Año 2022 · Número 139 (01) · Supl. 01

Enviado: 08.06.21
Revisado: 12.06.21
Aceptado: 28.06.21

Sesión Necrológica en Memoria del Excmo. Sr. D. Manuel Serrano Ríos

DOI: 10.32440/ar.2022.139.01.supl01.art02

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Excmo. Sr. Presidente de la Real Academia Nacional de Medicina de España, Excmo. Sr. Secretario General, Excmos. e Ilmos. Sras. y Sres. Académicos, familia y amigos del profesor Manuel Serrano Ríos, señoras y señores.

Quiero empezar por agradecer a la Junta Directiva de la Real Academia Nacional de Medicina de España (RANME) la distinción que me hace al permitirme glosar esta tarde la figura de nuestro compañero el Prf Manuel Serrano Ríos. Por desgracia se trata de un honor que ni yo ni nadie hubiera deseado protagonizar dadas las circunstancias que lo determinan. Subir hoy a esta tribuna representa, ciertamente, un gran honor dado que se trata de homenajear a un compañero distinguido y querido por todos nosotros, pero, junto a ello, supone también una experiencia triste y dolorosa. En mi caso puedo añadir que especialmente triste y dolorosa teniendo en cuenta los enormes lazos de amistad y las sintonías de todo tipo que durante casi medio siglo me han ligado con la persona que hoy recibe el tributo de nuestro recuerdo institucional.

Escribía hace ahora cuarenta años el médico humanista y académico gallego Domingo García Sabell que “estamos en el reino de la huida de la muerte. De su negación. No queremos saber nada de ella. Nos da escalofríos. Perturba nuestra conciencia y añade malestar a los múltiples malestares del tiempo en que vivimos. Por eso ante la muerte callamos. Callamos en absoluto y seguimos nuestro camino de trabajo, preocupaciones y diversiones”.

Releyendo estas certeras palabras pensaba yo que tiene un sentido pleno el hecho de que la Academia decidiera hace ya bastante más de un siglo huir de ese silencio que representa la muerte e instaurar la tradición de rendir un homenaje póstumo a quienes fueron miembros activos de la misma. Reconocerles, recordar su obra, resaltar sus méritos profesionales y sus cualidades humanas. Una tradición que se inicio en 1882 con el “Elogio del académico Ramón Llorente Lázaro” y que se institucionalizó de manera definitiva a partir de 1888 con la conferencia necrológica impartida por el Prf Alejandro San Martin con motivo del fallecimiento del académico Prf Tomás Santero y Moreno. Desde entonces se ha mantenido este hábito con muy escasas excepciones determinadas siempre por causas de fuerza mayor.

En último término esta ceremonia pretende dejar testimonio escrito para la posteridad de lo que fue una parte de la vida y de la contribución a la medicina de nuestros compañeros, a través de su paso por esta institución. En el caso del Prf. Serrano, una de las grandes figuras de la medicina española del último medio siglo, podemos hablar de una vida tremendamente rica, generosa, llena de entrega personal y profesional a su familia, a los amigos, a la medicina en general y a cuantas instituciones gozaron del privilegio de contarle entre sus miembros, desde la propia universidad hasta esta RANME.

Iniciaré mi intervención recordando algunos de sus datos biográficos, para pasar a referirme después a sus contribuciones en el terreno profesional y dedicar, finalmente, un espacio para destacar algunas de sus cualidades personales que mayor impacto me han producido.

Resumen biográfico

Manuel Serrano Ríos nació en Málaga el 10 de julio de 1935, aunque él siempre se consideró cordobés ya que en Córdoba vivió su infancia y su etapa escolar hasta la universidad. En referencia a ese periodo de su vida y aludiendo a la educación recibida en el marco de su familia, procede recordar lo que podríamos considerar como una inequívoca declaración de intenciones a la que siempre se mantuvo fiel a lo largo del tiempo. Así, muchos años más adelante, afirmaba que consideraba como un legado de sus padres “la vocación por el trabajo, la búsqueda de la excelencia en mis proyectos y sueños, la preferencia por la amistad, y una voluntad de no renunciar sino mejorar la identidad personal y cultural”.

Inició sus estudios de medicina en Sevilla donde permaneció tres años, para concluirlos a partir del periodo clínico, en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. Estos años de estudio en Madrid los vivió en el Colegio Mayor Jiménez de Cisneros. De su estancia en el mismo afirma que “allí, en un ambiente de libertad y camaradería, con ofertas múltiples de actividades culturales … pasé una de las etapas más apasionantes e ilusionadas de mi vida”. Su formación médica de postgrado la llevó a cabo en la denominada entonces Clínica de la Concepción, bajo la tutoría del Prf. D. Carlos Jiménez Díaz, a quien siempre consideró su mentor por excelencia. Durante los 18 años de permanencia en la Clínica, trabajó duro, y ascendió de manera progresiva por todo el organigrama asistencial del centro hasta llegar a ser, en su etapa final, jefe de servicio de medicina interna.

Fue un periodo que, en paralelo al progreso en su formación como médico, le sirvió para estrechar lazos de amistad y compañerismo, firmes y perdurables, tanto con sus sucesivos tutores y maestros como con quienes fueron allí sus compañeros de trabajo y formación más o menos coetáneos. Unos lazos a los que ha sido fiel y a los que, con posterioridad, se ha mantenido férreamente asido a lo largo de toda su vida. La única interrupción en los inicios de este periodo tuvo lugar entre los años 1965 y 1967 para realizar una estancia en el “New York Medical College”, merced a una beca internacional competitiva otorgada por Eli-Lilly, que le permitió orientarse en su área de interés, cimentar y consolidar las bases de su formación endocrinológica y de manera específica dar el toque de salida a su pasión por el estudio de la diabetes.

Poco después de su vuelta a España contrajo matrimonio con María Teresa Sordo, una joven médica compañera en la Clínica, donde se formaba como genetista. Hablamos de una especialidad, la genética, muy novedosa en aquellos momentos, que la Dra Sordo tendría, posteriormente, ocasión de desempeñar durante el resto de su carrera profesional en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Fruto de ese matrimonio nacieron sus cuatro hijos, Manuel, Leticia, Teresa y Beatriz.

Al inicio de los años setenta, recién confirmada la condición de hospital universitario adscrito a la Universidad Autónoma de Madrid a la Clinica de la Concepción, es nombrado profesor adjunto de medicina interna de dicha universidad. Decidido a llevar a cabo una carrea académica reglada obtuvo en los años siguientes por oposición el título universitario de profesor agregado (1976) y no mucho después, el de catedrático (1981). Ya como profesor agregado fue destinado a la Universidad de Barcelona por un breve periodo de tiempo. En seguida recibió y aceptó el encargo de liderar de forma interina durante un curso académico la cátedra vacante de Patología General de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense y dirigir su correspondiente servicio asistencial dentro del Hospital Clínico San Carlos, durante el curso académico de 1978-79.

Para quienes trabajábamos por entonces en esa cátedra, muy acreditada en el mundo de la medicina clínica, pero que apenas sabíamos del Prf Serrano Ríos poco más que su nombre, su llegada resultó una sorpresa grata y estimulante. Su paso entre nosotros supuso una experiencia inolvidable, muy positiva, que, en una medicina muy cerrada como era la nuestra, nos abrió puertas y caminos apenas explorados por nuestro grupo con anterioridad. Sobre todo contribuyó a estimular nuestro interés en el campo de la investigación clínica y nos abrió a un horizonte novedoso en el ámbito de las relaciones institucionales con otros sectores médicos emergentes. Personalmente puedo decir que fue mi primer encuentro prolongado e intenso con el Prf. Serrano. Al acabar aquel curso su marcha inevitable fue percibida por todos –y, desde luego, por mi- como una gran pérdida.

Vino después otro breve destino universitario en Oviedo, ya como catedrático, tras el cual regresó a Madrid para desempeñar en esta ciudad el resto de su carrera profesional. Asumió, entonces, la responsabilidad de poner en marcha, consolidar y dotar de personalidad al servicio de medicina interna del recién nacido hospital Ramón y Cajal, tarea que cumplió con éxito y a la que estuvo dedicado entre 1981 y 1987. En enero de 1987, tras la jubilación del Prf Amador Schüller, accede por oposición –en esta ocasión de manera definitiva- a la cátedra de Patología Médica y a la dirección del correspondiente servicio de medicina interna del Hospital Clínico San Carlos, donde permaneció hasta su jubilación por razones de edad en el año 2005. En relación con este último periodo como catedrático en activo de medicina interna y jefe de servicio dentro del Hospital Clínico escribió que “había constituido la fase más equilibrada, serenamente activa, productiva y gratificante para mi vida personal, académica e investigadora”

Convertido a partir de ese momento de la jubilación en profesor emérito se mantuvo activo, centrado en la investigación, acudiendo a trabajar todas las mañanas en un modesto despacho-laboratorio cedido por las autoridades del Hospital Clínico. En él siguió desarrollando una actividad investigadora intensa y continuada. También tutorial, con alumnos de pre y, sobre todo, del postgrado. Contó para ello con el apoyo de un pequeño equipo de entusiastas colaboradores. Se mantuvo así durante años hasta que, muy pocos meses antes de su fallecimiento, las limitaciones físicas de su aparato locomotor dijeron basta y convirtieron en misión casi imposible el simple hecho de poder cubrir los apenas 200-300 metros existentes entre su casa y el hospital. Creo que es de justicia recordar aquí los nombres de al menos dos de las personas que más intensamente se mantuvieron junto a él como apoyo permanente durante esta última etapa. Me estoy refiriendo a la Dra. María Teresa Martínez Larraz, su colaboradora más próxima en las últimas dos décadas y el Dr. Arturo Corbatón quien, además, pasó a convertirse en su médico de cabecera.

De algunos de sus logros profesionales a lo largo de todo este tiempo daré cuenta en el aparado siguiente, pero si quiero ahora resaltar dos circunstancias que fueron determinantes en el devenir de esta última etapa de su vida una vez producida su jubilación oficial. La primera, muy triste, fue el fallecimiento, en el año 2007, de Manuel, su hijo mayor, víctima de un tumor maligno de progresión muy rápida y cruel. Se trataba de un hombre joven, excepcional en cuanto a su carácter, bondad, entrega y capacidad de trabajo, con una vida orientada cien por cien, a la lucha por mejorar las condiciones de vida de la población más desfavorecida en cualquier parte del mundo. Su fallecimiento afectó profundamente a D. Manuel como no podía ser de otra manera, pero no hizo sino fortalecer su voluntad de trabajo y la entrega a la profesión. Creo que resulta apropiado afirmar que tanto en su vida personal como en la familiar y en la profesional se diferencian de forma nítida, un antes y un después en relación con esa circunstancia.

El segundo evento que marca este periodo, en este caso de forma muy positiva y nada dramática, corresponde a su entrada en la RANME. Lo hace en el año 2009, ya jubilado, pero viviendo el momento de su incorporación no sólo con la alegría que corresponde a un reconocimiento de esta categoría, sino también como un reto muy atractivo e ilusionante donde se le presenta un nuevo marco complementario para poder desempeñar sus capacidades profesionales y sus cualidades humanas. Él mismo alude a ello en su discurso de entrada en la Academia cando nos dice que “llegar a ser Académico Numerario no lo concibo -y espero que mi interpretación se confirme-, como la llegada a un fin de etapa ya cerrada. Más bien, como recién llegado, acudo con la esperanzada ilusionada, llena de proyectos y actividades creativas …. a las que comprometo la máxima dedicación y esfuerzo”. Un reto al que Manuel Serrano ha sido fiel en todo momento como podemos atestiguar todos y cada uno de sus compañeros en esta casa.

Desarrollo profesional

En la breve nota que nos hizo llegar la Academia en los días siguientes al fallecimiento del Prf. Serrano Ríos se le define como un “brillante clínico, docente e investigador, constante en el trabajo y estudio”. Se destaca que “lideró y fue pionero en el desarrollo de la Medicina traslacional en nuestro país, merced a sus profundos conocimientos en las ciencias básicas y clínicas, que se desarrollaron a partir del estudio de la genética de la diabetes”. Y como resumen se señala que “su producción científica expresada en múltiples publicaciones de todo tipo, libros, artículos, trabajos corporativos, comunicaciones a congresos, ponencias, etc… es abundantísima”. Todo ello es verdad pero se queda muy corto y resulta algo frío. Creo que conviene reflejarlo en un contexto que muestre de forma más detallada lo que fue su actividad profesional.

La medicina española a finales de los años cincuenta y en los primeros sesenta del siglo pasado se parecía bastante a un páramo desierto y sin apenas vida, especialmente en lo que se refiere a la medicina hospitalaria y a la académica. La producción científica original era prácticamente nula. Encontrar nombres españoles en revista médicas de primer nivel en cualquier especialidad más que raro resultaba excepcional y hasta sorprendente. La formación de postgrado prácticamente no existía, la especialización se adquiría por vías pintorescas, absolutamente heterogéneas y nada fiables. No había una red hospitalaria digna de tal nombre. Apenas cabría mencionar algunos hospitales provinciales o dependientes de las diputaciones, los hospitales militares en los lugares que eran capitanía general, y los clínicos en aquellas ciudades que disponían de facultad de medicina, apenas once en todo el país.

Existían también una cierta variedad inconexa de determinados hospitales monográficos psiquiátricos, infantiles, antituberculosos o maternidades de dependencias diversas, pequeñas clínicas privadas diseminadas por aquí o por allá y poco más. Cada uno funcionaba a su aire y sin unas normas mínimas comunes que regulasen aspectos como dotación material o de personal, régimen de funcionamiento o cualquier otro punto que se quisiera contemplar. Como meras excepciones a este triste panorama podían considerarse algunos pocos centros que intentaban asumir algunos rasgos de modernidad. Entre ellos quizás los más destacados fueran el hospital Marqués de Valdecilla en Santander, el de la Santa Cruz y San Pablo en Barcelona y, sobre todo, la Clínica de la Concepción en Madrid. A este último se dirigió el joven Manuel Serrano para “hacerse médico” de verdad y a ello se dedicó con una entrega, pasión y aprovechamiento absoluto, rasgos todos ellos que han sido norma en cualquiera de las decisiones posteriores de su vida.

Eligió ser internista, como D. Carlos su maestro. Ello le posibilitaba disponer de una visión holística del enfermo y de sus padecimientos, y, en ese contexto, tomó igualmente la decisión de profundizar en el mundo de las enfermedades metabólicas y especialmente en el de la diabetes. A ello contribuyó de manera importante su estancia formativa en los Estados Unidos orientada ya en esa dirección a la que me he referido con anterioridad. Una estancia inusual en la época, relativamente prolongada y, sin lugar a dudas, muy bien aprovechada.

Entendió desde el principio que la dedicación preferencial, más o menos específica a cualquier especialidad o subespecialidad de la medicina clínica debería comenzar por disponer de una buena formación generalista. La figura de su mentor y el marco físico estructural de su formación determinaron también desde el inicio que viese la investigación, la básica, pero sobre todo en su caso la investigación clínica, como un complemento indispensable para su evolución médica. Además, esta visión amplia de la medicina resultaba ser absolutamente necesaria para la proyección docente en el marco académico de la universidad, algo hacia lo que se sentía llamado desde sus inicios profesionales y en donde debería verter los conocimientos adquiridos.

Resulta imposible recoger aquí, ni siquiera de forma resumida lo que fueron sus publicaciones en forma de libros o artículos de todo tipo, sus aportaciones a congresos científicos, los proyectos de investigación con los que anduvo comprometido, habitualmente como investigador principal, y ni siquiera la relación de grupos y personas concretas a quienes dinamizó con sus conocimientos y con su entusiasmo. Algo de todo esto queda apuntado en su repaso biográfico.

Según avanzaba en se trayectoria científica y de forma paralela a lo que iba ocurriendo en España y en el mundo fue incorporando a su campo de interés otras áreas de conocimiento próximas a la diabetes. Entre ellas la obesidad, el llamado síndrome metabólico o las cuestiones relacionadas con la nutrición, hasta llegar a convertirse en un referente indiscutible en cada una de estas materias. Fue también ampliando su campo operativo a nivel geográfico, algo a lo que había concedido siempre una gran importancia, lo que le condujo a entrar de lleno en la llamada “comunidad científica internacional”. Todo ello le obligó a aceptar compromisos representativos y a formar parte como directivo y/o asesor de toda suerte de entidades y eventos científicos, así como a liderar sociedades médicas nacionales e internacionales. También, inevitablemente, a hacerse merecedor y a recoger premios procedentes de entidades y sociedades médicas, pero también de otras vinculadas a la universidad o a diferentes instituciones sociales tanto dentro como fuera de España en un reconocimiento continuado por su labor.

Desde sus inicios su vocación por la enseñanza determinó que fuera desarrollando una labor docente directa e indirecta, siempre mantenida, a través de los diferentes puestos que fue ocupando en las distintas instituciones, universitarias o no, por las que pasó. Hace pocos días un compañero con responsabilidades académicas en la facultad en aquellos momentos, me recordaba que cuando el Prf Serrano accedió a la cátedra de patología médica de la UCM en 1986 lo primero que hizo fue remitir a las autoridades del departamento y al decanato de la facultad el guión-resumen muy cuidado con los que consideraba puntos esenciales de todos y cada uno de los casi quinientos enunciados de temas que constituían el programa de los tres años de su asignatura.

Contribuyó a la formación de numerosas generaciones de alumnos, varios de los cuales alcanzaron la cátedra en distintas universidades. Todos hablaron siempre con respeto de su maestro y en su mayor parte se convirtieron después en colaboradores directos y permanentes en el campo de la investigación y en el de las publicaciones. Fue, esencialmente, también en este terreno, un gran motivador. Recordaré sin entrar en detalles las más de 30 tesis doctorales dirigidas y su participación como organizador, coordinador o ponente en un número muy elevado de cursos de postgrado, simposios, jornadas y mesas redondas, algunas de las cuales celebradas en esta misma Academia, También su presencia y participación activa en infinitos congresos científicos dentro y fuera de España, y tantas otras cosas de esta misma índole.

Dirigió como investigador principal más de sesenta proyectos competitivos, públicos y privados, en numerosos casos internacionales. Participó en la fundación de la Red de Investigación en Diabetes y Obesidad (CIBERDEM) así como en el grupo de estudio de Diabetes y Obesidad de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Colaboró muy activamente en la Federación Internacional de Diabetes y en la Sociedad Europea de Diabetes, recibiendo numerosas distinciones, entre las que destacan la Medalla de Oro del Mediterranean Group Study of Diabetes (MGSD) o la de la Sociedad Española de Nutrición Básica y Aplicada (SENBA). En España y fuera de ella presidió comités científicos, grupos de trabajo, congresos y sociedades.

Entre sus reconocimientos más destacados cabe citar el haber impartido la Lectura Anual Conmemorativa de la Fundación Jiménez Días, así como la Lección Magistral Dr. Andrés Laguna en la Universidad de Alcalá de Henares. También haber sido nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Granada, por la Universidad Cayetano Heredia en Lima (Perú) y por la Universidad Cluj-Napoca en Rumania. Recibió nombramientos honoríficos procedentes tanto de numerosas instituciones españolas como de academias médicas y universidades de otros once países.

Para cerrar este apartado quiero destacar y exponer a modo de ejemplo de su forma de entender el trabajo dos situaciones que pueden servir como muestra del “buen hacer” que ha mantenido siempre el Prf Serrano en cuanto a su nivel de seriedad, compromiso y rendimiento en cualquiera de las tareas en las que se ha visto implicado a lo largo de su vida. He escogido como primero de estos ejemplos, por conocerlo bien y de primera mano, su participación durante cerca de 25 años en el llamado “Instituto Danone”. El segundo, mucho más próximo, obligado en el día de hoy y bien conocido por todos Vds, sería el que se focaliza en lo que ha sido su paso por esta RANME

El Instituto Danone nació al principio de los años noventa en el marco de una campaña mundial para crear institutos nacionales de investigación, docencia y educación sanitaria como una iniciativa de la empresa del mismo nombre. Se establecían a modo de fundación con total autonomía de funcionamiento para desarrollar iniciativas en estos campos dentro del mundo de la alimentación y de la nutrición. Lo hacía con una buena dotación económica destinada al cumplimiento de sus fines y en cuya gestión no participaba la empresa. El Prf Serrano fue la persona llamada para ponerlo en marcha, presidirlo y también seleccionar a quienes serían sus colaboradores en el consejo científico del Instituto, un Consejo operativo encargado de programar todas sus actividades y en gran parte desarrollarlas a través de sus propios miembros. Se adoptó desde el principio como lema de funcionamiento el de “saber y hacer saber” algo que se convirtió en el objetivo prioritario del Instituto.

A lo largo de su prolongado periodo de presidencia su actividad fue desbordante. Se dieron más de un centenar de becas de investigación con dos años de duración cada una destinadas a incorporar como becarios a jóvenes investigadores en el seno de equipos ya consolidados y con proyectos en marcha. Se han desarrollado más de 15 cursos de formación, de una semana dentro de la UIMyP en su sede de Santander bajo el título genérico de “Escuela de Alimentación y Nutrición Francisco Grande Covián”. También, con un carácter más limitado, cursos en otras muchas diversas instituciones incluida la propio RANME. Se desarrollaron dos master universitarios de dos años cada uno en la Universidad Rey Juan Carlos. Se ha premiado anualmente la trayectoria más distinguida de una personalidad en el campo de la alimentación y de la nutrición. Se han elaborado publicaciones en forma de libros, monografías, guías de comedores escolares, y hasta una revista divulgativa de gran tirada de carácter trimestral. El modelo de trabajo del Instituto Danone español, presidido por él, llegó a convertirse en referente indiscutible para Institutos de otros países hasta el punto de que, como consecuencia de ello, el Prf Serrano fue elegido en 2005 presidente de la federación internacional de los Institutos Danone de todo el mundo.

Creo que se trata de un buen ejemplo de lo que ha sido siempre su capacidad para liderar una labor colectiva extensa e importante. Lo hacía de manera aparentemente fácil, sin que nunca surgiera una voz más alta que otra y generando un ambiente positivo para los fines educativos y de fomento de la investigación que constituían la finalidad última de esta iniciativa. Un ejemplo perfectamente extrapolable a las otras muchas tareas y formas de actuación en aquellos asuntos en los que se vio involucrada su actividad profesional

El segundo ejemplo que quiero destacar, obligado como digo en este acto, es el relativo a su actividad como Académico de Número de esta Real Academia Nacional de Medicina de España. Todos Vds, compañeros académicos, lo han vivido en directo por lo que no voy a descubrir nada que no sepan. Accedió a ella en el año 2009, ocupando el sillón nº 6, nominado de Endocrinología, Metabolismo y Nutrición, en el que sucedía al catedrático de Valencia Prf. D. Francisco Javier García-Conde y que anteriormente había correspondido a su maestro D. Carlos Jiménez Díaz.

He comentado al inicio de este texto el espíritu con el que llegó a la corporación. Fruto del mismo fue su compromiso entusiasta e inmediato para sumarse desde el primer día, voluntaria e incondicionalmente a cuantos trabajos fueran necesarios. En consecuencia con ello ha presidido en la Academia durante ocho años la sección 2ª de Medicina y ha participado de manera continuada, siempre inteligente y ponderada, tanto como ponente como con intervenciones en los coloquios posteriores, un muchas de sus sesiones ordinarias. También ha tenido un papel destacado como organizador y director de diferentes cursos, jornadas y simposios a lo largo del tiempo.

Por resumir en unos números una parte de esta actividad diré que durante los algo más de diez años transcurridos entre el 10 de febrero de 2009, fecha de su discurso de ingreso en la Academia, hasta el 12 de junio de 2019, cuando tuvo lugar su última intervención, dictó 45 conferencias en sesiones ordinarias o extraordinarias, centradas en su mayor parte en cuestiones relacionadas con la diabetes, con la obesidad o con la nutrición. En siete ocasiones estas intervenciones correspondieron a “laudatios” o a recibimientos o despedidas académicas. Sus intervenciones en los coloquios de las sesiones ordinarias de los martes posteriores a la presentación de turno, han sido incontables y llenas de observaciones agudas, de reflexiones atinadas o de complementos informativos, ofrecidas siempre con el rigor y la cortesía que le eran características.

Nuestro compañero Juan José López Ibor en su discurso de bienvenida a la Academia afirmaba con total propiedad que el Prf Serrano Ríos “pertenece a una estirpe de médicos que han sabido ser a la vez generalistas y especialistas, investigadores de laboratorio y clínicos. Una especie rara, amenazada y de la que quedan pocos…”

Perfil humano

Me gustaría destacar, en esta última parte de mi intervención, algunas de las características más personales que, considero, ayudan a definir y entender mejor el perfil profesional y humano del Prf. Serrano. Detenerme en algunos de los rasgos que, a mi juicio, permiten, al menos en parte, interpretar, comprender mejor los porqués de sus grandes logros a lo largo de la vida. Se trata de referencias que, quizás, puedan aparecer bastante obvias para todos los que le hemos conocido y compartido la vida con él en esta casa, pero que pueden ayudar a entender su personalidad a quienes en el futuro vengar a sustituirnos en los sillones de esta Academia.

Quizás la primera de estas cualidades sea su inteligencia. Deslumbraba. Era algo muy evidente que siempre saltaba a la vista desde el primer momento ante cualquier posible interlocutor, tanto si se trataba de alguien conocido como de un extraño. Dispuso siempre, hasta el final, de una capacidad intelectual extraordinaria, perceptible, como digo, de forma inmediata fuese cual fuera la cuestión que se pudiera plantear, pero cuya máxima expresión se manifestaba en aquellos temas relacionadas con su profesión, sobre todo en aquellos sobre los que era más experto, los que le resultaban más afines y atractivos. Evidentemente, a la cabeza de todos cualquier asunto que tuviera que ver con la diabetes.

Muy vinculada a esta inteligencia cabría añadir la capacidad del Prf. Serrano para percibir o intuir de inmediato los matices que su interlocutor pudiera transmitir, tanto si éste lo hacía de forma clara y directa, como si, voluntaria o involuntariamente, la comunicación fluía de manera más confusa. Sabía interpretar a la persona con la que trataba y hacerlo sin que ello generase sensación de incomodidad en el otro. Además, disponía de una imaginación desbordante para desarrollar cualquier idea que se le ofreciese. Yo y otros muchos hemos sido testigos frecuentes de cómo cualquier iniciativa que surgiera en un intercambio científico era capaz de convertirla de inmediato en una hipótesis de trabajo o directamente en alguna propuesta operativa de actuación

Inteligencia, sagacidad e imaginación fueron constantes a todo lo largo de su vida profesional y estuvieron detrás de buena parte de los proyectos de investigación en los que intervino o en las tesis doctorales que dirigió. Pero son cualidades que para fluir necesitan asentarse en eso que llamamos el trabajo. Manuel Serrano fue siempre un trabajador permanente y entusiasta. Nunca, ni siquiera en las últimas fechas, aflojó en este terreno. Puedo dar fe de ello de forma directa, reiterada y hasta reciente. Ya con la COVID sobre nuestras cabezas, hace muy pocos meses, todavía me presionaba para que ideásemos juntos algún proyecto formativo para poderlo desarrollar en el marco de la Academia. Hace unas semanas en su funeral su hija Beatriz lo calificó de maestro y desgrano algunos de los motivos que justificaban este calificativo. Lo fue y en grado sumo.

Sabía convencer. Además de argumentos, le sobraba constancia y sutileza para ello. Tenía madera de líder y como tal solía ser reconocido desde los primeros momentos, fuera cual fuese el grupo humano en el que estuviera integrado o la empresa en la que se involucrara. Sumaba y no restaba. Cuidaba las formas y era generoso a la hora de reconocer los valores de los demás en el campo intelectual y en el profesional. Su capacidad para convencer se desarrollaba con unas formas exquisitas. No necesitaba gritar ni dar portazos, aunque en ocasiones no le faltaran motivos para hacerlo. Excepcionalmente tuve ocasión de ser testigo de alguno por más que enseguida se arrepentía y buscaba puentes para retomar el camino del diálogo. Son características todas ellas que pueden ayudar a comprender que ni la envidia ni los celos profesionales, algo tan común en nuestro mundo, figurasen entre sus defectos.

Cuando se planteaba un tema controvertido ofrecía sus argumentos cargados de afabilidad y de sonrisas. Los exponía en un entorno amable, a partir de unas formas en las que lo dominante era una cálida simpatía. En la presentación los envolvía en una gran capacidad de comprensión ante las posturas ajenas. Todo ello, por lo general, solía desarmar a su interlocutor. Era poco dogmático y llegado el caso sabía dar su brazo a torcer.

Fue un hombre bueno, generoso y sensible, interesado por la vida en cualquiera de sus aspectos. Pertenecía a esa especie de profesionales que tradicionalmente suele conocerse como “médico humanista”. Temas relacionados con la cultura como el arte, sobre todo la pintura, la música o la historia formaban parte de sus intereses y de los hábitos que cultivaba. No rehuía ninguna conversación sobre cualquiera de esas cuestiones. Su familia, pero también sus amigos, especialmente aquellos de siempre, los que procedían de sus tiempos de estudiante en el Colegio Mayor Jiménez de Cisneros o de su periodo en la Clínica de la Concepción, constituían sus prioridades. Siempre estaba interesado por ellos, abierto para nuevos encuentros y dispuesto a ofrecer cualquier tipo de ayuda si las circunstancias así lo requerían

Quiero cerrar esta intervención con dos testimonios históricos, que expresan dos sensaciones muy reales que el dolor por la muerte de nuestro compañero Manolo Serrano me ha traído a primer plano. Goethe, el genial autor de Fausto, dejo escrito en 1830, apenas dos antes de su fallecimiento, con motivo de la muerte de su amiga la gran duquesa Luisa, que “la muerte es algo tan extraño que no se la considera como posible a pesar de toda experiencia cuando se trata de alguien a quien queremos, y siempre nos sorprende como algo increíble y paradójico”.

Siglos antes, Agustín de Hipona, en circunstancias parecidas, pero con un tono más poético reflejaba el mismo sentimiento tras el fallecimiento de un amigo íntimo. “¡Qué dolor ensombrece mi corazón!… mis ojos le buscaban por todas partes y en ninguna le veían …. me admiraba que los demás mortales viviesen ….y todavía me asombraba más que yo mismo que era su otro yo siguiera viviendo después de su muerte…”. Son experiencias muy humanas, perfectamente comprensibles, que se aproximan mucho a lo que todos sentimos en estos momentos y que estoy seguro de que compartimos en gran medida muchos de nosotros.

Queridos Petete, Leticia, Teresa, Beatriz, nietos, yernos, más allá de la tristeza de estos momentos recordad que habéis tenido la fortuna de compartir la vida con un hombre excepcional. Ese es el mensaje central que debe permanecer. En esta circunstancia tan triste y bastante poco esperada todos nosotros, sus amigos de la Academia, nos unimos a vuestro dolor. Estamos con vosotros. También con el resto de la familia y con toda su innumerable legión de amigos, colegas y discípulos. Creo que puedo hablar en representación de todos y de cada uno de quienes hemos sido los compañeros de Manuel Serrano Ríos en esta casa –su otra casa-, de quienes tanto le hemos querido y admirado, si os ofrezco desde el fondo del corazón nuestra disponibilidad y sobre todo nuestro afecto de manera incondicional y permanente.

He dicho.

DECLARACIÓN DE TRANSPARENCIA

El autor/a de este artículo declara no tener ningún tipo de conflicto de intereses respecto a lo expuesto en el presente trabajo.


Si desea ver la conferencia pronunciada por su autor puede hacerlo a través de ranm tv en el siguiente enlace
ranm tv
Autor para la correspondencia
José Manuel Ribera Casado
Real Academia Nacional de Medicina de España
C/ Arrieta, 12 · 28013 Madrid
Tlf.: +34 91 159 47 34 | E-Mail: jribrea.hcsc@salud.madrid.org
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