeles, libros y sabiduría. Pero siempre con una sonrisa abierta, y que dejaba transmitir su inteligencia. Más tarde, dejó de ser el profesor Domínguez Carmona y pasó a ser Manolo, entrañable amigo, eso sí, rodeado de papeles, pero con esa capacidad de dominio de los mismos, de saber donde estaba cada cosa. Todo un caos, pero definido; todo un desorden, pero controlado. Pero sobre todo, el hombre que tenía una gran inquietud frente a la vida, frente a todo, ya que todo le interesaba, y, además, todo lo guardaba. De ahí, los numerosos papeles.

Y allí se marchó, a Santiago. Porque entonces, cuando opositábamos, nos íbamos donde la Universidad nos llamaba, donde la Ciencia nos requería y donde habíamos puesto nuestras ilusiones. No nos importaba dejar nuestro despacho, nuestra clínica o laboratorio, nuestro ámbito geográfico, o incluso nuestra familia. Todo lo dejábamos. Y la Universidad, todas las Universidades eran eso, lo que indica su nombre, universales, con los brazos abiertos para todos, sin existir la endogamia o los léxicos “especiales”.

En Galicia, además, fue Catedrático Inspector de diversas Escuelas de Ayudantes Técnicos Sanitarios (hoy Facultades de Ciencias de la Salud) en La Coruña, Ferrol y Santiago.

En 1973, debido a la jubilación del profesor Piédrola Gil, fue nombrado Catedrático de Medicina Preventiva y Social de la Universidad Complutense de Madrid, donde continuó, además, su labor docente y sanitaria, ya que trabajó incansablemente en la Sanidad Militar y en la Sanidad Nacional, de la que fue profesor de la Escuela Nacional.

Así mismo, fue profesor de siete Master en Epidemiología y Salud Pública desde 1990 a 1997, e impartió numerosos Cursos en otros Centros.

Su labor docente no despareció con la edad de jubilación, continuando como Profesor Emérito primero y luego como profesor de Higiene y Sanidad Ambiental de la Universidad del Centro de Estudios Universitarios (CEU).

Fue defensor de que la Universidad debe de tener como ideario el conocer más, saber más y transmitir más. Y nuevamente citando a Llombart y a Luis Vives “in esentia unitas, in dubis libertas”, ser capaces de encontrar la esencia del pensamiento con unidad (no con uniformidad). Pero también con libertad en las difíciles cuestiones de la vida, ya que el devenir del tiempo siempre muestra relatividad, y nadie debe de imponer su propio criterio en aquello que es opinable.

Dirigió varias Tesis y Tesinas, publicó numerosos trabajos, que no podemos describir, y escribió, así mismo, varios libros. De todos ellos, quiero destacar su participación en nueve ediciones del libro llamado, de forma coloquial, “el Piédrola”, en el que colaboraron todos los Catedráticos de Medicina Preventiva de España y algunos de Microbiología. Fue la base de estudio de todos los alumnos del último curso de Medicina y de todas las oposiciones de la especialidad, incluso del MIR, & difundiéndose, (aún continúa por su decimoprimera edición), por toda España y Sudamérica.

Académico

Si han sido importantes en la vida del profesor Domínguez Carmona las actividades docentes, sanitarias y militares, quizá la que culminó toda su trayectoria intelectual, fue la Académica.

En 1973, fue nombrado Académico correspondiente de esta Real Academia Nacional. A partir de ese momento, y desde su estancia en la Universidad de Santiago, fue nombrado en 1981, Académico Numerario de la Academia de Medicina y Cirugía de Galicia, con un discurso de ingreso sobre “La antropología de la salud”. E igualmente Académico Honorario de las Academias de Medicina de Lugo y Pontevedra.

En 1990 ingresó como Académico correspondiente de la Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental con sede en Granada.

Académico de Número de la Real Academia Nacional de Farmacia, ocupó el sillón número 4, siendo Secretario de la Sección de Higiene y Sanidad, así como, posteriormente, Presidente de la misma. Leyó su discurso de ingreso sobre la “Patología del aluminio”, y fue contestado por nuestro querido amigo y Académico, ya fallecido, pero siempre recordado, el profesor Espinós.

El día 16 de diciembre de 1997, ingresó en nuestra Corporación ocupando el sillón número 26, vacante tras el fallecimiento del profesor Piédrola Gil, con un discurso sobre “La causalidad en Medicina”, siendo contestado por el profesor Piédrola Angulo.

Quizá sea el momento de agradecer a éste último dos cosas: Primero, que haya tenido la generosidad de cederme, con el beneplácito de la Junta Directiva, el poder estar hoy aquí, en esta tribuna, para hacer la necrológica del profesor Domínguez Carmona, ya que, lógicamente, le correspondería a él, pues, como hemos citado, contestó en nombre de la Academia a su discurso de ingreso. La segunda es la cesión de muchos de los datos que estoy citando, sobre la vida de nuestro fallecido compañero.

En su discurso, Manuel incidió sobre la importancia del conocimiento primero de todas las cosas, el origen de todo fenómeno, la causalidad en Epistemología, su aplicación en Medicina, así como los modelos causales en Epidemiología. Es decir, una descripción, pero también una síntesis de todos los aspectos básicos de la Medicina Preventiva y Salud Pública.

En la Academia encontró un nuevo hogar intelectual, en el que no sólo aprendió, sino que, además, enseñó. Y nos puso al día, con sus conferencias, en aspectos clásicos tales como el estudio de los adipocitos o el interferón, los graves problemas más actuales sobre las drogas, el acoso sexual, el estrés térmico, etc. Sin olvidar la descripción de la nueva Medicina Preventiva, con una exaltación de la Salud, los nuevos conceptos de la misma que, según dijo Andrija Stampar, “no es sólo la ausencia de enfermedad, sino el completo estado de bienestar físico, mental y social”, e incluso una aproximación más moderna sobre los síntomas prepatogénicos, que permiten una hipotética clasificación de las enfermedades, o, por supuesto, los nuevos conocimientos genéticos.

Lagrange, brillante Académico, exclamó en la época de “La terreur” en Francia, cuando Lavoisier fue decapitado en la guillotina: “Ha bastado un instante para cortarle la cabeza, pero Francia necesitará un siglo para que aparezca otra que se le pueda comparar”. Y yo pregunto, ¿Podríamos asimilarlo no sólo al cerebro sino a la sensibilidad, la bondad, o incluso el buen hacer humano del profesor Domínguez Carmona? ¿Cuánto tiempo necesitaremos para encontrar en nuestra Academia alguien de sus cualidades intelectuales, cívicas y por supuesto, humanas?

Humano

Y llegamos al punto más importante: la vida de toda persona, de todo hombre de bien.

El profesor Domínguez Carmona fue el clásico Vir bonus, tantas veces mencionado en esta Academia. Fue el Vir bonus medendi peritus plenus misericordia et humanitas, de Scribonio Largo, médico del emperador Claudio, del que hablaba también Quintiliano en su Educación Retorica.

Siempre tuvo como fin la consecución del bien, tanto en el concepto de bien per se (el agathon), como de algo propio a su naturaleza. Según Aristóteles “hacemos el bien practicando la virtud, de la misma manera que nos convertimos en intérpretes de la lira, tocando la lira”. O el bien como moral kantiana, el deber (deber hacia la Medicina, hacia su familia o hacia sus amigos). Por último, hombre de profundas ideas religiosas, asimilando la bondad con el Ser Supremo. El mismo Kant, que antes citábamos, decía: “El cielo estrellado encima de mí y la ley moral dentro de mí, son la prueba de que hay un Dios encima de mí y un Dios dentro de mí”.

Todas estas cosas las pensaba cuando escribía esta semblanza sobre Manolo Domínguez Carmona.

Hablábamos antes de las características que debía tener una Academia. Él, como Académico (posiblemente me lo habrán oído decir muchas veces), tenía la Enkrateria de los griegos (¡siempre volvemos los ojos a Grecia!), el señorío, la clase, la nobleza que engrandece, Y tenía una gran humildad, porque realmente hay que dejar la vanidad para todos aquellos que no tienen nada que exhibir. Y él tenía mucho que exhibir.

Tenía humanidad, espiritualidad y trascendencia, entendiendo ésta última como una disminución del sentido del yo, y una capacidad de identificarse con los demás. Siempre convencer, no vencer.

Entendió como nadie que la sonrisa es la distancia más corta entre dos personas, y por ello, sus actuaciones siempre fueron ejemplo de amistad, compañerismo y buen hacer.

Fue un hombre prudente, siempre con disciplina y obediencia a quien consideraba superior. Siguiendo nuevamente a Aristóteles, según el capítulo X de su “En torno a la política”, el profesor Domínguez Carmona creía que él había de ser el prudente, “el obrero que fabricaba un instrumento de música, pero siempre respetando al gobernante como verdadero artista, del cual sacaba los sonidos”.

El autor de El gatopardo, Lampedusa, decía que no son los latifundios ni los derechos feudales los que hacen al hombre noble, sino las diferencias. Esto, en el más amplio sentido de la palabra. Sobre todo, en los momentos en que vivió el profesor Domínguez Carmona, y en los actuales, en los que hemos abandonado estos conceptos.

Obrar es fácil, pensar difícil, y obrar en concordancia, incómodo. Si ese pensamiento no se ajusta al del entorno que nos rodea, a veces resulta imposible. Pero él lo consiguió, no sólo desde el punto de vista ambiental (ya vimos su participación en la ecología), sino humano. Porque no es lo mismo ser que sentir. Él era y se sentía humano. Se sentía parte del mundo en que vivía.

Muchas veces la vida hay que vivirla en soledad y en nuestra propia intimidad, porque es tan limitada, que no podemos vivir siempre la de otros. Sin embargo, su vida fue una intimidad compartida con su querida familia y sus amigos. ¡Cuantas veces compartió con nosotros esa intimidad, por otra parte bulliciosa, porque se juntaban sus siete hijos (por cierto, todos unos magníficos profesionales, médicos, farmacéuticos, abogados, y licenciados en empresariales), los tres nuestros, más toda una serie de chiquillos que siempre aparecían por allí! Fue hace muchos años, en el mes de julio en la Costa del Silencio tinerfeña, a la cual acudimos huyendo de los problemas granadinos, para encontrarnos con esa familia siempre dispuesta a proporcionar alegría y paz, con una generosidad sin límites.

Y con él, estaba Mercedes, su esposa. Siempre que se habla de una mujer se dice que es extraordinariamente bella por fuera y adornada de todas las virtudes por dentro. En este caso, era verdad. Y con una gran entereza digna de admiración frente a las adversidades y, sobre todo, la enfermedad. Tenía todo aquello de lo que carecemos hoy en día, ternura, dulzura, pudor, palabras que incluso no nos atrevemos muchas veces a decir, por miedo a que nos tachen de clásicos. ¡Como si lo clásico fuera algo vergonzante!

Era la mujer bíblica: “Tu mujer como parra fecunda. Tus hijos como renuevos de olivo en torno a tu mesa” ¡Como si la maternidad apartara a la mujer de forma definitiva, de todas sus infinitas potencialidades! Mesa, por cierto, en la cual se sentaban no sólo sus hijos o cuantos familiares pudieran acercarse, sino todos los demás. Y soy testigo de ello. De cómo recibieron en Canarias a toda mi, a su lado, exigua familia. No nos invitaban a estar con ellos. Estábamos siempre con ellos. Nos acogieron, pero ellos no acogían, asimilaban e integraban. Creo que la primera infancia de mis hijos se encuentra unida a la de esa bendita familia en Canarias, así como la redacción del discurso de ingreso de su padre en la Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental, que también se escribió allí.

Por cierto, el profesor Domínguez Carmona siguió un dicho que todos los discípulos oíamos siempre a nuestro maestro, el profesor Matilla. Él, que era de Zamora, decía que como su mujer era gallega, él era gallega. No gallego, sino gallega. El profesor Domínguez Carmona, era canaria, y así lo practicaba volviendo, siempre que podía, con toda la familia a esas bellas islas, como Moisés buscaba la tierra prometida.

Realmente, Mercedes y Manolo eran como dos cuerdas de un laúd, que están solas y aisladas, aunque vibran todas con la misma música. ¡Así vibraban ellos! A sus hijos, sus queridos siete hijos, que hoy se encuentran aquí, emocionados, me gustaría recordarles que tuvieron un padre ejemplar, aunque ya lo sepan. Que no se ha ido del todo. Que quizá sólo se ha ido a la habitación de al lado, a un lugar próximo, a la vuelta de la esquina, a esperarnos. Y, como él decía siempre, que no os preocupéis, que todo está bien.

Hoy damos gracias a Dios por haber contado con él desde el punto de vista profesional y haber sido sus amigos. Hoy sentimos el privilegio de haber compartido la Academia con él. Hoy nos sentimos familia con su familia. Hoy, una vez más, la Real Academia de Medicina es su familia.

Conclusión

Por eso, porque lo importante para todos nosotros es que cuando nos marchemos dejemos una senda de amor y trabajo, y porque el profesor Domínguez Carmona lo hizo, os pido que le recordéis. Os invoco para que le recordéis, como lo hacemos hoy todos nosotros, como yo lo hago en nombre de la Academia.

Sé que la persona que tanto había viajado, a sus 92 años se encontraba, a veces, parte del día, perdido en las regiones habitadas por el recuerdo y quizá el temor del más allá, como muchos de nosotros. Que quizá había dejado de pertenecer, en algunos momentos, como muchos de nosotros, a su tiempo. Que su verdadero ser había mutado, y que la lengua tendía con frecuencia a regresar al silencio. Y yo pensaba entonces que la vida, el mundo y quizá el cielo son injustos. Porque él no podía desaparecer.

Creo que cada sonido que se emite navega por los aires, y siempre vuelve de regreso. Y que si queremos que en nuestro oído resuenen palabras justas, no hay más que pronunciarlas con anterioridad, para que siempre resuene su eco. Como ha resonado su vida entre nosotros.

Será difícil mantener su ejemplo. Si pensamos en él, será más fácil mantener los valores éticos de nuestra vida. Más cerca de la espiritualidad que el ser humano ha buscado siempre. Más cerca, como decía San Juan de la Cruz, de mantener, en una noche oscura, nuestra casa sosegada. En nosotros, nuestra Academia sosegada.

El nos ayudó a ello.

Descansa en paz, querido amigo.


Si desea ver la conferencia “Sesión Necrológica en Memoria del Excmo. Sr. D. Manuel Domínguez Carmona” pronunciada por su autor puede hacerlo a través de ranm tv en el siguiente enlace
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Autor para la correspondencia
María del Carmen Maroto Vela
Real Academia Nacional de Medicina de España
C/ Arrieta, 12 · 28013 Madrid
Tlf.: +34 91 159 47 34 | marotovela@gmail.es
Anales RANM
Año 2018 · número 135 (03) · páginas 304 a 308
Fecha de Lectura: 25.09.18