Excmo. Sr. Presidente, Excelentísimos Sras. y Sres. Académicos, señoras y señores:
La designación para hablar hoy de D. Manuel Escudero Fernández es un gran honor. Como tal lo percibo y como tal lo agradezco al Sr. Presidente, a su Junta Directiva y a la familia, que no le ha parecido mal.
Aunque la sesión sea solemne, debo advertirles que no deben hacerse demasiadas ilusiones. Sin falsas modestias me explico: no soy ginecólogo, por lo que podría haber valorado de forma inexacta sus méritos científicos; por otro lado, al no ser historiador, carezco de algunos instrumentos intelectuales convenientes para armar un relato de la calidad que merece la memoria de Escudero.
Se cuenta de un Cardenal, que había sido Secretario de Estado, que meses antes de su muerte se encerraba a escribir y reescribir cuartillas sin fin, cuando uno de sus ayudantes, que también habría de ser cardenal, le preguntó que a qué venía tanta redacción. Le contestó: “estoy escribiendo el sermón que debe pronunciarse durante mi funeral porque si estas cosas caen en manos de un presbítero novato pueden arruinar la ceremonia”. Escudero no tomó semejante precaución que ahora hubiera sido muy de agradecer y yo por mi parte no querría arruinar nada ni hacer de cura primerizo y si pasa, que es posible, estoy seguro que encontrarán entre todos la forma de disculparme.
Hoy vengo aquí porque se me ha ordenado, pero también bajo el título del amigo que desea superar con el afecto todas sus otras carencias.
Preparando estas notas me dijo su viuda que procurara hacer un retrato creíble de su esposo. Es un consejo casi filosófico y puede llegar a ser contradictorio, porque lo creíble no siempre es verdad y de hecho muchas mentiras son perfectamente verosímiles. Digresiones al margen, entiendo que es una sugerencia para no entrar en el terreno de la hagiografía o la tristeza hueca. Teresa tiene toda la razón, porque en el caso de Escudero no es necesario ningún artificio retórico. Ya verán que se trata de una figura muy sólida, aguanta bien en el escenario de la vida y no necesita ni un soplo de apoyo que vaya más allá de lo real.
Tengo ahora muy presente la famosa antítesis de Huidobro: “El adjetivo cuando no da vida mata” y sería muy injusto someter la memoria de nuestro amigo a semejante sinrazón.
No me apartaré sin embargo de un viejo proverbio que suele seguirse en la Academia: “De mortuis nihil nisi bonum…”. De los muertos nada que no sea bueno y yo añado nada que además no sea verdad.
Escudero nació el 10 de Octubre de 1933 en la Maternidad de Santa Cristina por decisión de su padre, Don Bonifacio, médico entonces de Congostrina, aunque pasaría enseguida a Atienza, que dicho entre paréntesis es una pequeña joya medieval que le recuerda con una calle, cuyo rótulo pone debajo de su nombre “médico de Atienza”. Como no recordar con simpatía a estos pueblos que recuerdan así a sus médicos más entregados.
Escudero falleció hace unos meses y en su casa rozando los 90, vida larga y ahora veremos que también buena.
Su madre, María de los Ángeles Fernández era maestra nacional. Le enseñó a leer y a escribir, los números elementales, le desbrozó la cabeza y le preparó hasta el ingreso en el Bachillerato, que comenzó en casa de sus abuelos, en Guadalajara. Hizo allí los dos primeros años, siguió 3 con los claretianos de Aranda de Duero y terminó los últimos cursos en casa de sus abuelos otra vez.
En 1951 comenzó la carrera de medicina en Madrid que terminaría en 1958. Vivió estos años “de pensión”, y la recordó siempre con nostalgia y con afecto. Aquello no era desde luego la casa de la Troya, convivió con Catedráticos, algunos académicos, gente en general de buen convivir y conversación instructiva. Allí estudió lo suficiente para sacar la carrera con muy buen expediente y sin agobios.
Con 21 años y por oposición, entró como alumno interno en la Cátedra de Botella de cuyo magisterio integral, fecundo y generoso se sintió siempre deudor. Es posible que Botella fuera, junto con su padre, quien más influyó en el desarrollo de su personalidad. En la Escuela de Botella, de la que sería miembro destacado, aprendió ginecología, obstetricia y también anatomía patológica con Nogales Ortiz, introductor en nuestro país de la anatomía patológica ginecológica, persona extremadamente generosa y de ciencia superlativa. De esa escuela saldrían más de 30 catedráticos y quizás algún día, no ahora, haya que escribir la historia de este grupo de ginecólogos y obstetras que bajo una misma dirección caminaron juntos hacia la madurez.
Dentro de este ambiente muy estimulante y competitivo va ascendiendo por toda la escala de puestos docentes y asistenciales, casi siempre por oposición, hasta convertirse en el Hospital Clínico San Carlos y en la Maternidad de Mesón de Paredes en un clínico penetrante, un cirujano limpio, rápido y eficaz, un obstetra segurísimo, en un docente de primera magnitud y en un publicista prolífico. Cualquiera de estos aspectos merecería una glosa especial; sólo quiero ofrecer dos ejemplos:
- El día de su jubilación operó en poco más de media jornada 2 Wertheims. Me contó que Vidart, su sucesor de quien siempre me hablo con elogio y a quien siempre respetó, le había dicho con cariño y medio en broma que debería contratarle para aligerar la lista de espera, que ya entonces nos empezaba a agobiar.
- Era un docente claro y atractivo de lo que dejó muchas muestras en esta en esta Academia; era además muy apreciado por sus alumnos. Tirando de recuerdos me veo en un homenaje que le rinden alumnos de diferentes promociones, unos ginecólogos y otros no; abarrotaban un aula que raramente se llena los días lectivos normales. Era sábado por la mañana y allí estábamos un grupo de profesores amigos mezclados con una multitud de sus alumnos.
Son quizá sólo anécdotas, pero hay suficientes testimonios al respecto, son tan coincidentes todos que alcanzan para mí el valor de categorías.
Como obstetra tengo para él una gratitud íntima y profunda que se resiste a mayor publicidad.
También, durante su periodo formativo conoció otras culturas, estuvo en Karolinska, en la Frauen Klinick de Maximilian, en la de Freiburg y en Italia. Fueron estancias útiles. Al margen de lo que específicamente se aprenda te quitan el pelo de la dehesa y se entiende mejor que esto de la medicina es una empresa globalizada desde el principio. Esta costumbre de viajar para aprender o para enseñar, la conservó durante toda su etapa de madurez. Recorrió Suramérica de arriba a abajo, Estados Unidos y prácticamente todos los países europeos en busca siempre de una medicina mejor.
En el 75 ganó la Agregaduría de Valladolid y como allí no había ni Catedrático ni jefe de Servicio, asume ambas funciones. Aquí empieza ya una fase de madurez independiente. Es el momento en el que uno se convierte en fuente de últimas respuestas para todo el que viene a preguntar. Si recurrimos a términos taurinos, casi inevitables en este solar nuestro, se puede decir que en esa época es ya maestro muy placeado y que domina bien todas las suertes.
En el 78 vuelve a la Complutense y al Clínico de Madrid, a una vacante que se había generado en la Cátedra del Prof. del Sol. En el 83 accede a la Cátedra y en el 86, tras el trágico fallecimiento de José Ramón del Sol, se hace cargo del departamento universitario. Sobre el 90 se produce ya la unificación de los 2 servicios de Obstetricia y Ginecología que habían existido desde hacía muchos años en nuestro hospital. Este proceso pudo haber sido traumático, pero Escudero lo supo llevar con tacto y delicadeza. Si lo comparo con otros procesos similares, este asunto de la Ginecología del Hospital Clínico se puede calificar de admirable, y es un asunto que para mí fue de gran mérito y una muestra de liderazgo indiscutible.
Hasta su jubilación en el curso 2003-2004 estuvo al frente del Departamento Universitario y clínico, lo llevó con prudencia con un profundo sentido de la justicia y tomó siempre partido por la meritocracia y la modernidad.
Mantuvo y potenció unidades preexistentes, pero también creó otras nuevas, como la laparoscopia ginecológica a cargo de Herraiz y Coronado. En un cirujano formado en técnicas abiertas esta toma de partido por procedimientos laparoscópicos nos lo presentan como un hombre de mente muy abierta y flexible. En un trabajo muy anterior a que se introdujeran en España las técnicas robóticas él ya preconizó su valor. Es interesante señalar que pocos años más tarde, en el que era ya su antiguo servicio, se iba a practicar la primera histerectomía robótica radical en España.
Supo mantener la ejemplaridad de las sesiones clínicas, a las que Botella acudió muchos años con frecuencia y a quien cedía siempre el lugar de preeminencia. Entendió que estas sesiones, llevadas con rigor y seriedad, son en cierto modo, la columna vertebral de cualquier servicio clínico moderno. Son las que crean criterio, escuela y también sentido de corresponsabilidad. Aprenden los residentes y aprenden los jefes. Sin sesión clínica diaria, además de otras muchas cosas, la medicina hospitalaria decae a colectivismo médico insufrible. Escudero lo creía firmemente, y con la misma seguridad creo que tenía razón.
En la mente de Escudero no había gran diferencia entre el Departamento universitario y el servicio clínico asistencial. Consideraba que eran distinciones administrativas artificiales y que un Departamento universitario, en este tipo de disciplinas no tiene el menor sentido sin su parte asistencial. Se podría discutir esta cuestión “ad infinitum” pero eso es, con toda seguridad, lo que él pensaba y no está excesivamente alejado de lo que pienso yo mismo sobre el asunto.
PUBLICACIONES CIENTÍFICAS
Cerca de su jubilación contaba con más de 300 publicaciones en revistas indexadas y libros, nacionales e internacionales. Destacan muchos artículos sobre citología vaginal, ya desde su propia tesis doctoral en 1966, mecanismo de acción de esteroides sexuales, diagnostico por ultrasonidos, medicina perinatal, laser en ginecología y oncología ginecológica que son los más numerosos, escribe también sobre otros temas de forma más ocasional. Todos ellos son siempre muy oportunos en el tiempo, es decir son siempre muy modernos y siguen siempre la cresta de la ola que marca el progreso científico en cada momento. Creo que no hay ningún área de su especialidad que no abordara alguna vez a lo largo de su vida científica.
Entre los libros que edita o escribe de forma íntegra destacan aquellos dedicados a cáncer ginecológico: Cáncer de ovario en 1992, de endometrio en el 93, cáncer de mama en 1998, además de un precioso libro sobre esterilidad e infertilidad en el 99. En 2002, creo que, de los últimos, otro sobre los problemas de la operación cesárea, del que nos habló alguna vez en la Academia.
TESIS DOCTORALES
Dentro de su carrera universitaria uno de los aspectos más destacados, es su labor como director de tesis doctorales. Desde el 84 hasta su jubilación dirige 47; de estas 14 obtienen el premio extraordinario, es decir, casi el 30%, pero al margen de la contundencia de los números que son casi tan increíbles como objetivos, lo interesante es que cuando uno tiene la oportunidad de leer el listado de forma ordenada y correlativa, se puede advertir cual ha sido a lo largo de los años la evolución científica del director, y de sus preocupaciones clínicas a lo largo de su dilatada carrera, ambas cosas guardan siempre un paralelismo absoluto con lo que ha sido el cambio tecnológico y científico que han marcado el último tercio del siglo pasado y comienzos del actual.
Otro hecho notable es el relativo equilibrio que hay entre los temas obstétricos puros y los ginecológicos. Dentro de estos segundos destacan las tesis sobre cáncer y en ellas se ve claramente esta evolución de la que hablaba. Dirigirá en total 20 tesis doctorales de tema oncológico. Si las primeras son mucho más nosográficas, las 4 últimas versan ya sobre aspectos estrictamente moleculares.
Por último quiero destacar que Escudero era un director muy proactivo, que pasó muchas horas sobre los manuscritos de sus doctorandos. Con frecuencia he entrado en su despacho y lo he sorprendido, bolígrafo en mano, corrigiendo los “trozos” de tesis que le iban pasando y a los que iba dando el visto bueno antes de pasar al siguiente capítulo.
Dos años le distinguió la Universidad Complutense como el mejor departamento de la Universidad en este aspecto de las tesis doctorales.
RANME
Recibió el Premio de la Academia en 1990 y desde el 91 fue académico correspondiente. Dictó hasta el 2003 una conferencia anual siempre sobre temas en los que tenía experiencia personal además era asiduo asistente a casi todas las sesiones de los martes.
Fue elegido en el 2003 para suceder en el sillón número 5 a su maestro y con su elección, la Academia ratificó el concepto de que sólo la elección de los mejores y no ningún otro criterio, es lo que da sentido a esta Casa.
Leyó el discurso de ingreso el 17 de abril de 2004 sobre Cáncer de Ovario. Se trataba de una autentica monografía en la que se pasaban revista a todos los aspectos más relevantes desde la epidemiología hasta las posibilidades, en aquellos momentos de terapia de la angiogénesis o la terapia génica, se trataba de uno de los temas en los que había trabajado más en los últimos años de su carrera científica. Fue un discurso serio, muy meditado y ambicioso y en algunos aspectos sigue siendo moderno. Le contestó con erudición y profundidad, nuestro querido compañero Prof. José Antonio Clavero.
Escudero ha estado, por tanto, más de 30 años con nosotros de los cuales casi 20 como académico de número.
Desde luego no fue un académico cualquiera, dirigió el Boletín de la Academia, que modernizó. Entró en la Junta Directiva en 2006 como contador y del 2012 al 2016 fue vicepresidente y si ya antes nuestra amistad era profunda, esos años de contacto casi diario nos permitió conocernos mucho mejor. Los miembros de las Juntas directivas de entonces estoy seguro de que recordarán su capacidad para centrar los problemas y también para encararlos con toda frialdad. Sus conclusiones acertadas casi siempre las sometía al criterio mayoritario de los demás.
Desde el punto de vista de la Institución fue un hombre impecable, con más méritos que la mayoría de nosotros y excelente desde muchos puntos de vista, pero si me dieran a elegir una entre todas sus virtudes académicas, me decantaría por su lealtad a la Academia y también a las Juntas Directivas a las que perteneció. Asumió los aciertos y los errores como cosa personal mientras estuvo en las Juntas y cuando dejó de estar. Esta lealtad colegiada no es tan habitual como se pudiera pensar y por tanto, es mucho más de agradecer.
Siempre recordaré sus consejos, sus opiniones divergentes y sobre todo, su respaldo firme, cuando alguna vez había que cambiar el rumbo de las cosas.
Repetía con frecuencia que había sido muy feliz en la Academia, y lo entiendo muy bien, porque el ambiente que hay aquí se adaptaba muy bien a su personalidad tan diferenciada, tan rica en matices.
PERSONALIDAD
Era muy simpático cuando estaba relajado, serio cuando el tema lo requería, muy buen conversador. Muy sociable, con muchos amigos y por todos lados. Cazador bueno, quizás no tanto como decía. Recordaba infinitas anécdotas médicas y académicas y era un archivo viviente del tiempo que le había tocado vivir. Además tenía una cualidad sorprendente y era su capacidad para establecer juicios rápidos y precisos sobre el prójimo y curiosamente, con bastante objetividad, también sobre sí mismo.
En su discurso de ingreso en un párrafo largo que recuerda en tono y contenido a los primeros de Marco Aurelio, escribe “nunca agradeceré bastante a mis padres el esfuerzo por inculcarme una postura ante la vida en la que primara el amor al trabajo, el respeto a la jerarquía, la rectitud y el sacrificio todo ello dentro de una moral cristiana”.
Tanta densidad creo que merece una paráfrasis, unos comentarios, en primer lugar dice: “haberme inculcado una postura ante la vida”, es decir, un sistema de principios y valores que en general no definen tanto lo que uno es como lo que se aspira a ser. Delimita también el terreno de juego en que uno está dispuesto a vivir.
Habla del amor al trabajo y poco hay que añadir porque en esto fue modelo de perfección, ya que su vida fue un constante trabajar.
Se confiesa cristiano y debió serlo, con sinceridad interior. No era de ninguna cofradía conocida y aunque casi nunca hablábamos de esto, porque nuestras teologías no debían superar al catecismo del Padre Astete, debió ser un cristiano liberal y secular tal y como confesaba de sí mismo nuestro querido y recordado D. Pedro Laín. En sus años jóvenes, que es cuando se forman las conciencias, eso no era poca cosa, pues eran tiempos más de vocerío y exclusión que de la amable comprensión post-conciliar.
Habla también de respeto a la jerarquía y la palabra está muy bien escogida porque él entiende que hay una gran diferencia entre jerarquía y autoridad. La autoridad evocaría un poder externo y este podría ser arbitrario, y sobre todo impuesto; por el contrario, la jerarquía viene a ser para él una especie de taxonomía donde la autoridad depende y se legitima por el número de orden. Además, la jerarquía se puede asumir libremente, es manipulable y existe la posibilidad de configurarla según nuestro leal saber y entender.
Lo jerarquiza casi todo: las instituciones, las personas y todos los que le hemos conocido con cierta proximidad, sabemos la importancia que concedía a estas cosas. Nos ordenaba y clasificaba a las personas y él mismo, en su escala particular, ocupaba un lugar del que no abjuraba nunca cuando se creía igual o superior a los demás.
A veces, reflexionando sobre Escudero, he pensado que el suyo era un mundo lleno de prelaciones y postergaciones. En cierto sentido, un mundo conceptualmente muy bien ordenado, también de alguna manera una forma muy científica de ver las cosas.
Habla, en este párrafo que venimos comentando, de rectitud y sacrificio y aquí la exégesis es más compleja, porque la rectitud es un camino complicado no es necesariamente recto y exige casi siempre sacrificios.
La educación de entonces, no sé si la de ahora, implicaba la asunción de muchísimos deberes y aunque sólo la madurez permite vislumbrar el deber genérico como tal entiendo que su motor podría ser un impulso que nace de nuestro propio natural.
En Escudero hay siempre una asunción de deberes que también jerarquiza, faltaría más, deberes con la familia, con sus maestros, instituciones, pacientes, etc. etc. Entre todos acaban conformando un camino de rectitud y para seguirlo suele asumir los sacrificios que hagan falta. La energía para todo creo que procede de sus buenos sentimientos.
A veces pudo parecer frio, fue calculador cuando convino, inteligente casi siempre, pero en general se dejó llevar por sus buenos sentimientos. Si con los sentimientos en buena parte se nace, también es cierto que, en parte no menor, se modulan y no es lo mismo nacer con padre médico rural y madre maestra, impregnándose todos los días de bondad y trabajo que nacer en un medio más asilvestrado y mendaz
Escudero es al final el resultado brillante de la suma de su inteligencia, del ambiente en que creció y de la educación recibida.
LA VOCACIÓN Y EL MÉDICO
Don Bonifacio Escudero me regaló, hace ya muchos años una foto suya enmarcada y dedicada que guardo en mi despacho. Apareció hace muchos años en la revista Destino para ilustrar la vida de los médicos rurales. Aparece Don Boni a lomos de una yegua mansa, atravesando la Puerta de Arrebatacapas o Arco de San Juan, abierto todavía en la muralla antigua de Atienza. Viste pelliza gruesa y gorra de esas de rabito. Viene de pasar consulta por alguna pedanía o casa de labor. La imagen parece sencillamente anecdótica, es de fotógrafo bueno y para muchos puede no pasar de ahí; si acaso evoca cansancio y frío. Para el que ve más allá de la anécdota es una fotografía de fascinante humanidad, porque representa una de las más gloriosas creaciones del espíritu humano, que itinerante y a lomos de una yegua, no muy grande, se ofrece al paciente, esté donde esté y viva donde viva.
A veces he pensado que para un niño esta imagen de su padre, omnipotente siempre, atravesando un arco gótico y autoridad médica del lugar, podría haber sido ese latigazo germinal de una vocación que, tanto en su caso como en su hermano, habría de mantenerse toda la vida.
La vocación es algo que fragua lentamente, va configurando nuestro ser interior y va realizando de forma integral al individuo que llevamos dentro y que la siente. En Escudero se produce este proceso a partir, seguro, del ejemplo de su padre. Una vocación nunca doblegada le llevó a ser un médico cabal, un médico placebo como decía Domingo Espinós, de esos que consuelan y alivian con su sola presencia. Es ese tipo de individuos siempre fiel a sus pacientes y con lealtad al oficio.
Estoy convencido que lo que mejor caracterizó a Escudero fue su profesión de médico. Ni su condición de Catedrático, jefe de servicio, presidente de esto o de lo otro se acerca tanto al meollo de su naturaleza, como su realidad profesional. No es un señor que es médico entre otras cosas, es un médico que además hace un millón de cosas más. Es un tipo que hace por sus pacientes todo lo que puede, lo mejor que sabe y con delicadeza exquisita.
LA FAMILIA
El vínculo familiar fue para Escudero de una importancia singular. Su padre fue el ejemplo que nunca decae, su madre maestra iniciática y consejera siempre, su hermana Gloria, hermana única que no es poco en una familia, su otro hermano, Boni, el gran pediatra, fue su alter ego. Su pérdida la percibió como una catástrofe de las que desgarran por dentro y cicatrizan malamente.
Se casó tarde pero bien. De Teresa Navarrete, su esposa durante casi 50 años, nunca pensó que pudiera existir otra mejor y en esto, mucho más que en otras cosas, estoy seguro de que tenía toda la razón. Tuvieron 6 hijos magníficos, cada cual según su variante y educados todos con éxito en el valor, la fortaleza y la solidaridad intrafamiliar.
La familia fue para Escudero ese respaldo de seguridad y comprensión tan útil para verterse al exterior sin dudas. Él la correspondió durante toda su vida con una devoción sin fisuras.
LOS ÚLTIMOS AÑOS
Se fue retirando de la vida social a medida que los achaques y molestias le fueron cercando. Lo toleró todo con paciencia razonable, aunque ya sabemos que esta es una virtud de viene y va. Tanto es así que se cree que para mayor pedagogía y hace muchos siglos, fueron arrancadas del libro de Job las páginas menos favorables para el santo. Pero si la paciencia puede no ser constante, lo que si lo fue siempre fue su inteligencia vigilante hasta el final, su gusto por la familia y sus amigos y sobre todo, un admirable sentido de la dignidad y el decoro personal.
Acercándonos al final advierto que he dejado muchas cosas en el tintero: sociedades, presidencias, condecoraciones, honores diversos de por aquí o por allí, pero lo más importante no son los reconocimientos sino aquello que es reconocido y esto es, más o menos, de lo que he venido hablando, tal vez muy deprisa, tal vez no muy bien, pero no he querido caer en el vicio del maestro catecúmeno que lo quiere decir todo. L´ennuie de tout dire que dicen los franceses
La Memoria de Escudero no merece ser motivo de aburrimiento para nadie, la Academia no merece caer en el sopor por el runrún de mis palabras ni ustedes que agote su paciencia.
Voy terminando. Si empezábamos con la historia de un cardenal, recuerdo ahora una historia judía: Cuando al rabino Hillel, un gentil impertinente y con ánimo de burla le pidió que le enseñara la Torá muy deprisa y a toda velocidad (son más de 600 mandamientos) este, sin incomodarse, le contestó: “No hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti. Esa es toda la Torá, lo demás es comentario”. De Escudero podríamos decir algo parecido. Manuel fue un hombre íntegro y de corazón limpio, lo recordaré siempre como un sujeto moral de primera magnitud. ¿Lo demás? lo demás es puro comentario.
Muchos hombres inteligentes se acercan a la muerte con desengañada melancolía, pero no él, que terminó sus días seguro de la Misericordia que dicen muchos, aun no habiendo pasado por el trance, que ahuyenta el temor y da una gran serenidad.
A la familia la Academia le desea consuelo y también el sentimiento de haber sido enriquecida con su presencia.
El consuelo es un regalo que nos suele conceder el tiempo, lo segundo es posible que lo encontréis en el recuerdo de la que para cada uno de vosotros haya sido su mejor versión.
DECLARACIÓN DE TRANSPARENCIA
El autor/a de este artículo declara no tener ningún tipo de conflicto de intereses respecto a lo expuesto en el presente trabajo.
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Joaquín Poch Broto
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Enviado*: 05.03.24
Revisado: 13.03.24
Aceptado: 22.04.24
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