Año 2024 · Número 141 (01) · Supl. 01

Enviado: 16.05.23
Revisado: 22.05.23
Aceptado: 14.06.23

Sesión necrológica en memoria del Prof. Miguel Lucas Tomás

DOI: 10.32440/ar.2024.141.01.supl01.art03

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Como sin quererlo, dictaba su magisterio de lo cotidiano, de lo coloquial, el profesor Miguel Lucas, en cualquier momento y al cabo de la calle, en una conversación cualquiera. Y recuerdo, por ejemplo, en estas cuatro primeras líneas aquella conversación en la que comentaba que protocolariamente: “en el Presidente queda representada toda la corporación”.

Señor Presidente de la Real Academia Nacional de Medicina de España, señor Decano de la Facultad de Odontología de la Universidad Complutense de Madrid, y discípulo predilecto, Prof. Gonzalo Hernández Vallejo, hijos del Prof. Lucas: Mónica, Miguel María, Ignacio, Teresa y Carlota. Y nietos, 16, orgullo y cariño de aquel cuyo recuerdo nos convoca esta tarde.

Debo comenzar estas palabras con mi agradecimiento a esta familia, que propuso mi nombre a sabiendas más de una amistad que de unos méritos y también a la junta directiva de la Academia que corroboró esta decisión.

Existen dos fechas insalvables en el discurrir de la vida académica, en correspondencia con la vida humana: la de origen y la de destino. Tienen una misma expresión para quienes la contemplan: la primera de gozo, de bienvenida a un nuevo mundo, y la segunda de tristeza, por abandono del mismo. Se corresponden, digo, en el mundo académico con la del ingreso en esta institución -en su caso en la categoría de Académico de número-, y con la coincidente pero insalvable de despedida de ambas vidas, que ocurre a la par y así se cierra una biografía con dos llaves. Es lo único cierto, a falta de concretar en fechas lo dispuesto, lo inevitable, lo que los griegos personificaron en la Ananké. Miguel Lucas ingresó en esta casa en plenitud de sabiduría, acrisolada por la experiencia, un 22 de noviembre de 1994 y se despidió el pasado 6 de febrero. Tres décadas de vida académica. No es habitual.

El Profesor Miguel Lucas se convirtió en un clásico a la manera clásica que, en su especialidad, no era frecuente. Nació en Murcia el 13 de septiembre de 1939 cuando España seguía oliendo a pólvora, y allí ganó sus primeros estudios. Cursó después la carrera de Medicina en la universidad de Salamanca, reuniendo un gran expediente, y se licenció en 1961 con el mejor recuerdo de su paso por aquella ciudad que le ahormó el carácter, y también con el mejor recuerdo hacia sus maestros, especialmente de los profesores Balcells, Querol y Granjel, y a ellos se referirá de por vida con el reconocimiento y el agradecimiento del bien nacido.

Inmediatamente Miguel Lucas Tomás decidió especializarse en Estomatología siguiendo una trayectoria familiar, no obstante, su abuelo, Miguel Lucas, ejerció con el título de Cirujano-Dentista, y su padre, de igual nombre, con el de Odontólogo -aunque también con el de Médico, en APD-. Logró su título en la Escuela de Estomatología dos años después y todavía esta saga tiene continuación en sus hijos Mónica e Ignacio. Cuatro generaciones -quizá una quinta si alguno de los nietos estuviera en disposición de enganchar otro eslabón- con cuatro denominaciones profesionales diferentes que, en caso de darse esta última circunstancia serían cinco.

Lo habitual, con una demografía profesional tan escasa (2.916 dentistas para 31.440.070 habitantes) cuando él termina, era acomodarse al ejercicio liberal de la profesión de Dentista en un país en el que sólo existía un centro de formación -hasta el año de 1971 en que “de facto” se abre otra Escuela, en Barcelona-. Pero Miguel Lucas tiene otros planes, de excelencia y de altruismo, y continúa su formación en la universidad de Alabama. En la Clínica de la Concepción ingresa en 1963 y permanece 14 años cubriendo etapas posteriores de su formación con el mismo Prof. Jiménez Díaz, quien se sorprende de que un estomatólogo quiera realizar su tesis doctoral sobre la genética de determinadas malformaciones maxilofaciales que observa en la clínica y en el quirófano bajo la jefatura del Prof. Felipe Landete. Los profesores Gómez Orbaneja, Oliva y Sánchez Cascos son asimismo sus referencias directas, y en sus respectivos servicios de Dermatología, Anatomía patológica y Genética colabora, lo que sin duda va a repercutir en su magisterio en la cátedra de “Estomatología médica”, lograda en 1974 después de cubrir las etapas preceptivas docentes y también como médico adjunto, y después jefe asociado, de Estomatología y Cirugía Maxilofacial de la Clínica Jiménez Díaz.

No toda su carrera se realiza en España. El joven Miguel Lucas Tomás acude al servicio de Cirugía Maxilofacial del Hospital Foch, de París, del Tandlaegehojskole de Copenhague, al Medical Center de Birmigham y a las universidades de South Carolina y de Michigan. Tal acopio de méritos adquiridos en estos centros le sitúan en condiciones muy especiales para lograr la cátedra de Estomatología Médica que le prestigiaba, no menos que esta especialidad quedaba prestigiada con semejante currículo. Dirigirá el Departamento de Estomatología y la Escuela Profesional de Patología bucal de la Escuela de Estomatología de la Universidad Complutense y como recuerda el Prof. Schuller, fue jefe en funciones del Servicio de Cirugía Maxilofacial del Hospital Clínico de San Carlos. Asimismo, fue vicedecano de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid entre 1977 y 1986, contribuyendo a implantar el “numerus clausus” y a la innovación en el tercer ciclo de estudios médicos.

Fue visiting profesor de la Facultad de Medicina de Birmingham y de la universidad iberoamericana de Santo Domingo, de Ríos Piedras de Puerto Rico y de Génova. Representante y consultor español en la OMS para la reforma de la enseñanza dental en Europa; fundador de la European Faculty or Oral Health Sciences; miembro de la Comisión permanente de Investigadores de la Federación Dental Internacional y del Comité Internacional de Clasificación de Tumores y vocal de la Europa Against Cancer Programe de la OMS/CEE. En nuestro país fue fundador de la Sociedad Española de Medicina Oral y su primer presidente y también miembro de la Academia Americana de Medicina Oral. Cuando el profesor danés Pindborg, autoridad mundial en oncología maxilofacial, viene a España pregunta por el profesor Lucas, y cuando regresa a Dinamarca se despide hasta la próxima de su amigo Miguel.

Sus libros “Atlas de Medicina Oral y Maxilofacial” y “Medicina Oral” fueron de referencia para varias generaciones, y participó en “Genética al día”, “Farmacología y Terapéutica” y “Actualizaciones en Gastroenterología” de los profesores Sánchez Cascos, Lorenzo Velázquez y Díaz Rubio, respectivamente, superando además el centenar los artículos científicos con gran índice de impacto.

Debo decir que fui alumno suyo en la Escuela de Estomatología de la Universidad Complutense de Madrid. En una de las aulas magnas del gran centro compareció una mañana un profesor impecable, con una elegancia vertical. Comenzó su exposición a la manera clásica y dejé mi bolígrafo sobre la mesa. No se trataba de tomar apuntes pues su discurso atraía la atención de quien quiere aprender hasta del detalle de quien lo dicta. Los temas que él impartió fueron otros tantos folios en blanco míos, correspondiéndose su impronta con mi atención. Obtuve sus máximas notas, con las hojas de apuntes en blanco pero la huella precisa en mi memoria. Esta admiración, y un respeto superior, unidos al reconocimiento de su generosidad y de su humanidad, le impidieron la obtención de un pequeño deseo, que al final tuvo que desechar: que yo le tuteara.

El 22 de septiembre de 1994 ingresaba en solemne sesión pública como Académico de número de esta Real Academia Nacional de Medicina acompañado por los profesores Luis Pablo Rodríguez y Guillermo Suárez; presidía el acto, y la corporación, el Prof. Hipólito Durán y con él, en la mesa, estaban ante el público los profesores José Botella, Ángel Martín Municio y Rafael Cadórniga. Glosaba la contestación el Prof. Amador Schüller. Todos ellos fueron presidentes, de esta Academia o de las de Farmacia y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. De esta “Generación de la Transición” ninguno se sentaba por compromiso sino en correspondencia de amistad con el recipiendario.

Tituló su discurso “Xerostomía (Síndromes de boca seca)” y lo leyó a la manera clásica, como quien dicta una lección de lo suyo en la experiencia de los años y de la clínica ante un auditorio que se sentía prestigiado, uno a uno de los presentes, por su muy diversa relación con el nuevo académico. Tomaba posesión del sillón nº. 9. Y -me confesó- se sorprendía. “Qué respeto me imponían algunos nombres, como don Pedro Laín o don Luis Bru” o, después, Juan Rof Carballo. Acudía a las sesiones académicas con la prudencia del hombre sensato y se asombraba de la erudición que éstos manifestaban. Nunca se permitió una jactancia, tan sólo el silencio admirativo hacia sus compañeros desde la más humana humildad. En días de incienso como fueron los de aquel otoño de 1994 respondió, en una entrevista que guardo, que había optado a la plaza porque creía tener un currículum “aceptable”, que aprendía “de los alumnos y de los enfermos”, o que le gustaría ser maestro, pero era profesor, también que la primera clase después de su elección la había dado “igual que la anterior”. Erraba en una respuesta: a la pregunta “qué le ha enseñado la escuela de la vida” dijo “A no hacer mal a la gente” cuando en realidad era que la vida había aprendido de él a no hacer ese mal.

Si el peso de su currículo lo desgranó el Prof. Schuller en la contestación a su discurso de ingreso, convendrá continuar el guión que para los biógrafos aquí se detenía. Y decir que mientras sintió tener fuerza y decoro intelectual su participación académica fue ejemplar, y la ejemplaridad se sustentó en el compromiso. Fue elegido Secretario General el 26 de julio de 2008 y durante un cuatrienio se mantuvo como tal servidor de la institución.

Dictó, entre otras, las siguientes conferencias de su especialidad, títulos que se corresponden con el rigor de la actualidad, pero también de lo que nadie asumía por constituir buena parte de lo más árido aunque para él el fundamento de su acción médica:

“Los implantes estomatológicos” (1995)

“Disestesias oro-faciales” (1996)

“Inmunosupresores: efectos secundarios” (1997)

“El entorno del SIDA pediátrico” (1998)

“La tumoración maxilar benigna” (2007)

“El cáncer de parótida” (2008) o

“La célula gigante en los seudotumores maxilares” (2011)

Asimismo, dirigió en el Instituto de España el curso “Estética facial y autoestima”, cuyas conferencias tomaron cuerpo de libro, en el año de 2005.

Comisarió la exposición “De la Odontología a la Estomatología. Y de la Estomatología a la Odontología”, en la primavera de 2014.

Leyó el discurso de la solemne sesión inaugural del curso académico 2016 que versó sobre “Orofaringe: sexo, papiloma virus, cáncer”.

Fue autor, con Luis S. Granjel, de la introducción del facsímil “Tratado de las operaciones que deben practicarse en la dentadura”, de Félix Pérez Arroyo, en la colección de “Clásicos de la Medicina Española” de la Real Academia Nacional de Medicina.

El doctor Miguel Lucas aparecía en la columna de Umbral siendo Umbral tan exclusivo en el elenco de su crónica de una España avistada desde la capital del reino. Alérgico al elogio pero mirando de frente, fue nuestro compañero hombre de un fuerte carácter dulce, más al modo castellano que al de sus orígenes. Con el poeta, sentía desapego por las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la Luna, pues del ser humano le interesó lo que más noblemente le distingue: la inteligencia, la bondad y la belleza.

Tuvo presente la sentencia hipocrática de que “la doctrina es larga; la vida, breve; la ocasión fugaz; la experiencia insegura; el juicio, difícil” y actuó al paso de la misma aquilatando el tiempo y correspondiendo con franqueza y elegancia a las amistades y a los afectos. Amó la lectura, el teatro y la música y fue asiduo del vecino Teatro Real como también un virtuoso del piano, música clásica y, de vez en cuando, a la espera de que en el pub el pianista de jazz le cediera el banco para seguir e improvisar. De su relación con otra de las Bellas Artes, la pintura, obtuvo esta Real Academia mediante su gestión por amistad e influencia con quienes decidían la cesión por parte del Museo del Prado del cuadro “Centro de vacunación”, del sevillano Manuel González Santos, que luce en una de nuestras salas. De sus tertulias con Joaquín Calvo Sotelo o José López Rubio también supe, pero siempre tomando a los demás como referencia cuando era miembro de esos diálogos.

El recuerdo de su persona, de hombre de una pieza, nos dirige sin duda a la “auctoritas”, proveniente del Derecho romano, es decir, a la distinción de determinadas personas basada en una serie de características morales e intelectuales que las destacan del resto. Puedo poner cara al concepto de la infrecuente “auctoritas” de estos tiempos. Y veo el retrato limpio de Miguel Lucas Tomás.

Su legado, como alguien escribió tras su muerte, es ya una cruz clavada en tierra firme, de dos brazos: magisterio y bondad. Ahora descansa en el Señor.

DECLARACIÓN DE TRANSPARENCIA

El autor/a de este artículo declara no tener ningún tipo de conflicto de intereses respecto a lo expuesto en el presente trabajo.


Si desea ver la conferencia pronunciada por su autor puede hacerlo a través de ranm tv en el siguiente enlace
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Autor para la correspondencia
Javier Sanz Serrulla
Real Academia Nacional de Medicina de España
C/ Arrieta, 12 · 28013 Madrid
Tlf.: +34 91 159 47 34 | E-Mail: Email de correspondencia
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