Año 2021 · Número 138 (01) · Supl. 01

Enviado: 22.09.20
Revisado: 30.09.20
Aceptado: 22.10.20

Sesión necrológica en memoria del Prof. Alberto Portera Sánchez

DOI: 10.32440/ar.2021.138.01.supl01.art04

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Excelentísimo Sr. Presidente, Excelentísimos e Ilustrísimos Señoras y Señores Académicos, Señoras y Señores:

Antes de comenzar quisiera mencionar que lamento mucho que no haya podido asistir a este acto ningún miembro de la familia del Dr. Portera. Su hermana Ana, a la que le agradezco los datos biográficos que me dio de su hermano y que le habría encantado asistir hoy, no ha podido venir porque hace poco más de un mes fallecía de cáncer.

Pero quiero agradecer la presencia de la que fue durante 34 años su secretaria, Mari Carmen Velasco. Gracias por venir.

Confieso que no soy muy amigo de necrológicas. Y, sin embargo, para mí ha sido una satisfacción y un gran placer haber recibido de la Junta Directiva de esta Corporación el encargo de pronunciar el discurso de precepto en memoria de mi compañero y amigo, el Prof. Alberto Portera Sánchez.

En la esquela que su familia publicó en el ABC del 2 de diciembre de 2019 se dice sobre él: “Eminente neurólogo, que nunca dejó de buscar los lazos de unión entre la ciencia y el arte”. Por esta razón, mi discurso consta, de acuerdo con ello, de dos partes: su trayectoria profesional y científica, y su amor por el arte.

Trayectoria profesional

De su trayectoria personal, profesional y científica quiero mencionar que nació en Caspe, provincia de Zaragoza, el 26 de abril de 1928 y cursó la carrera de medicina en la Universidad de Zaragoza, licenciándose en 1950. Practicó la medicina rural en Gallur (Zaragoza). Alberto decía de su decisión de estudiar medicina que, “a pesar de que la familia estaba sufriendo dificultades difíciles de superar, mi padre, con gran esfuerzo económico, aceptó con serenidad, satisfacción y orgullo mi decisión de ser médico”.

Portera recuerda también la llegada a Zaragoza del profesor José Botella como nuevo catedrático de Obstetricia y Ginecología y del que fue, durante un año, alumno interno honorario.

Una vez finalizada la licenciatura, decidió marchar al extranjero, a París, donde trabajó en el Hôpital des Enfants Malades de la Universidad de la Sorbona, junto a Robert Debré y Stéphane Thieffry, consiguiendo el título de Assistant étranger.

En 1952 leyó la tesis doctoral titulada “Ataxia aguda cerebelosa en el niño”, siendo nombrado profesor asistente extranjero en pediatría y neurología infantil de la Universidad de la Sorbona.

En este departamento de pediatría tomó la decisión de dedicarse a la neurología, especialidad muy desarrollada en esa época en Francia. Allí aprendió el manejo de la semiología que característicamente había desarrollado la escuela francesa y que alcanzó niveles elevados en el diagnóstico de las enfermedades neurológicas.

En Madrid conoció a su mujer, Catherine Cailliau, sobrina-nieta del general Charles De Gaulle y que lo adoraba. Una vez me confesó ella que lo consideraba el hombre más inteligente que había conocido. Sobre un encuentro con el general De Gaulle, Alberto refirió que en una primera velada le impresionó mucho la estatura de 1,96 del general. Comenzaron el encuentro a la hora de la comida y terminaron al final del día con una botella de Armagnac.

Alberto Portera se quejaba de la brusquedad con la que se había pasado de la etapa fundamentalmente clínica de la Medicina, con la valoración de la participación personal y “artística” del médico, a la fase tecnológica e instrumental, donde la labor integradora de los datos la realizan los aparatos al servicio del médico.

En 1952 decidió continuar su formación en Estados Unidos. Allí pudo desarrollar sus conocimientos sobre neurología adquiridos en Francia y ampliarlos con los métodos pragmáticos estadounidenses utilizados para tratar la patología neurológica.

Entre los años 1952 y 1954 fue residente en el Children Hospital de Washington D. C., donde finalizó la residencia que había comenzado en Francia. Luego continuó su formación en el Departamento del Prof. Francis Foster, en la Universidad de Georgetown en Washington, donde fue residente entre 1954 y 1957, los tres años reglamentarios. Allí realizó asimismo un Máster en Neuropatología.

Cuando finalizó esta residencia se trasladó a la Universidad de Maryland, en Baltimore, donde fue de 1957 a 1960 instructor de neurología, impartió clases a alumnos de medicina y dirigió la formación de residentes en Neurología.

Alberto Portera decía que, a pesar de los siete fructíferos años pasados en Estados Unidos, “nunca pude adaptarme al estilo americano de entender la vida ni, aún respetándolo profundamente, identificarme con dicho estilo”.

En 1960 vuelve a Madrid a la cátedra de Patología Médica del Prof. Vicente Gilsanz, en el antiguo Hospital Clínico San Carlos de la calle Atocha. Allí ejerció durante 13 años (de 1960 a 1973), impartiendo clases de Neurología del Programa de Patología Médica III a los estudiantes del último curso de licenciatura. Allí tuvo como compañeros a Domingo Espinós, Amador Schüller, Santiago Tamames y Diego Figuera. Las sesiones clínicas organizadas por Alberto Portera estaban llenas de colegas y estudiantes de medicina. Muchos de ellos aún las recuerdan con entusiasmo.

Hay que tener en cuenta la precaria situación de la práctica de la neurología en España en los años 50 y 60 del pasado siglo. Tras la Guerra Civil, muchos famosos neurólogos de la escuela neurocientífica de Madrid tuvieron que exiliarse. Entre ellos estaba Pío del Río Hortega, neurohistólogo y discípulo de Cajal; y Gonzalo Rodríguez Lafora, neurólogo y psiquiatra, también discípulo de Cajal. Como consecuencia de este exilio, el Instituto Cajal desapareció.

Entre 1966 y 1967, y luego en 1969, Portera volvió a Estados Unidos como Visiting Profesor en el St. Barnabas Hospital de Nueva York.

Mucho después, en el año 2009, recibió el Premio Gimbernat a la excelencia, premios que organiza el Hospital Clínico San Carlos.

En 1973 es nombrado, por concurso de méritos, jefe del Servicio de Neurología del Hospital 12 de Octubre de Madrid, donde formó un servicio dinámico y revolucionario en su momento, integrando la neurología con todas sus pruebas complementarias específicas.

Desde 1973 en adelante organizó el Programa de Residentes en el Servicio de Neurología y, bajo su dirección y supervisión, se formaron más de 135 jóvenes médicos que consiguieron, posteriormente, altos niveles de calidad como profesionales. Su Servicio fue elegido como uno de los mejores números del examen MIR.

A su departamento, Portera invitó a neurólogos de prestigio, como Carleton Gajdusek, estadounidense de origen húngaro y premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1976; a Vladimir Hachinski, neurólogo e investigador canadiense, profesor de neurología de la Universidad de Western Ontario, Canadá; al neurólogo italiano Luigi Amaducci de la Universidad de Florencia, conocido por sus investigaciones sobre la enfermedad de Alzheimer; a David Marsden, neurólogo británico conocido por sus contribuciones en el campo de los trastornos de movimiento; y a muchos otros.

En 1987 Alberto leyó en Madrid una nueva tesis doctoral con el título Elaboración por métodos estadísticos de una escala para el diagnóstico de las demencias de causas desconocidas. Como docente, fue profesor encargado de curso, profesor asociado, profesor titular por oposición y, finalmente Catedrático de Neurología de la Universidad Complutense.

Su influencia y prestigio como neurólogo pronto alcanzó los máximos niveles, siendo consultado por cuantos pacientes o médicos tenían un problema neurológico.

En 1981, el Prof. Portera organizó una Conferencia Internacional sobre Neuropatías Periféricas, bajo los auspicios de la OMS. En 1987 organizó en el Hospital 12 de Octubre una conferencia titulada: “Neuroplasticidad del SNC: un instrumento terapéutico nuevo”.

En 1990 organizó la conferencia “Cajal, Pasado, Presente y Futuro”, en el Colegio Médico de Madrid, a la que yo asistí y que reunió a cuatro premios Nobel de Medicina y Fisiología: Carlton Gajdusek, mencionado anteriormente y conocido por su descubrimiento del kuru, enfermedad que afectaba a los indígenas de Nueva Guinea, Rita Levi-Montalcini, que descubrió el primer factor de crecimiento en el Sistema Nervioso, Gerald Edelman, conocido por sus trabajos sobre el sistema inmunitario, y Severo Ochoa por sus trabajos con el ácido ribonucleico.

En 1993, el Dr. Portera creó, dentro del Servicio de Neurología, especialidades como la Unidad de Epilepsia, la Unidad de Patología Neuromuscular y la Unidad de Neurología Infantil.

De 1989 a 1993 el Prof. Portera fue vicepresidente de la Federación Mundial de Neurología. Asimismo, fue nombrado miembro del “Board of Directors” de la National Foundation for Brain Research, entidad que se encargó de centralizar todas las actividades neurológicas, de investigación y de difusión, durante la Década del Cerebro (de 1990 a 2000). Fue asimismo presidente del Comité de Educación en Neurología de la Unión Europea, Miembro del Comité de Expertos de la OMS y fundador de la Sociedad Alzheimer-España.

Desde 1999 a 2000 fue director de los Cursos de Verano del Escorial. En 1999 obtuvo la Gran Cruz de la Orden Civil de Sanidad y la Medalla de Oro de la ciudad de Zaragoza. Fue asimismo Caballero de la Legión de Honor de Francia, Fellow de la Royal Society of Medicine de Londres, Medalla de Oro de la Reina Isabel de Portugal y Medalla de Oro de la Diputación General de Aragón. También fue Miembro de Honor de la American Neurological Association y de la Academia de Neurología de Estados Unidos.

En 1993 entra en esta Corporación, justo un mes antes de mi propio ingreso, con el discurso de toma de posesión con el título: Envejecimiento en el siglo XXI. También fue miembro numerario de la Real Academia de Doctores de España y correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Destacado como experto en pintura e historia del arte, fue nombrado miembro del Patronato del Museo Español de Arte Contemporáneo.

El Círculo de Bellas Artes le concedió la medalla de oro en 2007 como reconocimiento al quehacer artístico y cultural a personalidades de reconocido prestigio en el mundo de las Artes o la Cultura. Al acto asistieron Martín Chirino, Carlos Saura y Mercedes Corral.

Amor por las artes

La personalidad de Alberto Portera sería incomprensible si no se tuviese en cuenta su amor por la música y por las artes plásticas. Su inquietud por estos temas fue impresionante y extraordinaria.

Ya durante su estancia en París, en los años cincuenta, entró en contacto con el escultor y grabador español Eduardo Chillida, con el pintor, grabador y escultor Pablo Palazuelo y con el músico Narciso Yepes, internacionalmente conocido por su trabajo como guitarrista clásico.

Pero la lista de los amigos artistas de Portera es interminable. Se dijo de él que era el médico de los pintores, pero también lo fue de los escultores. Entre ellos se encuentra Manolo Millares, pintor y grabador canario que falleció en 1972, cofundador del Grupo El Paso y cuyo estilo recuerda a Van Gogh; Martín Chirino, escultor canario, del mismo grupo El Paso; o Eduardo Chillida, escultor y grabador vasco, conocido por sus trabajos en hierro y hormigón.

En su casa de Mataborricos en Madrid, Portera reunía los fines de semana a sus amigos, tanto artistas como científicos. Yo he asistido a algunas de estas reuniones y he podido conocer allí a Carlos Bousoño, poeta y profesor de literatura, al músico Cristóbal Halffter, al escritor Francisco Umbral o al cantaor andaluz de flamenco José Menese.

Pero también recuerdo discusiones entre científicos y artistas con el premio Nobel de Química Ilya Prigogine, concedido por sus estudios de las estructuras disipativas. O con el premio Nobel de Física Murray Gell-Man, concedido por sus estudios sobre partículas elementales, como los quarks.

Recuerdo que, a veces, yo acompañaba a Portera a recoger de un restaurante próximo la paella que había encargado para que la disfrutásemos todos en su jardín, y luego se organizaba una discusión sobre algún tema de interés común.

Entre los pintores amigos de Portera estaban Fernando Zóbel, Manuel Hernández Mompló, Bonifacio, Antonio López, Lucio Muñoz, Eusebio Sempere. Pero también, entre sus mejores amigos estaba el cineasta Carlos Saura, o el cineasta y realizador de televisión Alfredo Castellón, entre otros.

Cuando el escultor Martín Chirino realiza su primer viaje a Nueva York, es acompañado por el cineasta Carlos Saura, por el arquitecto Antonio Fernández Alba y por Alberto Portera, con motivo de la presentación de la película La Caza de Saura en el Festival de Cine del Lincoln Center. Este viaje fue importante para Martín Chirino, que pudo establecer lazos de amistad en los Estados Unidos.

Recuerdo lo emocionado que me contaba Alberto el homenaje sorpresa que le hicieron todos sus amigos artistas en el Casino de Madrid en 1996, un homenaje que, como decía uno de sus amigos, tanto se merecía. También había sido médico de algunos de ellos. La cena la organizó la pintora Esperanza Parada. En esta cena se reunieron en el Casino casi todos los personajes de la cultura que habían pasado por su casa de Mataborricos los domingos. Pero también algunas personas que habían sido tratados por él, como Chillida, el expresidente Leopoldo Calvo Sotelo, el ministro Javier Solana o nuestro Pedro Laín.

Portera decía que el cerebro era necesario para captar las misteriosas vibraciones que emanan de la obra de arte y lo ejemplificaba diciendo que él siempre decía que Velázquez había pintado Las Meninas para él y que Giotto había incorporado nuevos elementos al Renacimiento para él, como era la desacralización de la pintura. El observador participaba, decía, en la obra de arte, incorporando nuevos elementos que son evocados por la mente.

Por otro lado, afirmaba, que quien tiene la fortuna de experimentar sensaciones placenteras durante el encuentro con la obra de arte está dotado de un instrumento que enriquece y da más sentido a su vida, haciéndola, a la vez, más disfrutable. Para él, la envidiable sensibilidad del espectador podría considerarse equivalente, en su calidad e intensidad, a la capacidad de crear del artista.

Sin ese encuentro entre el artista, su obra y el observador, decía, incluso las más grandes obras de arte permanecerían mudas, y el encuentro estético sería causal y efímero. La pintura, solía decir, es demasiado bella y necesaria como para empezar y acabar en los pintores. La variedad de valores que el artista refleja en la obra se enriquece y multiplica al ser compartidos e interpretados por el observador sensible.

La importancia de la genética y del medio ambiente en la creación artística, Alberto Portera lo ejemplificaba con el caso de Wolfgang Amadeus Mozart, diciendo que su cerebro estaba genéticamente dotado para la música, pero que, además, nació en Salzburg, en el seno de una familia de músicos y en un clima de gran sensibilidad para ese arte. Si hubiese nacido en Zaragoza, decía, posiblemente no habría compuesto su Réquiem ni Las bodas de Fígaro, aunque habría creado tal vez magníficas jotas aragonesas.

Una vez le preguntaron sobre las figuras de la creación artística que habían calado más hondo en su vida. Respondió que son muchas, empezando por los pintores de las cuevas paleolíticas pasando por la civilización egipcia. Pero si tenía que dar algún nombre se quedaba en el Renacimiento italiano con el gran Giotto y con Piero della Francesca.

Muchos de los que lo conocían bien decían de Alberto Portera que era un individuo contradictorio y complejo, que era algo así como “el encuentro entre la alta tecnología y el Aragón profundo”.

Pero, después de todo lo expuesto, y si viviésemos en el Renacimiento, esa época tan querida por él, habría que decir que Alberto Portera fue un “Uomo universale”.

He dicho.

DECLARACIÓN DE TRANSPARENCIA

El autor/a de este artículo declara no tener ningún tipo de conflicto de intereses respecto a lo expuesto en el presente trabajo.

Autor para la correspondencia
Francisco José Rubia Vila
Real Academia Nacional de Medicina de España
C/ Arrieta, 12 · 28013 Madrid
Tlf.: +34 91 159 47 34 | E-Mail: frubia2@telefonica.net
Anales RANM
An RANM. 2021; 138(01).supl01: 20-23
Enviado*: 22.09.20
Revisado: 30.09.20
Aceptado: 22.10.20
* Fecha de lectura en la RANM