Querido Juan,
Hoy no hace falta decir por quien doblan las campanas. La vida acaba antes que el amor. Tu ya no estás, nos haces falta y son dolorosas estas ausencias. Para ellas no bastan las palabras. ¿Que se me ocurre en este momento?. Es bien simple. Nos haces falta. Perdona que no te llame profesor. No es necesario. Hay personas como tú Juan que con solo su nombre son como una multitud en medio del desierto. Por ello Juan simplemente me gusta llamarte. En este momento me viene a la memoria un poema que hace mucho tiempo leí. Pero me pregunto ¿es mucho cualquier tiempo?. Tu conoces mi debilidad por la poesía. Cuando leo te recuerdo. El poema lo escribió Don Miguel de Unamuno. ¿Leí?. No lo se. Era el año 1933 y dice así:
“Cuantas veces, mi amigo, hicimos yunta y aramos en la misma sementera y cuando aún no apunta su hoja, tu dejándome en la espera te fuiste ¿adónde fuiste? ¿quién lo sabe?”
Conocí a Don Juan con motivo de su llegada a la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, cuando apenas también yo me había incorporado al Departamento de Farmacología Y Terapéutica. De origen modesto, hijo de maestro, ese hermoso nombre ahora sustituido por el de profesor de Educación General Básica. Esos hombres a los que admiro por su entusiasmo, amor y dedicación a la enseñanza de muchos de nosotros.
Don Juan nació en Pozoblanco, Córdoba. Llevado por la vocación docente de su padre comenzó sus estudios de bachillerato en Luarca, Asturias. Cuna de grandes hombres. Más tarde volvió a Pozoblanco donde su padre, de quien siempre habla con cariño, admiración y respeto, organizó una academia de enseñanza media. Allí estudiaba Don Juan para examinarse después en el instituto de Córdoba. Quien, como yo, vivió situaciones similares sabe lo que representa para un adolescente llegar desde el pueblucho para responder ante un tribunal en la gran ciudad. Don Juan se trasladó por fin a Cádiz, donde completó el bachillerato e hizo el examen de estado. Don Luis Bru académico que fue de esta casa presidió su tribunal. Ingresa Don Juan en la Facultad de Medicina de Cádiz a los 17 años y tiene el honor de contar entre sus profesores con hombre de excepción. Don Franciso Orts Llorca y Don José Perez Llorca que también fueron miembros de esta casa. Solía decir Don Juan que ellos fueron el mejor estímulo para él y otros muchos que alcanzaron grandes cotas dentro de la Universidad. Termino su carrera en el año 1951 con tan solo 22 años.
A partir de este momento Don Juan se polariza hacia la microbiología y la medicina preventiva y social. Realiza y concluye la tesis doctoral en el Departamento de Farmacología de Cádiz y en el año 1954 es declarado solemnemente doctor en Medicina y Cirugía en Madrid. Entonces la Universidad de Madrid era llamada la Universidad Central y hasta ella debían llegar todos los futuros doctores en una intelectual peregrinación para obtener su título. Ahora en le España de las autonomías esto sería inconcebible e intolerable.
Como tanto universitarios Don Juan sucumbe a la tentación de las oposiciones. La posibilidad de vivir exclusivamente a la universidad era solo un sueño. Obtiene muchas oposiciones entre ellas epidemiólogo del estado, sanidad naciones y medicina escolar entre otras. Solo una persona de muchos quilates puede recoger una cosecha similar.
Atraído por la Europa desarrollada de entonces obtiene una beca en el Instituto Pasteur y obtiene un curso en Hamburgo, crítico para su formación.
Vuelve a España y desarrolla una labor científica de excelencia en la Facultad gaditana. Es invitado por el CDC en Atlanta y otras instituciones de gran prestigio.
El profesor del Rey Galero obtiene en 1968 la Cátedra de Microbiología, Higiene y Sanidad en la Facultad de Medicina de Cádiz. Yo tuve la oportunidad de presenciar aquellas oposiciones que se celebraban en Madrid y no he olvidado el maratón de aquellos 6 ejercicios que entonces constituían una oposición a cátedra, con trinca incluida. Catedrático cuando esta profesión gozaba de otro talante sus paisanos le consideraron profeta en su tierra. Omito considerar lo que ahora sucede. Fue nombrado jefe provincial de sanidad y viaja invitado en España y en el mundo científico de entonces donde se le consulta cuestiones de vigilancia sanitarias y epidemiológicas.
La labor científica del profesor Rey Galero ha quedado plasmada en un elevado número de publicaciones nacionales e internaciones de gran impacto y difusión. No es este el momento de referirlas. Ya se hizo cuando ingreso en esta casa como académico de número por méritos propios.
Me consta porque lo conocí muy bien que su nombre, su rasero científico alcanza las más elevadas cotas dentro y fuera de nuestro país. Trabajar en el centro de medicina preventiva dirigido por Don Juan implicaba niveles de excelencia. En su departamento se programó y él fue en gran medida el artífice del salto cualitativo y cuantitativo de la medina social y preventiva en España de los últimos años. Don Juan puede contemplar con satisfacción estos logros y con orgullo el grupo de discípulos que con él han colaborado que le respetan y admiran. Comentar aun brevemente las aportaciones científicas no es tarea fácil. Sus estudios abarcan desde la bacteriología médica, la micología, el papel de los anaerobios, inmunología de la parasitosis, enfermedad de transmisión sexual epidemiológica y Sanidad etc etc.. Descubre con el profesor Casal un nuevo micobacteria epidermis reconocido internacionalmente. Estudio también la difusión del cáncer, marcadores de hepatitis y otros campos que le permitieron publicar libros en España y en el extranjero.
Como maestro en la Universidad Autónoma de Madrid al margen de los alumnos de Medicina ha tenido el privilegio de contar, lo decía con particular satisfacción con excelentes colaboradores.
Con este bagaje no es extraño que el profesor Don Rey Galero haya recibido valiosos recompensas y honores entre ellos la cruz de sanidad, del merito naval de Alfonso X el Sabio y la medalla de oro de la Universidad de Jerusalén.
Sin embargo, me consta que a Don Juan dos entrañables distinciones otorgadas por sus paisanos cordobeses le honran profundamente.
El doctorado honoris causa por la Universidad de Córdoba
El nombramiento de cordobés del año 1989
Don Juan puede presumir de ser profeta en su tierra, pero nunca lo hizo y ello le honra. En una ocasión oí “tu casa puede sustituir al mundo pero el mundo jamás sustituirá a tu casa”. La casa cordobesa de Don Juan es un maravilloso ejemplo.
Querido Juan: Te fuiste con muchos kilates de bonhomía de persona ejemplar, de universitario pleno, de hombre singular y eso importa. Lo que digo podría parecer que el mutuo afecto lo justifica sin más, pero no es así. Tú eras persona que pensabas en los demás. Hay el cuajado grupo de discípulos que hoy honran al maestro. Pertenecías a una raza de hombres de los que siempre se habla bien sobre todo cuando no estabas presente. Un peculiar mérito de que pocos pueden presumir porque en estos días usando un símil de patología molecular es legión de los que levantan anticuerpos.
En la UAM contigo vivimos allí conversamos mucho, imaginamos mucho, trabajamos mucho y hemos soñado hasta donde fue posible pero siempre con los pies en la tierra.
Eras, pienso de acuerdo con un amigo mío, conocedor de poderes y conciencia que “con hombres como tú España sería un país menos malo, más bueno, menos inhumano, más sereno, menos escindido, más tolerante.
Mientras escribo esta carta y a la manera que recorro un álbum de cromos recuerdo las mil y una aventura que vivimos juntos. Tu fuiste uno de los que supo llevar el mensaje a García. Al estilo de un buen montañero buscabas dificultades por el placer de vencerlas así fue. Te fuiste como habías vivido, sin dar que decir. La última vez que te vi lo dijiste todo con una leve sonrisa y la cálida levadura de tu mirada. Desde que nos dejaste clamamos cono hace el poeta “tanto amor y no poder nada contra la muerte”. Querido Juan tiene tal magnitud y calidad que no puede hacerse en soledad. La amorosa e intelectual presencia de Rosalía “tu esposa” me consta que ha sido fundamental en tu vida. Estoy seguro que desde donde estás siempre le estarás mirando con amor. Es triste la ausencia pero recordarte siempre con alegría es, para Rosalía, un motivo de satisfacción. Él quiso estar alegre a tu lado. Descanse en paz.
Don Juan a tí que predicaste con el ejemplo siempre querría contarte muchas cosas de por aquí, pero ya me voy alargando más de lo debido. Termino esta carta, Juan, con un ferviente y cálido abrazo en ausencia con la seguridad de que estarás descansando en paz al lado de nuestro Dios. Amen.
DECLARACIÓN DE TRANSPARENCIA
El autor/a de este artículo declara no tener ningún tipo de conflicto de intereses respecto a lo expuesto en el presente trabajo.
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Pedro Sánchez García
Real Academia Nacional de Medicina de España
C/ Arrieta, 12 · 28013 Madrid
Tlf.: +34 91 159 47 34 | E-Mail: Email de correspondencia
Año 2024 · número 141 (01) supl01: 21-22
Enviado*: 19.09.23
Revisado: 26.09.23
Aceptado: 10.10.23
* Fecha de lectura en la RANM